**Capitulo 35: Sombras de Secretos y Verdades Desveladas**

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El ambiente estaba cargado con un silencio que parecía contener todos los suspiros del mundo, mientras lágrimas caían y desesperación flotaba en el aire.

Socorro, con voz temblorosa, balbuceó: "Hijo, yo... yo..." Sus palabras quedaron suspendidas en la incertidumbre. Neftalí, mirando a su madre con ojos llenos de preocupación, preguntó: "¿Qué sucede, madre? Josué, ¿qué está pasando?" Josué, sus pensamientos acelerados por las palabras escuchadas en la penumbra, respondió: "Amigo, tu madre tiene algo que decir, algo delicado. Mi abuela también tenía algo que confesar. Escuché su conversación, y tu madre mencionó un secreto que debería contarme."

María, mirando fijamente al suelo, tartamudeó: "Josué, yo tengo una explicación..." Sus palabras temblorosas encontraron una pausa cuando Josué rompió en lágrimas. La verdad se abría paso, cruel y despiadada, desgarrando los recuerdos cuidadosamente atesorados.

El dolor en la voz de Josué cortó el aire como una hoja afilada: "¿De qué se trata? ¿Está relacionado con mi madre? ¿Con mi realidad? ¿Dónde está ella? ¿Y mi padre?". María intentó hablar, pero sus palabras quedaron atrapadas entre sus lágrimas. Josué, en su búsqueda incansable por la verdad, no cedió: "Mamita, dame respuestas. No soy un niño al que puedan engañar. ¿Es sobre mis padres?".

María tomó un profundo respiro, las lágrimas en sus ojos reflejando su tormento interior. Finalmente, admitió: "Tu madre... ella te dejó. Escapó del país, te dejó conmigo. Me engañó para marcharse. No te quería, Josué, pero yo sí te amé. No quería que cargaras ese rencor, deseaba protegerte".

Josué, con una mezcla de furia y desilusión, gritó: "¿Protegerme? ¿Guardándome un secreto? ¿Dejar que creyera que mi madre me amaba? ¡Cómo pudieron engañarme de esta manera! Ustedes dos, mamá y abuela, compartían este secreto oscuro, me lastimaron a mí y a Neftalí. Los secretos han sido nuestras cadenas".

Las lágrimas caían por el rostro de Socorro mientras María trataba de disculparse entre sollozos. Neftalí, buscando comprender, murmuró: "Hermana, al menos entiendo a mamá y su pasado. Es tiempo de que hablemos a fondo, de sanar estas heridas".

La noche avanzó, los sentimientos fluyeron, y las almas quedaron al descubierto. Mientras el sol cedía ante la oscuridad, Josué y Neftalí abandonaron el refugio de la casa, dejando atrás a johanne y Antoine que habían sido solicitamente retirados por Samantha tras el intenso momento.

Socorro y Samantha, en la quietud de su habitación, compartieron palabras de consuelo y esperanza. Socorro, con un rastro de resignación, murmuró: "El no me perdonará". Samantha, con una convicción firme, respondió: "Lo hará. Es tu hijo, mamá. El tiempo lo sanará".

Johanne, inquieto por la ausencia de Josué, suspiró mientras contemplaba la ventana: "Mañana me explicará, me aclarará este enigma que me consume".

María, en la soledad de su habitación, escribía una carta. Cada palabra, una confesión aplazada; cada frase, un peso liberado. Sus pensamientos se derramaron en tinta en un intento de preparar el terreno para el día en que finalmente se desnudaría ante Josué.

La madrugada dejó paso a la aurora, y Elizabeth, en otro rincón de la ciudad, también se preparaba. Fotos, recuerdos y objetos preciosos que contarían la historia de su vida se disponían sobre la mesa. "Espero que acepte venir conmigo a conocer a mis hijos. Tengo todo listo para mañana", susurró.

El nuevo día llegó, un día de decisiones y revelaciones. Elizabeth, en una llamada telefónica, dijo: "Madre, quisiera verla mañana. Espero que todo salga bien". Mientras, María esperó un mensaje con la dirección de su hija, un mensaje que encendería el camino hacia la verdad.

En la morada de Josué, la cartera se llenaba con fotos, diplomas y momentos compartidos. María había decidido finalmente romper las cadenas del silencio. "Hijo, perdóname si esta verdad te duele. Pero sabrás la verdad", reflexionó con pesar.

La noche transcurrió, y el silencio era interrumpido solo por el sonido de la pluma sobre el papel. José descansaba, y María tomó una última decisión. Amanecer trajo consigo una última visita, una madre preocupada que acarició su cabeza en silencio y dejó un mensaje oculto, una llave en su cartera.

Josué, en su profundo sueño, sintió la mano de su madre y el consuelo de sus caricias. Amaneció y una mañana nueva se alzó en el horizonte.

El secreto de Josue Donde viven las historias. Descúbrelo ahora