Samuel, un omega varón de veintiséis años, se siente preparado para dar un paso más allá en su relación.
Él quiere un nido.
Está listo para pedirle a su pareja un nido porque desea experimentar todas aquellas cálidas sensaciones de las que todo el...
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El omega estaba listo para declararle a su alfa que se sentía preparado para cumplir su mayor deseo.
«Esta noche se lo diré» Pensó Samuel, decidido.
En una semana cumpliría veintiséis años, y por muy raro que le pudiera parecer a los demás, Samuel todavía no había sido marcado por su alfa.
Hacía cuatro años que se conocían, tres años y medio desde que Samuel se dejó cortejar. Sin embargo, cada vez que el omega se proponía sacar el tema de conversación sobre ello, o sobre él haciéndole un nido, Leandro cambiaba de conversación radicalmente.
— Más adelante —decía él— Todavía es muy pronto.
Samuel escuchó la puerta ser abierta, lo que le advirtió que Leandro había llegado.
«Es la hora» Pensó el omega con emoción.
— ¡Alfa...! —chilló, saliendo a correr hacia la entrada— Quiero un... —
— Sí, sí. Ya sé —gruñó Leandro, empujando al omega fuertemente para quitarlo de su camino— Quieres un puto nido, y me tienes harto, estúpido omega.
Samuel comenzó a sollozar fuertemente desde el suelo, puesto que había caído con aquel empujón.
— ¡Vete! —gritó con todo el valor que pudo reunir en ese momento— ¡Vete de aquí!
El alfa rió, agachándose para quedar a su altura. Tomó la mandíbula del omega con fuerza, obligándolo así a mirarlo.
— Por supuesto que me voy, estúpido omega —comentó, burlón— Estos cuatro años han sido la gloria para mí, burlándome todo el día de ti y de tus estupideces de omega.
El omega comenzó a sollozar más fuerte mientras hacía acopio de toda su fuerza para intentar soltarse de su agarre.
— Pero ya me has cansado y he encontrado otro omega que no me anda pidiendo nidos, Samuel —finalizó Leandro— Ningún alfa va a querer darte cachorros. Entiéndelo, estúpido omega.
Samuel mordió al alfa, logrando así salir de su agarre. Echó a correr fuera de allí mientras escuchaba las escandalosas carcajadas del alfa.
— ¡Le dices a tu familia que tenían mucha razón en no tener un buen presentimiento sobre mí! —gritó Leandro— ¡A veces tienes que hacerles caso, si no mira cómo acabas, omega!