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[Anteriormente]

— Alfa, quiero un nido —comentó el omega con un pequeño puchero en sus labios.

« ¡Genial!
¡Ahora nos va a rechazar por tu culpa! »
Gritó su omega.

La alfa correspondió su abrazo, mirándolo con confusión.
Fue más un acto reflejo guiado por sus instintos que las ganas de abrazarlo en sí mismo.

Todavía no podía apartar la imagen de él separándose sutilmente de ella ante su descabellada proposición.

— ¿Tú...? —comenzó a decir— ¿Tú quieres un nido? —inquirió, incrédula.

La alfa no sabía cómo reaccionar ante aquella petición. Es decir, uno de los dos tenía una idea equivocada sobre ello porque, claramente, era mucho más descabellado hacerle un nido a un omega que cortejarlo.

— ¿No quieres unirte a mí pero quieres...? —se calló por un segundo— ¿Quieres tener cachorros conmigo? —insistió sin poder procesar sus propias palabras— ¿Acaso sabes el significado que tiene un nido para nosotros?

El omega gruñó bajito, asintiendo.

— Sí, claro —murmuró el omega— ¿Tú harías un nido para mí?

«No.
Ahora es cuando nos rechaza, idiota»
Le contestó su omega.

Sin embargo, Samuel lo ignoró.
El planteamiento en su mente era sencillo; tan simple que, si no se decía en voz alta, estaba cargado de lógica.

Había comprobado en carne propia cómo los lobos podían no tomarse con seriedad el cortejo.

Uno de ellos le había engañado, más tuvo un poco de decencia al no marcarlo. No obstante, los nidos parecían ser una cosa seria para todos, sin excepción.

Así que su argumento era sencillo.
Si Emma accedía a hacerle el nido, entonces es que sí estaba verdaderamente interesada en él.

Si se negaba, tenía dos opciones de respuesta para ello.

O bien Emma quería cortejarlo para burlarse de él durante otro par de años y después ser desechado por otro omega o bien, la menos probable para él, la responsabilidad que un nido conllevaba.

— Omega... —comentó Emma con seriedad— Me estás diciendo, básicamente, que estás dispuesto a tener cachorros conmigo en un futuro —hizo una pausa— Cuando creamos que estamos preparados.

Samuel volvió a asentir sin atreverse a mirarla. En lugar de eso, se mantuvo acurrucado en el calor de su alfa.

— Siempre he querido muchos cachorros —comentó Samuel algo avergonzado— Me gustan mucho los niños y... — «mi omega y yo nos sentimos mal porque eso no ha sucedido todavía» — siempre he querido saber qué se siente estar en un nido —susurró— Dicen que es cómodo, calentito y seguro.

Emma no estaba entendido nada de lo que estaba sucediendo, y no sabía si echarse a reír o a llorar por ello.

— Se supone que primero debería cortejarte y después vendría el nido, los cachorros y todo eso —comentó con suavidad— ¿No te lo enseñaron así?

Alfa, quiero un nido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora