— ¡Vamos a morir! —chilló Karl, aferrándose al cuerpo de Joshua— ¡Nos quedaremos sin oxígeno antes de que consigan sacarnos de aquí!
— Nadie va a morir... —refunfuñó el alfa— Ahora hazme el favor de colocarte la ropa un poco más decente, nene.
— ¡Ya llevamos media hora aquí encerrados y nadie se digna a sacarnos! —gritó con pánico— Mi último polvo ha sido en un ascensor, clavándome la dichosa barra de metal en la espalda... —refunfuñó— Que triste.
Joshua comenzó a reír, llevándose un golpe en su nuca por parte del beta.
— ¿Karl? —éste se separó con brusquedad del alfa para dirigirse con rapidez a la puerta.
— ¡Aquí, aquí! —chilló, golpeándola fuertemente— ¿Dónde mierda estabas, Emma? —le regañó— ¡No te importa una mierda mi vida, alfa estúpida!
— Vengo a despedirme de ti —comentó la alfa— Me han dicho que os quedan dos minutos de oxígeno. Vais a morir.
Karl emitió un gritito de puro horror, girándose para encarar al alfa que, pese a la mala noticia, se encontraba aún riendo.
— ¡Te lo dije! —le acusó— ¡Te dije que nos vamos a morir y no me has hecho caso, maldito idiota!
— Sí —comentó Emma— Cuando saquen tu cuerpo sin vida colocaré un cartelito que dirá «no presionar accidentalmente este botón si no quieres morir como el difunto beta de la empresa lo hizo, cordiales saludos».
Karl hizo un pequeño puchero, tirándose sobre el cuerpo del alfa para abrazarlo con fuerza.
— Los accidentes pasan, Karl —insistió Emma— No te preocupes.
— ¡Déjame en paz, Emma! —chilló— ¡Ya no quiero escucharte más! —le enseñó su dedo corazón a la puerta— ¡Y para tu información, paré el jodido ascensor porque me dio la real gana!
— Sí, ya lo sabía —comentó Emma— Para tener sexo, también lo sé —insistió— La próxima vez que se te ocurra hacer una tontería como ésta, te juro que te mandaré a hacer un curso sobre la importancia de no tener relaciones sexuales en horario laboral con un empleado.
La cara de Karl se tornó incrédula.
— Ya puedes abrir ese dichoso ascensor —le indicó al chico que había llegado del servicio técnico.
Cinco minutos después las puertas se abrieron, revelando a los amantes atrapados.
— ¡Eso no ha tenido ni puta gracia, Emma! —le regañó Karl— ¡No te golpeo porque tienes al omega sobre ti! ¡Pero ya vas a ver cuando seas un elfo libre!
Mason echó a correr hacia el beta, abrazándolo fuertemente cuando estuvo a su alcance.
— ¡Señor Karl! —chilló, angustiado— ¿Está usted bien?
Al parecer era el único verdaderamente preocupado por la vida del beta.
— Perfectamente. Gracias, Mason —comentó con dulzura, correspondiendo su abrazo— Menos mal que tengo a este lindo omega para preocuparse por mí... —refunfuñó mirando a la alfa— Yo también te quiero.
Emma resopló, mirándolo con burla.
— Si no te quisiera tan siquiera un poco, habría dejado que todo el personal se quedara para ver el espectáculo que has montado —comentó la alfa— La próxima vez les dejo quedarse.
Henry aclaró su garganta, llamando la atención de todos.
— Para empezar... —refunfuñó, acusando al beta con su dedo índice— Suelta ya a mi omega, hombre —comentó— Y para terminar, ya es demasiado tarde como para seguir aguantando estupideces —se encogió de hombros— Mi turno ha finalizado oficialmente y es hora de regresar a casa.
Emma, involuntariamente, adoptó una postura rígida, apretando un poco más al omega dormido entre sus brazos hacia sí misma.
Respiró profundamente, repitiéndose a sí misma que sabía que ese momento llegaría tarde o temprano.
— ¿Ya? —inquirió— Uh, sí. Sí, claro —comentó seguidamente— ¿Mañana lo traerás?
— No lo sé, no creo que sea buena idea —comentó Henry con sinceridad, tomando a su hermano en brazos.
Samuel refunfuñó un poco, más no consiguió abrir sus ojos debido al cansancio.
Era la primera vez en seis meses que conseguía descansar tan bien e, incluso, conseguía tener un sueño.
Un bonito sueño.— Hazlo, por favor —suplicó la alfa— Desayunará aquí conmigo en la cafetería para asegurarme de que se alimenta correctamente.
— Bien, bien... —refunfuñó el alfa— Tú eres la jefa.
Cuando Henry estaba a punto de salir del edificio con su hermano en brazos y su omega tomado de la mano, la alfa lo detuvo con un fuerte « ¡Espera! ».
Le entregó un papel con lo que parecía ser un número de teléfono.
— Ese es mi número —le indicó la alfa— Sé dónde vives y todo eso por tu currículum —comentó con un poco de ansiedad— Si pasa una mala noche, se despierta, o simplemente para mantenerme un poco informada, no dudes en llamarme y... —hizo una mueca— Dependiendo de la gravedad del asunto, iré a tu casa.
— ¿Algo más? —inquirió, burlón.
— Sí —respondió Emma— Cuida de mi omega, por favor.
La presión en su pecho comenzó a aparecer cuando perdió a su omega de su vista.
— Ay, no seas dramática, Emma —comentó Karl, palmeando su hombro— Solo será una noche separada de tu omega. Podrás superarlo —le regañó— Mañana volverás a verlo.
Emma asintió, no muy convencida.
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Alfa, quiero un nido ©
WerwolfSamuel, un omega varón de veintiséis años, se siente preparado para dar un paso más allá en su relación. Él quiere un nido. Está listo para pedirle a su pareja un nido porque desea experimentar todas aquellas cálidas sensaciones de las que todo el...