Samuel, un omega varón de veintiséis años, se siente preparado para dar un paso más allá en su relación.
Él quiere un nido.
Está listo para pedirle a su pareja un nido porque desea experimentar todas aquellas cálidas sensaciones de las que todo el...
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— Joshua... —refunfuñó Karl, zarandeándolo con suavidad— Despierta, alfa estúpido.
El alfa emitió un bajo gruñido, apartando con suavidad la mano que estaba perturbando su sueño y así poder continuar durmiendo.
— ¡Joshua, deja de dormir y hazme caso! —chilló con histeria— ¡Es importante!
El alfa susurró a regañadientes un «seguro que sí, nene».
— ¡Qué te den! —se levantó de la cama con brusquedad, recorriendo toda la habitación para recolectar su ropa.
— ¿Qué? —inquirió el alfa, abriendo levemente los ojos— ¿Qué haces? —insistió— Es muy temprano todavía, vuelve a la cama.
— Emma me necesita... —refunfuñó con histeria— Me acaba de llamar y no me ha gustado nada su voz dolida, ni sus palabras —peleó con su pantalón hasta que consiguió colocárselo— Necesito ir con ella ahora mismo.
— Se suponía que no compartías tu celo con nadie más, ¿me mentiste, Karl? —inquirió Joshua con molestia, levantándose también de la cama.
— ¿Qué? —inquirió el beta, incrédulo— ¡No, qué horror! —chilló sintiendo como un pequeño escalofrío recorría su cuerpo— Le ha pasado algo con ese omega y me ha pedido que vaya a su casa.
Joshua asintió, tomando su pantalón del suelo.
— Vale, vale —comentó con suavidad— Te llevaré, no te preocupes.
Karl suspiró, aliviado.
— Eso sería de mucha ayuda —comentó con honestidad— Gracias, papacito.
— De nada, nene —susurró el alfa, intentando ocultar su malestar.
Le gustaba mucho que le llamara papacito. Le gustaba tanto que ahora parecía odiarlo casi en la misma proporción.
Al principio fue divertido. Unos motes cariñosos y secretos con los que expresar aquella extraña relación.
Pero poco tiempo después dejó de serlo para Joshua; él deseaba sustituir su mote cariñoso por el que debería usar de verdad.
Él quería llamarlo beta. Quería llamarlo así porque, al fin y al cabo, eso es lo que era.
Su Karl. Su lobo. Subeta.
Pero comprendió que eso no podía suceder o lo único que lograría sería asustarlo y que éste saliera corriendo sin siquiera decirle un adiós.
Karl lo llamaba papacitopara evitar llamarlo alfa. Eso le daría un giro más serio a la relación que ni ellos mismos sabrían interpretar.
Su Joshua. Su lobo. Sualfa.
Sin embargo, esto no era lo que más coraje le daba a Joshua. Había algo incluso un poco peor y doloroso que eso.