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Dos semanas en las Islas Griegas no fue, por lo visto, suficiente para celebrar su luna de miel. Además, Emma gozaría de una tercera semana en la que se libraría de asistir a su trabajo para permanecer junto a su omega.

Karl aceptó la propuesta con una condición, por supuesto. Así que, gracias a él, toda la familia estaba disfrutando de una maravillosa barbacoa en la casa de los recién casados para festejar el regreso de la pareja.

- Esta es la mejor sin duda -comentó una de sus hermanas, colocando su móvil frente a Emma para que pudiera echarle un vistazo a la foto.

Karl resopló, estirando su brazo para intentar arrebatarle el móvil.

- ¡No entiendo cómo es que tienes las jodidas fotos! -chilló con indignación, inflando sus mejillas- ¡Esto ya es acoso!

Toda su familia sabía que, cuando Karl tomaba un poco de alcohol, el show estaba garantizado.

Su poca resistencia a la bebida lo ponía demasiado alterado incluso después de la primera copa. Y, a partir de ese momento, las batallas con su móvil por desbloquearlo acababan dejando un motón de fotos para capturar al torpe ladrón en las que no salía demasiado favorecedor.

Su hermana siempre aprovechaba la oportunidad para quitarle el móvil, pedirle la contraseña, acceder a éste y enviarse las fotos a su propio móvil borrando, evidentemente, todas las huellas.

En definitiva, los días siguientes se basaban en risas a costa del pobre beta.

- Te hemos dicho que no bebas pero tú no nos haces caso -se burló su hermana Nicollet- Así que ahora te aguantas.

- ¡Pero era la boda de mi hermana! -insistió Karl- ¡Solo fue una copa! -la acusó, señalándola con su dedo índice- ¡Una!

- Más el champán -refunfuñó su hermano Tobías.

Emma soltó una pequeña risita, haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad para no estallar en estruendosas carcajadas.

Su omega se encontraba dormido, recostado cómodamente sobre su pecho.

Éste no se alteraba por los gritos, chillidos, llantos o demás ruidos que se encontraban en el ambiente. Pero despertaría rápidamente ante un movimiento brusco por parte de su alfa.

- Sois unos idiotas -refunfuñó Karl- ¡Mamá, sácalos de la herencia!

Los abucheos y las burlas por parte de sus hermanos no tardaron en llegar.

Henry, quien había sido cordialmente invitado junto a su omega Mason para festejar junto a ellos, solo podía pensar en el hecho de que tanto para él como su hermano habría sido muchísimo mejor tener una familia como la de Emma.

No obstante, a ellos les había tocado una omega con una mentalidad cerrada y un alfa que se dejaba influenciar totalmente por ella.

Emma sintió un pequeño tirón en su brazo izquierdo, por lo que dirigió su atención hacia allí, encontrándose con su sobrina Lucía.

- ¿Qué pasa, princesa? -inquirió con dulzura.

La pequeña omega hizo un puchero, señalando al omega dormido entre sus brazos.

- ¿Tío Samuel tardará mucho más en despertarse? -inquirió con otro pequeño puchero- Mis primos y yo queremos jugar con él.

Por supuesto, Samuel se había vuelto lo más preciado para los niños de la familia, incluso para los gemelos más rebeldes.

Samuel siempre dispuesto a jugar con sus sobrinos y viceversa.

- No lo sé, cariño -comentó Emma sin perder su sonrisa- Está cansado, princesa... -Lucía asintió- Dejemos que descanse otro poquito más y tú te encargas de despertarlo después, ¿sí?

Alfa, quiero un nido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora