La fecha que Karl marcó con un círculo de un fuerte tinte rojo en el calendario situado sobre el escritorio de su oficina se estaba aproximando cada vez más.
La mueca de puro horror que se formó casi al instante le habría advertido a cualquier persona que lo hubiese visto en ese momento que algo malo estaba por suceder.
Para Karl, así era.
La fecha de su celo estaba próxima y él, lejos de entretenerse durante uno de ellos, parecía morir lenta y dolorosamente cada vez que atravesaba el proceso.
Comenzaba a subir de peso casi dos semanas antes de su llegada, lo que implicaba comer sin parar durante todo el día.
El beta podría pasarlo por alto si se dedicara a atragantarse de comida sana. Pero no, él tenía preferencia por la comida chatarra y, sobre todo, cualquier dulce que estuviera bañado literalmente en chocolate.
A eso, él debía añadir los constantes cambios de humor y, ¿por qué no? También podría agregar quejas sobre su apetito sexual, el cual se veía demasiado activo, incluso antes de empezar el show.
— ¿Y esa cara a qué se debe, hermanito? —inquirió Emma con burla, irrumpiendo en la oficina de su hermano sin siquiera dignarse a tocar la puerta, tal y como hacía él cada vez que se le pegaba la real gana— ¿Ya te has enterado?
Karl frunció su ceño, mirando a la alfa con curiosidad.
— ¿Enterarme de qué? —inquirió él— No me digas que por fin has dejado al omega ese y he sido el último en saberlo.
Los ojos del beta adquirieron un brillo especial, sintiéndose demasiado entusiasta ante sus propias palabras.
Emma, por su parte, resopló suavemente.« ¿Qué tienen todos contra mi omega? »
Pensó la alfa, irritada.— ¿No recuerdas que día es hoy, idiota? —inquirió la alfa como una niña pequeña— Doscientos lobos nos están esperando con sus respectivos currículos para optar por el puesto vacante de personal de seguridad.
«Oh, no»
Pensó Karl, angustiado.— Oh, sí —prosiguió Emma con burla, leyendo la mente de su hermano— Mejor ve a la cafetería a tomarte un café bien cargado antes de que dé por iniciado el proceso de selección.
«Esto es peor que caer en la cuenta de que mi celo se acerca»
Pensó Karl, un tanto dramático.— ¿Estás segura de que no quieres decirme que lo has dejado con el omega ese? —inquirió con tono esperanzador— Por favor, haz feliz a tu hermanito.
Emma ignoró los lloriqueos de su hermano.
— Veinte minutos, Karl —refunfuñó la alfa— Te estaré esperando en mi oficina para que me ayudes con las entrevistas.
El beta desaprovechó sus últimos veinte minutos de libertad del día entre gritos, lloriqueos y súplicas a su hermana para que lo dejase libre de aquella tortura. Así, cuando quiso bajar a la cafetería para pedirse ese café cargado que tan amablemente le había aconsejado tomar, Emma se negó.
De nuevo, el berrinche por tan cruel castigo volvió a resurgir.
Éste solo se calmó cuando el primer candidato entró al despacho y no tuvo más remedio que aparentar ser mejor que el más cruel y feroz alfa.
— Despedido —gruñó tras leer su currículum— Usted discrimina a los betas y omegas... —prosiguió al percatarse de que aquel alfa estaba más que preparado para iniciar una disputa— ¿Y adivina qué? —inquirió, burlón— Uno de tus jefes es beta y aquí casi la mitad de los empleados son omegas —le guiñó un ojo— Todos mejores que tú, puedo asegurártelo.
ESTÁS LEYENDO
Alfa, quiero un nido ©
Hombres LoboSamuel, un omega varón de veintiséis años, se siente preparado para dar un paso más allá en su relación. Él quiere un nido. Está listo para pedirle a su pareja un nido porque desea experimentar todas aquellas cálidas sensaciones de las que todo el...