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Valora, cuida y no lastimes

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Valora, cuida y no lastimes.
Nunca, pase lo que pase.
Porque todo vuelve y pega donde más duele.


Samuel se paseaba por toda la planta con su cachorro Tobby bien sujeto en uno de sus brazos. El otro estaba siendo ocupado por el ramo de flores que su alfa le había regalado.

— Omega, no te separes de nosotros —refunfuñó su hermano Henry, tomándolo de la camiseta para arrastrarlo hacia sí mismo, como si de un niño pequeño se tratase.

Samuel gruñó bajito, soltándose del agarre que le impedía continuar paseándose por todo el lugar, pavoneándose con su regalo.

— Estás siendo irracional, ¿quieres sentarte junto a nosotros y parar quieto? —inquirió Henry con un pequeño gruñido— Me estás estresando.

Samuel volvió a gruñir bajito, ignorando los ruegos de su hermano.
Ciertamente, los policías y los pocos trabajadores que se encontraban en la última planta del enorme edificio ya habían visto el ramo incontables veces. Pero, aun así, su omega y él estaban más que encantados con la idea de que vieran su regalo unas cuantas veces más.

Tobby comenzó a removerse, intentando salir del calvario en el que se había visto envuelto sin querer.
Se estaba cansando, y aburriendo en proporciones iguales, de aquellos paseos que solo hacían marearlo cada vez más.

— No, Tobby —le regañó Samuel, haciendo un pequeño puchero— Quédate un ratito más en mis brazos.

El cachorro, como si hubiera entendido perfectamente la súplica del omega, lamió la mejilla de éste y se mantuvo quieto, dejándose pasear de aquí para allá como si de un pequeño regalo de exhibición se tratase. En realidad, Samuel lo único que estaba tratando de exhibir era el ramo de flores que su alfa le había regalado. Tobby solo era un pequeño bono extra.

— Hola, alfa —comentó con emoción, asomando su cabeza brevemente por la puerta del despacho para admirar a su alfa.

Emma sonrió ampliamente, dejando brevemente los papeles de lado para dirigir toda su atención a su omega. Así había sido durante una hora. Emma hablaba con los policías mientras rellenaba múltiples papeles. Samuel, por su parte, se paseaba por toda la planta hasta que decidía hacerle una breve visita a su alfa.

— Hola, omega —comentó con dulzura, no importándole el hecho de que ya había saludado trece veces a su omega, catorce con esa.

Éste asintió con una gran sonrisa de satisfacción plasmada en sus labios, regalándole una última sonrisa un tanto tímida para continuar su recorrido hasta que considerase que había pasado demasiado tiempo sin saludar a su alfa y apareciera por allí, una vez más.

Alfa, quiero un nido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora