34

10.1K 835 124
                                        

Parque de atracciones

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Parque de atracciones.

Habían recorrido todas las atracciones en las que Karl, debido a su embarazo, podía montar.

Contrariamente a lo que Joshua creyó en un primer momento, Karl no se encontraba para nada cansado. De hecho, su ilusión no había decrecido tan siquiera un poco con el paso del tiempo, sino que ésta parecía incrementar un poco más con cada atracción visitada.

— ¡Vayamos allí! —chilló, señalando la casa del terror— Preguntemos si es apto para personas embarazadas, por favor.

Hizo un pequeño puchero que sorprendió gratamente a su alfa.
Él no era muy de hacer eso, pero esa ocasión lo ameritaba.

Karl nunca había perdido su espíritu de niño que, en muchas ocasiones, solía caracterizarlo.

— Cuando termines tu algodón de azúcar, beta —comentó Joshua con suavidad— Así aprovechamos para que descanses un poco.

— Puedo terminarlo mientras visitamos la casa del terror, alfa —insistió Karl— Vamos, por favor.

Joshua suspiró, asintiendo con resignación.

Caminaron hacia la atracción con un muy feliz Karl comiendo su algodón de azúcar rosado, aun cuando él lo había querido amarillo, pero un niño pequeño antes que él había agotado el último.

Claramente, el niño de siete años se había negado a cederle el último algodón de azúcar de ese color, ya que también era su favorito.

— Pues yo me quedo con el rosado, entonces —refunfuñó hacia el pequeño— Porque ese color es muy, muy, pero que muy feo.

Por supuesto, hizo llorar al niño.
Pero éste, para su desgracia, acabó llevándoselo de igual forma.

— ¡Hola, señor! —chilló Karl— ¿Esta atracción es apta para personas embarazadas?

Disimuladamente, Joshua pasó su brazo por la cintura de su beta, atrayéndolo hacia su propio cuerpo.

— Eso depende de muchos factores, señor —respondió el trabajador con cordialidad— Si usted se asusta muy fácilmente no es muy recomendable.

— Entonces entremos, alfa —comentó Karl con emoción— Esta es la última atracción a la que podríamos entrar.

Joshua negó.

— Tú le temes a todo —gruñó el alfa— Mejor vayamos a comprarte un helado o... —

— Pero si yo sé que tú vas a estar ahí para protegernos, alfa —le interrumpió él entre refunfuños— Vamos, por favor.

Joshua asintió a regañadientes, dejándose convencer tan fácilmente por el beta que se reprochó a sí mismo cuando las puertas se cerraron y ellos quedaron atrapados en un pasillo complemente a oscuras.

Alfa, quiero un nido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora