La prueba de fuego impuesta para la alfa fue superada con matrícula de honor, sorprendiendo a sus hermanos y a sus propios padres.
Incluso sus sobrinos parecieron estrechar lazos con la alfa que solía comportarse de una forma un tanto gruñona con ellos.
En el fondo, muy, muy, muy en el fondo de su corazoncito, Emma todavía guardaba un poco de diversión y de locura que mantuvo a los niños durante tres días consecutivos más que entretenidos.
Todos, excepto Elián y William, montaron un berrinche para prolongar la estadía en la casa de sus tíos.
Samuel lloró junto a ellos para darle un toque más dramático al asunto y lograr así convencer a los restantes adultos. No obstante, Emma fue le encargada de cargar los bolsos de sus sobrinos en los respectivos coches donde regresarían a sus hogares.
— Ahora mismo necesito unas vacaciones —argumentó la alfa mientras se deshacía del último bolso que, casualmente, portaba pañales y biberones— Vuestros padres ya han tenido su segunda luna de miel, así que os toca incordiarlos a ellos por otros veinte años consecutivos.
Samuel lloró mucho más mientras se despedía de los niños con sonoros besos repartidos por sus rostros y fuertes abrazos.
— Os voy a echar de menos, mis niños —declaró entre sollozos— Prometo que muy pronto os quedaréis todo un fin de semana con nosotros.
Solo entonces los pequeños se dieron por satisfechos y partieron a sus hogares.
— Estoy triste, alfa —murmuró el omega, abrazándose fuertemente al torso de Emma— Voy a echarlos muchísimo de menos.
— Dame un respiro —refunfuñó la alfa con diversión, correspondiendo el abrazo de su omega— Muy pronto los traeremos de vuelta, ¿sí? —Samuel asintió, poco convencido— Ahora nos toca a nosotros pasar por nuestra segunda luna de miel.
Tomó a su omega al estilo nupcial justo antes de adentrarse a su hogar.
— ¡Si ni siquiera hemos pasado por nuestra primera luna de miel, alfa! —chilló entre risas.
— Entonces pasaremos nuestra pre-luna de miel —le guiñó un ojo— ¿Qué te parece, mi amor? —inquirió— Tenemos un cortejo que perpetuar.
Efectivamente, finalizada la prueba de la alfa, el cortejo debía continuar. Más regalos fueron entregados al omega y a su cachorro Tobby, quien parecía más entusiasmado que el propio omega.
Diariamente, Samuel escribía notas de agradecimiento sentado en el regazo de su alfa.
Notas en las que volcaba todos y cada uno de sus sentimientos; en las que plasmaba su creciente sentimiento de amor por la alfa.
Letras que después la alfa leía justo antes de que su omega se acercara a la chimenea del salón y las quemara como un símbolo de vitalidad.
Samuel se mantenía allí observando cómo las llamas consumían el papel que portaba tan grandes palabras y solo entonces regresaba al calor de su alfa para que ella pudiera redactar sus propias notas de agradecimiento.
El amor, el cariño, la amistad y la confianza parecían tomar un papel más importante en sus vidas aunque, ciertamente, ésta última parecía hacerlo en menor medida para el omega.
Pronto la prueba de fuego para Samuel haría acto de presencia.
Y que, sin saberlo, tendría que caer para poder levantarse.Porque así es como funciona la confianza, ¿no? Caer al vacío solo para levantarte con la ayuda de tu compañero.

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Alfa, quiero un nido ©
WerewolfSamuel, un omega varón de veintiséis años, se siente preparado para dar un paso más allá en su relación. Él quiere un nido. Está listo para pedirle a su pareja un nido porque desea experimentar todas aquellas cálidas sensaciones de las que todo el...