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A veces el paraíso es apoyar la cabeza en el hombro correcto

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A veces el paraíso es apoyar la cabeza en el hombro correcto.


Samuel necesitaba llorar; necesitaba sentir que lograba liberarse de esa mala sensación que se había instalado en su cuerpo.

Su mañana había sido realmente desastrosa hasta tal punto de desbordarse.

Le había mentido a su alfa y por ello tuvo que pasar la noche alejado de ella. Había echado mucho de menos estar acurrucado entre sus brazos.
Añoraba su calor y su olor.

«Y todo para nada»
Pensó Samuel con amargura.

Ahora se encontraba caminando hacia la casa de su alfa en busca de un poco de consuelo.

Si no lo hacía, acabaría mordiendo a alguien, pues los colmillos pertenecientes a su parte animal habían crecido hacía un par de horas atrás y se negaban a obedecer la voluntad de Samuel y desaparecer.

Las personas que se topaban con el omega decidían deliberadamente esquivarlo como buenamente podían para evitar algún percance que terminara con el veneno de éste inyectado en ellos.

— Maldita sea... —gruñó, pateando una pequeña piedra que encontró en el suelo.

La mala suerte pareció sonreírle una vez más, pues la pisó y acabó con su culo fuertemente golpeado contra el suelo.

Se había resbalado y había caído de una forma increíblemente patosa.

Inevitablemente, rompió a llorar. Encontró la excusa perfecta para estallar en un estruendoso llanto que lejos de calmar un poco su malestar, como en un principio creyó que sucedería, lo agobió un poco más.

— ¿Por qué tienes que ser tan patoso, eh? —Samuel gruñó bajito al escuchar aquello.

— Déjame, Henry —refunfuñó entre pequeños sollozos— ¿Dónde está mi alfa?

Henry le sonrió cálidamente, ayudándolo a levantarse.

— ¿En su casa? —inquirió Henry— No lo sé, omega —golpeó suavemente su nariz de forma juguetona— Llevo un rato caminando detrás de ti y no te has dado ni cuenta.

— Llévame a la casa de mi alfa, por favor —suplicó Samuel, estirando sus brazos para que éste lo cargara en su espalda.

Henry tomó una respiración profunda, cargando a su hermano como si de un niño pequeño se tratase.

— Cuidado con esos dientes, omega —le regañó Henry con suavidad— ¿Me dirás qué hacías saliendo de esa empresa y por qué estás tan desanimado?

Samuel volvió a gruñir, acomodándose mejor en su nuevo transporte.

— Intentar que aceptaran mi propuesta, pero la han rechazado —respondió el omega con frustración— Al final voy a tener que hacerle caso a mamá y buscar un trabajo de verdad.

— Escribir es un trabajo de verdad, omega —gruñó Henry— No le hagas caso a mamá, ¿quieres? —insistió— Odio mucho la mentalidad tan cerrada que posee.

— Pero nadie quiere echarle un vistazo a lo que escribo y necesito trabajar en algo. No quiero que Emma piense mal de mí —refunfuñó el omega— Además, Tobby no se va a mantener solo y no quiero que sea responsabilidad de mi alfa.

— Tú no entiendes una mierda sobre el cortejo —refunfuñó el alfa con indignación— Es un proceso en el que se deposita toda la confianza el uno en el otro, ¿entiendes ahora, omega cabezota? —Samuel asintió, dudoso— Entonces habla con ella y deja las salidas en secreto, porque así solo logras preocuparnos.

— Entendido —refunfuñó Samuel.

— Más te vale —gruñó el alfa— Porque si Emma me hubiese llamado para preguntarme si estabas conmigo y yo le hubiera dicho que tú ya habías salido hacia su casa... —hizo una pausa— ¿Te imaginas cómo se habría puesto? —inquirió— ¿Todo lo malo que habría pensado en ese momento al ver que tardabas en llegar?

— ¡Qué ya entendí, Henry! —chilló Samuel— ¡Soy un mal omega, lo sé!

— No eres un mal omega... —gruñó su hermano— Ya estamos aquí y mira... —hizo un gesto con su cabeza— Tu alfa te está esperando en la entrada.

Samuel echó un vistazo hacia la dirección que su hermano le había indicado, encontrándose, efectivamente, a su alfa con una cara que no delataba alegría.

— Omega... —gruñó Emma con histeria, arrancándolo de la espalda de Henry para tomarlo entre sus brazos— ¿Por qué has estado llorando? —inquirió, olfateando de forma exhaustiva el cuello de su omega— ¿Qué te ha pasado, cariño?

Samuel miró a su alfa con incredulidad.

— ¿Cómo...? —se calló— ¿Cómo sabes que he estado llorando? —inquirió, impactado.

— Bueno, creo que es hora de desaparecer —comentó Henry mientras se alejaba lentamente— ¡Disfrutad el día libre!

Tobby lo saludó al entrar con una emoción que le duró un par de segundos.

Se cansó de saltar sobre las piernas de la alfa para intentar alcanzar al omega y, viendo que ésta no tenía ninguna intención de bajar al omega, Tobby salió a correr hacia su nido nuevamente.

— No me has dejado saludar a Tobby, alfa —refunfuñó Samuel con un pequeño puchero en sus labios.

— Tú no has contestado mi pregunta, omega —comentó Emma con toda la calma que pudo encontrar en ese momento— Llevo toda la mañana sintiendo tu malestar y cuando he llamado a Henry me dijo que no pasaba nada, que lo tenía todo bajo control —gruñó con molestia— Pero tu malestar no cesaba, así que quería golpearlo por ese «lo tengo todo bajo control».

— Fui a una especie de entrevista de trabajo, alfa —comentó Samuel, mordiendo su labio inferior— Amo escribir y creí que sería una buena oportunidad, pero no me han aceptado —bajó su cabeza, apenado— No quise decirte nada porque sabía que iba a fracasar.

— Oh, mi pobre omega... —refunfuñó Emma, besando su frente— Amor, comprendo que todo esto es nuevo para ti, pero necesito que confíes en mí, por favor —suplicó con dulzura— Soy tu alfa. Y, como tal, voy a estar ahí para apoyarte en todo, absolutamente todo —continuó— Es lo que estoy intentando demostrarte con el cortejo, amor.

— Lo siento muchísimo, alfa —susurró, comenzando a sollozar de nuevo— Siento muchísimo estar arruinando nuestro cortejo.

— No tienes nada que sentir, cariño —comentó ella con dulzura, secando sus lágrimas— No estás arruinando absolutamente nada —besó castamente sus labios, provocando que el omega se sonrojara— Solo recuérdalo a partir de ahora, ¿vale?

Samuel asintió.

Emma, por su parte, preparó un baño con sales de baño para mimar a su omega.

Éste se animó a contarle todo a su alfa, desde sus gustos, comida favorita, color favorito hasta de dónde había surgido su afán por la escritura.

El omega comprendió que podía abrir su alma a su alfa sin esperar reproches a cambio, así que no encontró mejor momento para confesarlo todo lo que la alfa no pudo descubrir por sí misma en todo aquel tiempo que tomando un baño relajante junto a Emma con su cabeza apoyada en el hombro de ésta.

Finalmente, había encontrado su lugar; su omega lo había encontrado y su alma también; pronto ambas almas se unirían y serían una sola.

Alfa, quiero un nido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora