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Samuel no tenía un buen presentimiento.

Una extraña sensación recorría su cuerpo constantemente, provocando pequeños gimoteos que intentaba acallar como podía.

No quería empeorar el estado de su alfa, el cual parecía rozar el límite.

Estaba jugando con los cachorros que una de las hermanas de su alfa dejó para que Emma los cuidara cuando ésta recibió una llamada que la hizo enloquecer.

Tuvo que dejar a los cachorros al cargo de sus vecinos, los cuales no tuvieron problema alguno por su buena amistad desde que ella se mudó a aquel vecindario un tanto aislado.

Su omega le gritaba, recriminaba y lloriqueaba que debía haberse quedado en aquel lugar, seguro en su nido, cuidando a aquellos cachorros. No obstante, la insistencia por parte de Samuel en no querer abandonar a su alfa en lo que parecía ser un muy mal momento para ella, lo hizo subir al coche sin pensarlo dos veces.

Ahora, por supuesto, comenzaba a arrepentirse.

— Alfa... —susurró tembloroso, mirándola con súplica— ¿Qué hacemos aquí?

Habían llegado al edificio que reconoció perfectamente.

Eso no le habría preocupado de no haber sido porque también reconoció un coche que, por supuesto, tenía grabado a fuego en su memoria.

«Puede ser de otro.
Será porque no hay miles de modelos»
Intentó animarse a sí mismo.

— Ven conmigo, cariño —comentó un poco ansiosa— Necesitamos entrar cuanto antes.

Samuel asintió, bajándose del coche a regañadientes. Intentó seguir el paso apresurado de su alfa, teniendo que correr en un par de ocasiones para no quedarse atrás.

Emma estaba tan alterada que no se percató de aquel hecho. Ni siquiera se había dado cuenta del evidente estado nervioso de su omega.

Al entrar al imponente edificio, un pequeño tumulto de personas los recibió, así como un par de policías que estaban interrogando a un par de personas.

— ¿Qué ha pasado? —inquirió con un pequeño gruñido, prácticamente abalanzándose a uno de los policías— ¿Dónde está mi hermano?

— ¿Tú eres Emma? —ella asintió con brusquedad— Bien. Ve a la última planta y allí te lo explicará mi compañero.

Emma volvió a asentir, tomando la mano de su omega para hacerse paso entre la multitud.

— No debería... —

— Es mi omega y, por tanto, vendrá conmigo —gruñó ella, interrumpiendo al oficial— Vamos, cariño.

No fue hasta que se encontraron solos dentro de aquel espacio cerrado que Emma se percató del estado de su omega.

Gruñó más fuerte, recriminándose lo mal alfa que estaba siendo, tanto para su hermano como para su propio omega.

— Ven aquí, cariño —comentó con suavidad, estrechándolo entre sus brazos— ¿Qué te ocurre?

Samuel negó, ocultando su rostro en el cuello de la alfa para aspirar su aroma.

— No lo sé, alfa —murmuró— Pero no quiero estar aquí.

Emma frunció el ceño, intentando recordar si por accidente había obligado a su omega a ir con ella.

— Pero tú querías venir, omega —comentó con suavidad.

— Sí, pero... —

Las puertas del ascensor se abrieron, dejándoles ver el último piso con un par de oficiales, así como una alterada Jessica.

Alfa, quiero un nido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora