La primera vez que te vi, honestamente, no sabía que ibas a ser tan importante para mí.
Fue un día realmente agotador.
Los policías no dejaron que su alfa abandonara el lugar hasta que todos los papeles estuvieron en orden.— La noche está muy fría, alfa —refunfuñó el omega con un pequeño puchero en sus labios.
Tobby echó a correr hacia su propia habitación para acurrucarse en el cómodo y calentito nido que había sido preparado por Samuel con tanto amor en cuanto tuvo la oportunidad.
— Sí, cariño —concordó ella— La chimenea ya está encendida, ¿por qué no vas a sentarte frente a ella para entrar en calor? —él asintió con emoción— Te prepararé una taza de chocolate caliente.
— ¡Gracias, alfa! —chilló justo antes de lanzarse a besar su mejilla— ¿Puedes poner mi ramo en agua, por favor? —inquirió con otro puchero— Deseo que aguanten todo lo posible.
— Por supuesto, cariño —respondió ella, besando su frente— Ve ahora, omega —demandó con suavidad— Estás tiritando.
Samuel desapareció de su vista entre pequeñas risas, llamando al cachorro para que se uniera a él en el salón. Los sobrinos de Emma fueron recogidos por los padres de ésta, quienes se encontraban más capacitados para cuidarlos que la propia alfa.
Ese día no se encontraba especialmente de un humor aceptable para escuchar llantos, berrinches, chillidos y demás, puesto que su alfa le exigía mantener toda su atención únicamente en su omega, así que agradecía a sus padres aquel gesto.
Colocó el ramo en un jarrón de cristal lo suficientemente grande como para abarcarlo todo sin ningún problema, disponiéndose poco después a elaborar el chocolate.
Ciertamente, ambos habían cenado en la cafetería del edificio junto a Henry, Mason, Peter y Jessica.
Pero conceder un capricho más a su omega no podía ser tan malo, aunque lo único que deseaba era tumbarse en la cama con su omega entre sus brazos y dormir por un tiempo indefinido.
— Aquí tienes, hermoso —comentó con una gran sonrisa, entregándole la taza— Tobby no ha querido unirse al final, ¿eh?
Emma se sentó tras el omega, acomodándose de tal forma que Samuel quedó entre sus piernas, siendo tomado en un abrazo que manifestaba posesividad.
— No, no ha querido alfa —comentó Samuel con una pequeña sonrisa justo antes de darle un pequeño sorbo a su chocolate— Estará muy dormidito ya en su nido.
Emma asintió, depositando un pequeño beso en su cuello.
— ¿Es cierto, alfa? —inquirió Samuel, intentando contener su emoción.
— ¿El qué, cariño? —
— Que has iniciado el cortejo —susurró, sintiendo sus mejillas tomando calor.
— Sí, amor —comentó la alfa, gruñendo de forma juguetona— ¿Estás cómodo con eso? —inquirió ahora algo más seria— Porque podemos posponerlo hasta que te sientas bien con la idea.
— ¡No! —chilló Samuel— Quiero decir... —aclaró su garganta— Estoy muy cómodo con la idea. No te detengas, alfa —suplicó, tomando otro sorbo de su chocolate— Es... —se calló— Nunca me había sentido así, ni me habían cortejado de esta forma.
Emma gruñó, cayendo en la cuenta de que aquel que se hacía llamar a sí mismo un alfa, habría hecho con el omega lo que le hubiera dado la gana. Estaba casi segura de que no lo cortejó realmente en su debido momento.
— No te preocupes más por eso, ¿sí? —demandó con dulzura— Voy a mostrarte lo que es un cortejo digno —lo estrechó con más fuerza entre sus brazos— Voy a mimarte tanto hasta que me des un sí, que acabaré volviéndote un omega caprichoso —depositó otro beso en su nuca— Voy a mimarte y amarte por el resto de mis días, omega. Y sé que tú también lo harás, así que deja de preocuparte por cosas que no lo necesitan, ¿sí?
— Sí, alfa —
— Bien... —gruñó, complacida— Porque, honestamente, la primera vez que te vi no sabía que ibas a ser tan importante para mí, pero en cuanto lo supe me hice la promesa de que no te dejaría caer nunca más, cariño.
Aunque por poco faltó a su promesa un par de horas atrás cuando sentía a su omega romperse nuevamente y no sabía cómo detenerlo.
Samuel sollozó bajito, aferrándose fuertemente a su taza de chocolate para tratar de calmarse, sin mucho éxito hasta el momento.
— No. No llores, amor —gruñó Emma, olfateándolo de forma desesperada para averiguar su estado de ánimo.
Suspiró de puro alivio al encontrar que estaba llorando, pero no de tristeza sino de alegría.
— Es tu culpa, alfa —comentó entre pequeños sollozos— Me dices cosas tan bonitas que no puedo no llorar.
— Bueno, si lo deseas se las puedo decir a Tobby —comentó Emma, juguetona— Creo que estará encantado de recibir muchos halagos y regalos.
Samuel gruñó bajito, dejando la taza a un lado. Se giró lentamente para encarar a la alfa, abalanzándose sobre ella para abrazarla de forma posesiva al instante.
— No, tú eres mía —gruñó Samuel— Yo me encargaré de halagar y regalarle cositas a Tobby, no tú —gruñó otra vez— Tú únicamente a mí.
Emma soltó una pequeña risita, correspondiendo el abrazo.
— Entendido, omega —comentó con diversión— Ahora termina tu chocolate que es hora de ir a la cama.
— Sí, alfa —comentó Samuel con emoción.
— ¿Dormirás en tu nido o conmigo? —inquirió la alfa, deseando que escogiera la última opción.
No obstante, si Samuel decidía dormir en su nido, no se opondría en ningún momento.
— Contigo, alfa —respondió Samuel al momento, sin pensarlo mucho— Quiero dormir contigo siempre, alfa —refunfuñó con una pequeña sonrisa— Solo utilizaré mis nidos para tomar alguna siesta y para cuidar a nuestros cachorros.
Emma sintió una calidez envolver su corazón, su cuerpo y su mente. Después de todo, imaginar aquella escena no podía no causarle nada. Imaginarse un futuro con su omega no le causaba ningún tipo de repulsión, desagrado u horror, sino todo lo contrario.
«Voy a poner todo el esfuerzo y empeño en mi primer y último cortejo»
Pensó Emma, complacida.
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Alfa, quiero un nido ©
WerewolfSamuel, un omega varón de veintiséis años, se siente preparado para dar un paso más allá en su relación. Él quiere un nido. Está listo para pedirle a su pareja un nido porque desea experimentar todas aquellas cálidas sensaciones de las que todo el...