Celoso

2.8K 156 121
                                    


Me da miedo cuando sales sonriendo pa' la calle, porque todos pueden ver los hoyuelitos que te salen... Cuando sales por la puerta, pienso que no vuelves nunca y si no te agarro fuerte, siento que será mi culpa...

Ha pasado una semana desde mi pelea con Aristóteles debido a mis celos. Sé que no debería sentirme inseguro, pues mi novio me ama y lo ha demostrado constantemente, pero es inevitable no sentirme así cuando me entero de que hay un hombre gay que posiblemente está interesado en él. Aristóteles es un chavo interesante y guapo, lindo y amable, considerado; por eso y más, atrae miradas y atención y me cala que no sea solo mi atención.

Pero estoy dispuesto a dejar pasar esto y no continuar peleando, pues es mejor disfrutar nuestro amor.

Cuando tomo esta decisión, veo qué tal vez ya es tarde, pues Aristóteles se porta diferente conmigo, o más bien debo decir, de manera indiferente. Amor, ¿me perdonarías?

Pasan los días y la cosa no mejora. Yo estoy poniendo todo de mi parte pero no parece ser suficiente. Ari casi no me mira, cuando intento agarrar su mano, la retira, se ha vuelto frío conmigo, no entiendo nada.

Van tres días que insiste en irse a casa solo. Presiento algo en mi corazón, algo no bueno. Así que esta tarde y contra toda confianza que nos tenemos, decido seguirlo y descubrir el por qué de su cambio tan drástico. Y lo que descubro me rompe el corazón en miles y miles de pedazos, no lo puedo creer.

Camino detrás de Aristóteles, para que no me vea. Y resulta que no va a su casa, más bien, va al parque, a ese parque donde hemos vivido tantas cosas juntos, tanto como amigos y como novios. No sé qué hace aquí solo, pero la sorpresa es que no se queda solo por mucho tiempo.

Resulta que el tal Mario también está aquí. ¡Maldita sea que si está muy muy guapo el cabrón! Ve a Ari y una sonrisa aparece en su cara. Lo que pasa después es que se le avienta y lo abraza de manera efusiva, pero Ari no lo quita ni repela, todo lo contrario, lo recibe con calidez entre sus brazos como tantas veces me ha recibido a mi.

Las cosas ya se ven mal, pero siempre pueden empeorar y así pasa cuando después del abrazo viene un beso. Uno apasionado como pocas veces he besado a Ari, pero lo más impactante es que Ari no hace nada por esquivar el beso. Al contrario, lo corresponde con la misma pasión y urgencia, algo que no le pasa conmigo.

Escucho un crujido que viene desde mi pecho y las lagrimas no tardan en salir, pero no me voy a quedar aquí como si nada, me van a escuchar. Con pasos decididos camino hacia ellos, hay una ira creciendo en mi cuerpo. Agarro fuerza de ella pues sé que este enfrentamiento no será nada fácil.

Justo cuando llego con ellos, se separan para tomar aire. Ari sonríe y en sus ojos puedo ver un brillo que hace mucho no notaba en sus ojos ¡¿qué está pasando?!

-¡Aristóteles Córcega! ¿Qué carajos crees que estás haciendo?-grito con todas mis fuerzas, pero Ari parece no importarle pues deja que Mario le haga una caricia en la cara.

Me paro a su lado pero parece no verme y yo no entiendo que chingados con su actitud.

-Aristóteles, por favor, vamos a casa, mi amor. Explícame lo que está pasando, yo te voy a escuchar, lo prometo, pero háblame ¡veme, carajo!- imploro llorando con desesperación -¿Por qué? ¿Por qué me haces esto a mi? ¿Ya no me amas? ¡Puta madre, Aristóteles! ¡Te estoy hablando! ¡Por lo menos ten las agallas de mirarme a los ojos y acabar con lo nuestro!

Intento agarrar su brazo para jalarlo y obligarlo a verme a la cara, pero pasa algo aún más raro: no puedo agarrarlo, es como si pudiera traspasar la piel de Ari o como si se me escurriera cual agua por las manos.

Playlist AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora