Cuñados: soledad

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Con los ojos vendados
No me importa el destino
Por estar a tu lado con tu mano en mi mano yo me escapo contigo
No haré ni una pregunta
No veré ni el camino
Tú me dices que puerta es la que lleva la luna, yo me escapo contigo

A Cuauhtémoc López le quedaba una semana más en Oaxaca. Sin embargo, las cosas ya no eran emocionantes.

Al contrario.
Temo y Aris ya no se vieron.

Aristóteles evitaba a toda costa encontrarlo. Aunque los Córcega hicieron actividades junto a los López como comidas familiares, él no asistía. Se inventaba cualquier pretexto, no tenía ánimo de ver a Temo.

Lo más triste fue la despedida de este.
Sabía que no estaba en sus planes regresar a Oaxaca por mucho tiempo, tal vez nunca volvería a ir. No lo sabía.

Y aunque quiso buscar su oportunidad para ver a Aristóteles por última vez, no lo logró.

Supongo que a veces las aventuras tienen que tener un final así, abrupto. Pero supongo que a veces esa es la belleza detrás de ellas.

↬•↫

Era un sábado común y corriente en el que Temo se encontraba en su departamento descansando de una semana pesada de trabajo.
Había estado fuera por un mes completo y ahora pagaba un poco las consecuencias, pues durante el mes siguiente, tuvo que recuperar ese tiempo. 

Es por eso que después de desayunar, se dio un baño para después sentarse en la sala y buscar alguna película que le ayudara a distraer su mente.

Vio todo el catálogo de opciones. Para su desgracia, todos los títulos hacían referencia a un solo sentimiento: amor.
Lo más raro era que con cada sipnosis que leía, podía imaginarse adentro de esa historia. Pero no estaba solo; el nombre, la cara, el cuerpo, la silueta, la voz de una misma persona aparecía en su mente actuando aquellos guiones junto a él: Aristóteles Córcega.

Sacudió la cabeza para alejar todos esos pensamientos y bufó.

-Amor. ¡Qué hueva!

Y como por arte de magia, alguien había tocado a su puerta para sacarlo totalmente de esas absurdas imágenes mentales.

La sorpresa que se llevó al abrir se podía notar en su cara.
No había podido reaccionar o decir algo, cuando una mujer se le abalanzó a los brazos. Él la recibió con un abrazo.

-¡Lupita! ¡Qué sorpresa!

-¡Hermanito! ¡Te extrañé tanto! -se separó de él.

-Yo, igual. Pasa, pasa. ¿Te ofrezco algo de comer o de tomar?

-Con un café está bien, gracias.

Y de inmediato, Temo fue a su cocina para poner algo de café y sacar unas galletitas que él amaba.
Lupita lo siguió, dejó sus cosas en una silla y se sentó en la barra de la cocina.

-¿Qué haces aquí? ¿No andabas por San Juan de Timbuktu o algo así?

Su hermana rió -Nunca cambiarás ese sentido del humor, ¿verdad? - Ahora fue el turno de Temo de reír. - Menso, obvio mi luna de miel ya acabó. Y vine a la ciudad por algo de mi beca, ya sabes, puros trámites ahorita.

-Me alegro mucho, hermanita. Eres todo un ejemplo. Pero cuéntame, ¿qué tal el viaje?

Lupita le contó acerca de lo mucho que se asombró con paisajes, gente, aromas, colores, sabores... habló de su gran aventura con el gran amor de su vida. Le dio algunos detalles divertidos de esos días.
Sus ojos brillaban. Se veía feliz y Temo era feliz por eso.

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