Ilusiones a la orden #3

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Mientes tan bien
Que me sabe a verdad
Todo lo que me das
Y ya te estoy amando
Mientes tan bien
Que he llegado a imaginar
Que mi amor llenas tu piel
Y aunque todo es de papel
Mientes tan bien

Por la tarde, la abuela propuso dar un pequeño paseo después de comer.
Los llevó fuera de la propiedad, había palmeras y un camino empedrado, muy relajado.

La abuela iba del brazo de Cuauhtémoc y el señor Balboa del de Aristóteles. Eso les daba la posibilidad de hablar con algo de discreción.

-Y... ¿Qué te parece Aristóteles, abuela? ¿Lo apruebas?

-¿Qué si lo apruebo? ¡Es más mi nieto que tú! Es adorable el muchachito. ¿Sabes? Hay algo que tiene que me encanta, no sé si te has fijado pero, tiene la mirada más hermosa que sus ojos.

Temo quedó impactado con lo que había escuchado y se quedó pensando en las pocas veces que había visto de verdad a Aristóteles.
Concluyó que la abuela tenía razón, desde que conoció a 'su esposo', notó el brillo natural y especial que salía de aquellos ojos caramelo.

Por otro lado, el señor Balboa iba hablando con Aris.
-Cuéntame un poco de tu historia... ¿tu madre era tan amorosa como la abuela?

-Yo no conocí a mi mamá y mi papá me abandonó en una casa hogar, no supe más de él.

-¿Cómo llegaste con el director Temo?

Aristóteles no supo por qué, pero no pudo evitar sonreír -Aún no sé cómo, creo que él me encontró a mí. O tal vez, las circunstancias nos ayudaron, no sé.

-Es que hacen una pareja entrañable. Se ven muy lindos juntos...

-Usted sabe que esto sólo es ficción.- le contestó con un tono dulce y amable.

-Si lo sé, Aris, lo sé y es una verdadera lástima; me hubiera gustado tanto que así hubiera sido la realidad, porque hubiera sido una realidad muy, pero muy bonita, ¿no crees?

Aristóteles no dijo más nada, soltó una risita que delataba que, aunque le costara admitirlo, sabía que era cierto.
Y esas palabras se quedaron dando vueltas en su mente por lo que restaba del paseo.

↬•↫

Los días pasaban con una lentitud agradable donde los cuatro disfrutaban de la compañía, del cariño, del engaño...

Una buena tarde de ese verano en que todo se sentía pesado por el viento cálido característico de la estación, la abuela, el señor Balboa, Aris y Temo, se encontraban en la sala de la casa, hablando de cualquier cosa cuando llegó Isabel con cuatro copas.

-Licor de lima casero, hecho por mi. -presentó la abuela. Se quedó viendo atenta a Aristóteles quien se encontraba sentado a su lado; no quería perderse su reacción por nada del mundo.

Éste dio un pequeño trago de su copa y se sintió maravillado. Era una perfecta y equilibrada combinación ácida y dulce.
-Abuela, me tiene que dar la receta. O, ¡¿Me dirá qué es un secreto de la familia?!

-¡No digas tonterías, Aristóteles! Para ti no hay secretos en esta casa; tú ya eres familia. -Los tres hombres volvieron a dar un largo trago de sus copas, si la abuela supiera... -Bueno, hijo, ven, ¡vamos al piano a tocar!

Esta vez, los tres se quedaron sorprendidos y el aire se llenó de un suspenso desagradable.

-¿Nosotros? ¿Tocar?- preguntó Aristóteles.

-¡Si, nosotros! My heart is waiting for you. (Mi corazón espera por ti). ¡Me muero de ganas por oírla! Es la canción que tocabas cuando conociste a mi Cuauhtémoc, ¿no? ¿Lo pronuncié bien?

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