Cuento de Navidad

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¡Hola! :)
Espero estén bien, disfrutando estos días, sus vacaciones y a su familia y amigos.
Les dejo esta adaptación de 'Cuento de Navidad', historia que amo mucho; espero les guste.
Les deseo la mejor de las navidades, compartan con sus seres queridos y sean felices; coman rico. Yo le agradezco mucho por estar aquí.
Les mando un abrazo.

Rosa M.

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Ubaldo Ortega había sido un buen hombre hasta que conoció el poder y se embriagó de él.

El cargo político que ganó justo después de casarse no fue muy bueno, ni lo que quería o buscaba, pero supo que desde ahí, podía ayudar aunque fuera un poco a mejorar cosas en la ciudad; así que, gustoso, cumplía con su trabajo.

Hasta que comenzó a ascender y conoció los beneficios que venían con ello; se encariñó más con el poder que con su vida, su familia, su hijo.

Nunca nada faltó en la casa de los Ortega Elizalde. La señora Soledad, su esposa, siempre fue compensada de ausencias y alguno que otro mal trato con joyas, viajes y lujos. Mientras que su único hijo, Diego, no pasó por ninguna carencia, pero sí exceso de regalos y cosas materiales.

Las cosas iban relativamente bien, hasta que Diego cumplió 17 años y Ubaldo fue propuesto como candidato a la presidencia de México.

La ausencia en su casa aumentó, a la par que sus responsabilidades y con ellas, el estrés y frustración. Necesitaba tener todo bien hecho y una imagen pulcra que convenciera a la gran mayoría de la población para que votara por él.

La carga sobre sus hombros era tanta, que terminaba por descargar sus frustraciones con su familia, en especial con Soledad.
Diego no paraba de escuchar peleas y reclamos de parte de su padre y decidió que era mejor irse a vivir con su mejor amigo.

En realidad, no era una idea tan descabellada, pues Temo López vivía con su novio Aristóteles Córcega en la privada que administraban sus tías, Nora y Dora Ortega. Entonces con confianza, Soledad y Ubaldo lo dejaron ir.

Pero las cosas en la casa se pusieron muy feas, hasta el grado de que Soledad por fin se enfrentó a su esposo; cansada de malos tratos, reclamaciones tontas y discusiones diarias, agarró sus cosas y se fue en medio de una fría noche de octubre.

Ubaldo se quedó solo y al principio no le importó, el enojo lo seguía cegando, pero al paso de los días, la soledad le iba afectando, aunque no le gustara admitirlo.

Ahora sus frustraciones eran descargadas en sus leales trabajadores.
Evitaba irse a su casa para no sentir nada, eso hacía que se quedara en su oficina más tarde de lo debido.

Los días pasaron y más pronto de lo que quería, había llegado diciembre.

-Hola, Ubaldo. Yo... -un penoso Temo entraba a su oficina

-¡Temo! Pasa, pasa; siéntate por favor. ¿Qué pasa?

-Gracias. -carraspeó -Mmm... venia a preguntarle si vamos a trabajar el 24 de diciembre.

-Si, si se va a trabajar. - le contestó con una sonrisa de campaña.

-Ok... pero, es víspera de Navidad...

-Se va a trabajar, Temo, ¿algo más?

-No, es todo. - se paró, pero al segundo se arrepintió; se volvió a sentar -De hecho, hay una cosa más.

Ubaldo hizo un gesto de desesperación -Dime. -dijo entre dientes.

-Quería saber qué habías pensado sobre mi proyecto de recaudación de fondos...

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