La primera Navidad

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Cuauhtémoc López Torres estaba muy feliz horneando la primera tanda de galletas navideñas del año.
Su hija, Bárbara, de 8 años lo estaba ayudando a cortar la masa con tiernas figuras de Navidad.

Sus actividades fueran interrumpidas unos segundos por la llegada de Aristóteles Córcega Castañeda, quien iba muy guapo con un suéter rojo, jeans y botas negras.

-¡Papi! -se lanzó la niña a sus brazos -¡Mira! Galletas.

El hombre abrazó cariñosamente a la niña, dejó un par de besos en su carita y dijo -¡Se ven ricas, Barbie! -y alzó a la niña quien soltó una risa por la tierna y juguetona acción.

Cuando la bajó de nuevo, dejó otro beso en su lacio cabello para que regresara a su ardua tarea de cortar la masa.
Aris aprovechó para acercarse a su esposo Temo y dejar un corto beso en sus labios.
Después se sentó frente a él, pensativo.

-Ora tú, tienes los ojitos tristes, ¿qué te pasa, bebé? ¿todo bien?

-No... Audifaz... va a venir a la cena de Navidad. -soltó con un suspiro y algo de pesadez al tiempo que Temo dejó de hacer lo que estaba haciendo debido a la sorpresa.

↬•↫

Audifaz Córcega Sierra tenía tal vez unos 15 años sin hablar con su hijo mayor Aristóteles.
¿La razón? Su mente cerrada no se lo permitía.

Aristóteles salió del clóset a los 16 años y desde entonces vivió su amor con Temo.

Tristemente, su papá fue uno de los más grandes obstáculos para que ellos pudieran vivir un amor libre.

Sin embargo, ninguno de los dos se dejó vencer, ellos querían estar juntos y sabían que no había nada malo en ello; no importaba lo que dijeran los demás, ellos no le hacían ningún daño a nadie estando juntos.

Su abuela, Imelda Sierra, fue otro obstáculo, pero con la edad le vino una enfermedad que la hizo reconsiderar las cosas y entender que era más importante la familia y pasar el poco tiempo que le quedara conviviendo con ellos en lugar de estar peleando; así que, antes de que fuera tarde, pidió hablar con Aristóteles y Temo, primero por separado para pedirles perdón y luego juntos para decirles que hacen una pareja envidiable y que los quería ver felices siempre.

Y aunque ella habló más de una vez con su hijo, nunca nadie logró sacarlo de su posición.

Y ahora, después de que Imelda y Tulio se murieron y Eugenio y Blanca se habían ido a vivir con su hijo Robert a Nueva York, se veía solo. Y aunque su orgullo era más fuerte que él, era Polita, su ex esposa, la que sentía tristeza de verlo solo en Navidad.

Y fue ella misma la que batalló mucho para convencer a su hijo Aristóteles de ir a ver y hablar con su papá.

Aris era orgulloso y algo necio, con la edad, el tiempo y convivir con Temo lo hicieron madurar y reflexionar para cambiar su actitud; sin embargo, cuando se trataba de Audifaz, regresaba a ser ese Aristóteles que ponía una barrera que funcionaba como protección, no sólo de él y sus decisiones de vida, sino también de su familia.

Pero Amapola insistió e insistió hasta que Aris aceptó.
Habló con él, y aunque el hombre no le pidió perdón y su relación seguía rota, Aris le ofreció su casa para pasar las fiestas.

↬•↫

-Está bien, mi amor. Es tu papá. Y aquí podemos hacerle un campito.

-Pero no está bien, Temo... después de lo que ha hecho y como nos ha tratado...

-Nadie merece estar solo en Navidad, Aris. Mucho menos cuando sabemos que nosotros podemos recibirlo aquí. -Aris gruñó enfadado; pero se le olvidaba que Temo lo conocía mejor que nadie -Tienes miedo, lo veo en tus ojos.

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