El niño en el espejo 2 (Emiliaco)

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Ya no llores.
Niño de un millón de flores.

-¿Por qué no vas y le preguntas directamente?

-No puedo, Niko... me siento muy, no sé cuál es la mejor palabra, ¿chismoso? - Eran las 11pm y Joaquín hablaba con Nikolás, quien era un amigo de su infancia.

-¿Cómo puedes ser chismoso con algo que te involucra directamente? Dices que lo escuchaste mencionar tu nombre, ¿no? Además de andar detrás de ti, buscándote. Es obvio que tiene algo pendiente contigo.

-O sea, si, pero...

-No, Joaquín, no hay pero que valga. Creo que tienes derecho a preguntar. Habla con él, es la única manera de saber.

Joaco sabía que Niko tenía razón y aún así, no sabía cómo era que se iba a acercar a Emilio para entablar esa difícil, rara y tal vez incómoda conversación.

↬•↫

Por otro lado, el chico de rizos estaba plácidamente dormido; para él, las 11pm era la hora en la que ya debía descansar. Aunque, ¿descansar? ¿Qué era eso?

Emilio estaba teniendo un sueño agradable que de pronto se convirtió en otra cosa. Era un niño de nuevo. Se encontraba en su salón de juegos, muy divertido jugando solo, cuando el niño en el espejo apareció de la nada. La parte divertida fue volver a ver a su amigo, no habló con él, sólo lo vio, le sonrió y se sintió feliz por el reencuentro. La parte fea, triste y rara fue que, pronto, Temocles se convirtió en Joaquín. Si, ese chico que estudiaba en la misma escuela que él y al que se la pasaba viendo por los pasillos, el mismo Joaquín.

Cuando Emilio decide dar pasos seguros hacia el espejo, entre la confusión, aparece el pánico. Ver a su amigo tan cambiado y él siendo un niño no era lo que esperaba, menos lo que necesitaba.
Todo empeoró cuando finalmente llegó frente a él.

-¡Aléjate de mi, niño raro! ¿Qué no ves que me das miedo? ¿Qué niño de tu edad sigue jugando con un amigo que no existe? ¿Tan solo te sientes?

-¡Temocles! ¡Temocles, por favor!

-¡No me llamo 'Temocles'! ¡Entiéndelo de una vez! Me llamo Joaquín y yo no soy amigo de personas como tú.

-¿Personas cómo yo?

-Si, como tú. Niños inmaduros de 16 años aterrados de su propia realidad de la que escapan. Y niños tontos como tú qué hablan con un espejo pero le tienen miedo a su propio reflejo.

-¡Temocles! ¡Joaquín! No me hagas esto, por favor. Yo... yo te quiero.

-Pues yo no. No hasta que madures, Marcos. - y se desvaneció dejándolo con una sensación horrible de vacío, miedo y tristeza.

Se despertó de un sobresalto, con el pulso acelerado, sudando y llorando
-¡Ya no quiero crecer! -dijo y abrazó a la almohada.

↬•↫

Emilio fue a la escuela, a pesar de que no se sentía bien como para entrar a clases. Pero supuso que era peor que se quedara en su casa, donde tenía demasiado miedo de siquiera pasar frente al salón de juegos, pues sabía que eso traería el recuerdo del sueño que lo había hecho sentir así.

Pero eso no quería decir que en la escuela se sintiera mejor, las palabras que escuchó la noche anterior retumbaban en su cabeza, daban vueltas sin cansancio, hasta el punto en que se lo empezaba a creer. ¿Sus amigos lo querían? O ¿Sería una molestia para todos?
Más pronto de lo que le hubiera gustado admitir, todos los temores de su infancia estaban volviendo, haciéndolo sentir indefenso, como un niño, como en su infancia.
Necesitaba aire, algo que lo distrajera o por lo menos, lo dejara pensar en paz.

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