Del odio al amor... (5)

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Wise man next to me did say 'Bout the one that got away Son I missed my chance Don't you let regret take place Of the dreams you have to chase Ask him to dance, go on son
You might fall down on your face Roll the dice and have some faith
And don't be falling in love as he's walking away
When your heart won't tell your mind to tell your mouth what it should say
May have lost this battle, live to fight another day
Don't be falling in love
As he's walking away

Pocas cosas le daban miedo a Mateo Symanski, pues siempre se consideró un hombre valiente y capaz.
Pero esto era demasiado, para todos.

Era inevitable pensar que en cualquier momento les caería una demanda por parte de Aristóteles y Diego. El escándalo era lo que estaba esperando.

Pero extrañamente, no pasaba.
Los dos chicos decidieron no hacerlo, sabían que podían perder y que no tendría caso. Además de que no querían que el foco de todos los medios de comunicación mexicano y hasta del mundo entero estuvieran sobre ellos; ellos sabían de eso, mejor que nadie.

Temo tampoco lo despidió. En él también crecía el miedo a ser expuestos ante todo el país y dijeran lo que dijeran, la mala imagen que quedara de ellos no se iría con nada.
Se prometió algo: si el barco se hundía, se hundía con todos, ni uno más, ni uno menos.

Evidentemente, esto dañó su amistad, así que Cuauhtémoc se limitó a llevar una relación cordial y profesional con Mateo, no más, no camaradería, no pláticas ajenas a los asuntos oficiales de México, no risas, ni nada. Serían el Presidente y su mano derecha.

-Ok... ¿eso es todo por hoy?

-Si, eso sería todo. Temo, ¿podemos hablar?

-No ahora, Mateo y por favor llámame Cuauhtémoc.- se paró y se fue.

↬•↫

Octubre llegó y con él, el Informe de Gobierno. Toda la prensa estaba invitada, por supuesto. Era importante escuchar los logros del Presidente en un año más de su sexenio.

Temo estaba ansioso por miles de razones.
Ensayó y ensayó lo que diría. Se preparó bien. Todo debía salir perfecto y ya que no había pedido la ayuda de Mateo, estaba solo en eso.

Mateo tenía una corazonada de lo que pasaría y sin duda tuvo razón. En un descuido, agarró la lista de medios confirmados. Su corazón dio un salto cuando leyó Diario la Luna de México, por desgracia no mostraba a los encargados del trabajo, lo dejó pasar.

Pero al medio día, cuando el evento comenzó, no hubo rastro ni de Aristóteles ni de Diego, ni siquiera Carlota dio la cara.

Al terminar, Chávez y compañía se encargaron de recoger el Salón del Pueblo. Temo, que estaba intranquilo, entró. Recorrió el lugar y pasó los dedos por la mesa que estaba ahí.
De pronto, se encontró con la mirada de Mateo.

-Tú también los esperabas, ¿verdad?

Mateo asintió, triste.

-Pues, ni qué decirte...- iba a dar un paso pero la voz del hombre frente a él lo detuvo.

-Cuauhtémoc... ya que me dirigiste la palabra en algo que no tiene que ver con el trabajo, ¿puedo pedirte perdón? De verdad que yo no quería que pasara lo qué pasó, esa nunca fue mi intención. Ni tú ni él debían encontrar esos papeles, y sé que en primer lugar, ni siquiera debieron existir. Tienes razón, esta es tu vida, estás son tus decisiones y yo lo único que debería de hacer es apoyarlas, no juzgarlas. De nuevo, una sincera disculpa.

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