Capítulo 22

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El camino está en un total silencio. Hasta se podría cortar la tensión que hay aquí con unas simples tijeras.

Estoy toda empapada y si no me caliento pronto estoy segura que pescare un resfriado.

Pero si ya te calentaste hace rato. Hace acto de presencia mi maldito subconsciente. Y la ignoro, como siempre.

Suerte que los asientos de este auto sean de cuero, no los podre arruinar, además de que son cálidos. Zack no me ha vuelto a hablar ni mirarme, solo se concentra en la carretera con la mirada fija en ella, y yo tampoco he intentado entablar una conversación con él.

¿Qué es lo que pasó? Sigo analizando lo sucedió hace tan solo unos minutos. Aun puedo seguir sintiendo el sabor a su boca y su lengua acariciando mi labio.

¡Eres una tonta Allyson! Me vuelve grita mi subconsciente. Pero esta vez le doy la razón. Vaya que si lo he sido, no debí dejar que esto se me saliera de las manos. Le echo toda la culpa al vodka. Estaba totalmente fuera de mí y mi mente estaba totalmente apagada. Me había dejado llevar por el frenesí del momento.

Zack se detiene en un semáforo y yo aprovecho para buscar mi bolso que supuestamente debería traerlo colgado de mi hombro.

Lo busco, lo busco y lo busco... pero no está, sigilosamente volteo para saber si está en el asiento trasero por si en algún momento lo tire ahí sin darme cuenta. Mi angustia y mis nervios se intensifican al no encontrarlo.

¿Dónde carajo lo deje? ¿Cuál es mi maldito problema de olvidarme el bolso siempre? Hago memoria y puedo acordarme de donde lo deje... en el auto de Liz.

Mierda.

¡Mi teléfono!

¡Las llaves de mi departamento están ahí!

¿Esta noche no podría ir empeorando más?

-Zack... -lo llamo en un susurro lo bastante audible para el.

Parece no haberme escuchado porque sigue con su vista en el cristal. Es eso, o simplemente prefiere ignorarme.

-Zack –vuelvo a llamarlo con la voz más firme y el voltea a regañadientes.

-¿Qué quieres? –me suelta.

-Yo me he... me he... -apenas puedo decirlo por la vergüenza que siento ahora- Me he olvidado mi bolso en el auto de Liz –le suelto por fin.

-¿Y a mí qué?

-Las llaves de mi departamento están ahí –le digo tratando de sonar calmada.

Pisa de la nada el freno del auto y hace que me incline hacia delante, si no hubiese tenido puesto el cinturón seguro me hubiera llevado un buen golpe. Se voltea hacia mí.

-¿Estas de broma?

Niego.

-Pero tú sí que eres idiota –me mira más serio que antes- Creo que tienes un maldito problema en olvidarte tus cosas en los autos  de los demás.

Me encojo de hombros

-¿Qué esperabas? Me llevabas a rastras hasta tu auto que ni me acorde del bolso.

-¿Estas tratando de culparme?

-No dije eso –hablo volteándome a ver por la ventana.

-¡Pues qué bueno! Por qué no iremos a buscarlo –vuelvo a mirarlo de golpe ¿Cómo que no iremos?

-¿Qué estás diciendo? ¡Necesito mi bolso! ¿Cómo entrare a mi departamento? –le digo casi en un grito.

-Ese ya no es mi problema –se limita a decir.

UNIDOS. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora