Capítulo 37

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-Esto es un secuestro –digo cruzándome de brazos.

-¿Siempre eres así de dramática?

-No es dramatismo. Acabas de meterme en tu auto en contra de mi voluntad para llevarme a quien sabe dónde y hacerme quien sabe qué. A eso se le llama secuestro.

Suspira y se pasa una mano por el pelo mientras conduce atento en la carretera. Veo pasar las luces y los edificios delante de mí. Me animo a encender la radio para que suplante el silencio en el que estamos. A medida que avanzamos, tanto los edificios como las casas se van escaseando y los suplantan árboles y más vegetación.

-Antes de que salgamos de Manhattan pasaremos por comida –informa de la nada y casi me atraganto con mi propia saliva.

«¿Salir de Manhattan? ¡No!»

-¿Cómo dices? ¿Estás loco?

Se encoge de hombros: -¿Quieres morir de hambre hasta que lleguemos?

-¡Quiero que me lleves a mi casa! ¡No saldremos de la ciudad!

-Yo pediré una hamburguesa. ¿Qué pedirás tú? –dice ignorándome como siempre.

Bufo y me cruzo de brazos dejando descansar mi cabeza en el respaldo. ¿Por qué tanta insistencia en sacarme de la ciudad? ¿A dónde piensa llevarme? Al menos que tenga la decencia de decirme. Llegamos a un local de comida rápida y Zack conduce hasta un micrófono para pedir la comida:

-Hola. Quiero una hamburguesa doble con queso y papas y una Coca-Cola. Y... –se da la vuelta para mirarme y saber lo que pediré. Que va. No me queda de otra. Me quedo pensando que ordenar. Pero como no tengo ni idea de lo que sirven aquí pido lo mismo que Zack:

-Hmm; lo mismo que tú, pero una Pepsi.

El asiente y vuelve a hablar al micrófono. Después de hacer nuestros pedidos vuelve a conducir hasta una ventana donde nuestras comidas esperan. Zack insiste en pagar toda lo comida y lo dejo hacerlo.

Pasan como alrededor de una hora y ahora sí que no hay nada de casas ni civilización. ¿A dónde me está llevando? Nunca he venido por estos sitios. Tal vez está pensando matarme, por eso me trajo a un bosque. Para que nadie escuche mis gritos de auxilio y pueda enterrar mi cadáver aquí y nadie me encuentre.

«Por dios Ally, debes dejar de ver La ley y el orden» Y creo que después de todo si soy muy dramática. Además, no tiene razones para hacerlo ¿Qué no? Nunca le he hecho nada malo. Solo me meto en sus cosas sin que me llame y le hago preguntas de todo tipo; pero nada malo.

Ya es de tarde y está empezando a anochecer. Zack detiene el auto en una pequeña colina donde se puede admirar la mayor parte de la ciudad. El lugar es muy silencioso, lo único que puedes escuchar es el vuelo de los pájaros o el sonido del viento chocando con las hojas de los árboles. Zack baja del auto y yo lo imito. El suelo está lleno de hojas de un color marrón característico de lo que fue el otoño en Nueva York. Ahora que estamos entrando en la primavera los árboles tienen más color y de los arbustos están brotando flores.

-Es hermoso... –susurro con la boca abierta admirando todo el lugar.

-Gracias, me lo dicen a menudo –me doy la vuelta para verlo. Es un creído. Y recién me doy cuenta de que está sentado en un banco que está a unos metros alejado de la orilla de la colina.

Estuve tan embobada con el lugar que no me di cuenta de ese banco, se lo ve muy gastado. Parece que lleva demasiado tiempo aquí sin que nadie le eche un vistazo.

-Idiota, hablaba del lugar –digo mientras me acerco para sentarme junto a él–. Nunca antes vine aquí.

-El lugar no es tan conocido, antes venían personas a correr, pero ya no lo hacen y me alegro de ello. Ahora es más tranquilo.

UNIDOS. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora