Capítulo 2

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22 de mayo 2018

Sus ojos verdes se encontraron con los míos que son de un color avellana muy claro. Sus pestañas son largas. Más largas que las mías supongo.

Durante unos minutos ninguno emite una palabra. Este chico que aún desconozco su nombre, se queda observando el lugar en el que se encuentra hasta que se vuelve a fijar en mí.

Y ahora es cuando me pongo a pensar con claridad. Acabo de meter a un extraño a mi departamento.

¿Qué tal si es un ladrón? ¿O un asesino? ¿O un abusador sexual? Bueno, de lo último no estoy segura. Parece joven, no creo que haga eso... pero ¿Quién sabe? Hoy en día la sociedad -principalmente la de los hombres- en mi opinión se estaba yendo al carajo, así que no puedo descartar nada.

-¿Dónde estoy? –su voz ronca me saco de mis pensamientos y rompe con el incómodo silencio.

-Te traje a mi departamento para poder curar tus heridas. –trato de sonar lo más calmada.

-¿Y tú quién eres? –enarca una ceja.

-La chica que te ayudo cuando nadie más lo hizo -dije con tonalidad cínica. Intentaba aligerar un poco el ambiente pesado pero no funciono.

-Me refiero a tu nombre. Dímelo.

-Ally Marín.

-¿Marín? –Elevo una de sus cejas al tiempo que hizo una mueca- Primera vez que escucho ese apellido.

-Es un apellido español. Mi padre era de descendencia española. Tal vez no sea un apellido común en América pero si en España.

No dice nada, solo se queda mirándome como si fuese algo raro.

Se volvió a hacer un silencio. Creo que debería ser yo quien hable esta vez.

-¿Y tú cómo te llamas? ¿y cuántos años tienes?

-Zack Collins, tengo diecisiete años.

Mi boca se abre en forma de "O". Pensé que tendría diecinueve años. Pero ¿Cómo un chico de su edad puede terminar en la circunstancias que lo encontré? La curiosidad me invade y decido preguntar:

-¿Por qué estabas tirado en ese lugar?

No parece nada sorprendido por mi pregunta. Frunció su entrecejo pero inmediatamente su expresión cambio a una más relajada y comenzó a reírse sin humor alguno.

-No creo que eso sea de tu incumbencia.

-Yo te ayude. Creo que al menos tendría que saber la razón de tus golpes.

-Y estoy agradecido que me hayas ayudado –dice tajante- Pero no te diré nada de lo que quieras saber.

-Seguramente es algo malo, por eso no querías que llamara a la policía –note como su cuerpo se tensó- ¿Estas metido en algo ilegal? ¿Drogas? ¿Peleas callejeras tal vez?

-Mierda. Preguntas demasiado ¿No puedes callarte? Deja de decir cualquier cosa.

-Entonces dime. –me cruzo de brazos.

¿Qué le cuesta decirme?

-No.

-Al ayudarte me involucre en todo ese rollo, deberías decirme.

-No –repite.

Se pone de pie, pero al momento de hacerlo se toca la parte derecha de su abdomen. Se encorva un poco y hace una mueca de dolor.
Rápidamente me pongo de pie y lo ayudo a que se siente de nuevo en el sofá.

UNIDOS. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora