"Ella era un huracán y a él le encantaban los desastres."
Había pasado al menos un par de minutos con la mano extendida hacia el rubio que la miraba perplejo e inmóvil. Podía notar su mirada de sorpresa sobre ella y finalmente bajó la mano porque era evidente que no iba a recibir un saludo afectuoso de su parte, seguramente por la forma en que había irrumpido en aquella oficina.
Permanecían en silencio y fue entonces que pudo verlo bien. Era un hombre mucho más alto que ella, incluso con los altos tacones que había elegido ese día. Podía notar su buena forma física bajo la camisa blanca que destacaba de la americana negra que traía abierta y que seguramente era el conjunto de sus impecables pantalones. Se concentró en detallar su rostro serio, aunque no era su cabello rubio y corto lo que destacaba de él sino sus profundos ojos azules.
—¿Sabías que es de mala educación dejar a una dama con la mano extendida? —Alzó una ceja mirándolo y logró verlo reaccionar al fin.
—Disculpe, pero no la conozco y creo que la forma en la que entró en mi oficina no es la adecuada.
—Probablemente no, pero al menos quise presentarme —Avanzó un paso hacia él, aún estando separados por el gran escritorio de madera—ya que usted decidió enviar a alguien más para atenderme.
—Estoy ocupado y Jaime tiene toda mi confianza para atenderla —Se sentó de nuevo en su sillón tras el escritorio, irritándola por su seriedad.
—Pero es usted quien se hará cargo de llevar mi caso, ¿no? —preguntó, aunque sabía la respuesta, sentándose en uno de los sillones frente a él y cruzando una pierna sobre la otra para después apoyarse en el escritorio.
—Así es, yo me haré cargo, pero le pedí a Jaime el favor de atenderla porque estoy muy ocupado —Su seriedad estaba consiguiendo irritarla, ni siquiera mostraba un poco de enfado por su forma de interrumpirlo y eso solo la molestaba más—. Si me disculpa puedo acompañarla de nuevo a la oficina de Jaime —Se levantó extendiendo su mano hacia la puerta ¡¿La estaba echando de su oficina?!
—¿Me está corriendo?
—Por supuesto que no, señorita...
—Hendrich, Regina Hendrich —aclaró al verlo dudar —se lo acabo de decir.
—Disculpe, señorita Hendrich, pero creo que Jaime la puede atender mucho mejor que yo —Intentó con sus palabras que saliera de ahí, pero él no la conocía y ella no se rendía tan fácilmente.
—Si he llegado hasta su oficina es porque quiero tratar directamente con usted; no me gustan los intermediarios —aclaró directamente—. Si usted va a ser el que sepa cada paso que doy, quiero saber quién es y ponerle cara.
—Eso no es necesario para llevar a cabo mi trabajo.
—Pues fíjate que para mí si es necesario saber a quien le estoy dando tantos detalles de mi vida —Lo escuchó suspirar, probablemente estaba colmando su paciencia, pero no iba a rendirse—. Si eres tú quien va a llevar mi caso, quiero tratar directamente contigo.
—¿Es para eso para lo que ha venido hasta mi oficina? —Asintió, rodando los ojos al escucharlo hablarle tan formalmente—. De acuerdo, cuando Jaime me ponga al día y comience la investigación yo mismo la mantendré informada de los avances.
Sonrió satisfecha al escucharlo. Probablemente lo hacía para que lo dejase en paz pero, había conseguido su objetivo.
—Quiero pedirte un último favor.
—¿Qué necesita?
—Que no me hables tan formal. Me haces sentir muy vieja y no lo soy ¿o acaso lo parezco? —Tocó su mejilla fingiendo preocupación, pero no obtuvo respuesta a su pregunta.
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Pequeña Tentación #BilogíaTentación
RomanceTras unas merecidas vacaciones con su mejor amiga, Regina regresará a los escenarios sin imaginar lo que la vida le tenía preparado. Regalos y notas sin firma la obligaron a buscarlo... Él. Alonso Dávila, la cabeza de una de las mejores agencias de...