"Estaba loca, joder, estaba loca. Tenía en su cabeza una locura preciosa. ¿Cómo no iba a perder la puta razón por ella?"
Un tono tras otro sonaba mientras escuchaba sus pasos golpeando con fuerza la cinta bajo sus pies. Esa mañana había decidido descargar su frustración haciendo ejercicio, pero aun así no podía rendirse y no saber nada de ella un día más.
No lo podía creer. ¡Una semana! Llevaba una semana sin saber nada de ella, más concretamente desde que le cerró la puerta en la cara. No había contestado ni uno solo de sus mensajes, tampoco sus llamadas y ni siquiera había podido encontrarla en su casa, aunque la había buscado varias veces. Había sido tan inteligente como para deshacerse de Nicolás diciéndole un par de mentiras y lo último que supo de ella fue porque había buscado personalmente al guardaespaldas que le había asignado, recibiendo como respuesta que ella se había encargado de decirle que él mismo la acompañaría los próximos días.
Bufó con molestia, furioso al no tener noticias suyas y frustrado por no tener la certeza de que estaba bien. Ni siquiera llegaba a comprender cómo podía ser tan inconsciente de hacer algo así.
—Pero ¿qué te pasa? ¿Es que acaso tu novia te tiene abandonado y tienes que gastar tus energías haciendo deporte? —detuvo la cinta y miró a Jaime fulminándolo porque lo último que necesitaba en aquel momento eran sus estúpidas bromas.
—Tu comentario está de más —Decidió ignorarlo y dejar la cinta para caminar hacia el banco donde haría pesas.
—Te estás matando a hacer ejercicio y eso quiere decir que algo no está bien —Rodeó los ojos y se tumbó luego de equilibrar en la barra los pesos—. ¿No es mucho? —preguntó.
—No —respondió con sequedad, levantando la barra con los pesos sobre su pecho y empezando con las repeticiones.
—¿Se puede saber por qué tienes ese humor de perros? —Se detuvo al escucharlo unos instantes, incorporándose un poco para mirarlo.
—¿Es en serio que me lo estás preguntando? —Alzó la voz más de lo que quería, llamando la atención del resto de personas que estaban en aquel gimnasio.
—No seas irónico y sarcástico. Cuéntame de una vez y termina de desahogarte —Suspiró y se tumbó de nuevo sobre el banco para tomar la barra con pesos otra vez.
—Hace una semana que no sé dónde está Regina —soltó sin pensarlo y siguió su tarea viendo cómo Jaime se sentaba en otra máquina a su lado para ejercitar las piernas.
—Estoy seguro de que algo pasó entre vosotros. Tu novia tiene carácter y conociéndote... —Lo miró de reojo y el castaño dejó la frase incompleta—. ¿Qué ha pasado? —se corrigió.
—Peleamos —Escuchó la risita divertida de su mejor amigo y su mirada fulminante lo hizo callar.
—¿Qué le dijiste? —Alzó una ceja mirándolo. ¿Cómo era posible que supiera tan bien que algo había pasado?
—Solamente le dije que no fuera tan efusiva delante de Nicolás y el resto de los empleados porque podrían confundir las cosas y empezar chismes —Ahora fue el castaño quien alzó su ceja y negó con la cabeza apartando la mirada de él—¿Qué?
—Que no puedo creer que la hayas rechazado de esa forma.
—¡No la rechacé! —Levantó la voz de nuevo, pero arrepintiéndose de inmediato—. No la rechacé porque no tenemos ninguna relación personal ni amorosa, por eso le pedí que mantuviéramos la distancia.
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Pequeña Tentación #BilogíaTentación
Roman d'amourTras unas merecidas vacaciones con su mejor amiga, Regina regresará a los escenarios sin imaginar lo que la vida le tenía preparado. Regalos y notas sin firma la obligaron a buscarlo... Él. Alonso Dávila, la cabeza de una de las mejores agencias de...