Capítulo 59: Durante el resto de nuestras vidas ✅

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Salió de la ducha, anudándose la bata de satén y viendo a través de la ventana el escándalo que había organizado abajo, en el exterior. El sol brillaba con más intensidad que nunca y sonrió al darse cuenta de que el día los acompañaría y les permitiría celebrar como esperaban.

Su hermana no tardó en llegar en compañía de las estilistas que la prepararían, mientras su madre se encargaba junto a Fernanda de que los organizadores hicieran todo como estaba planeado. Cerró los ojos mientras se dejaba maquillar y peinar por las especialistas y sintió entonces los nervios que trataba de mantener a raya.

Esa tarde, se casaba con el hombre que amaba. 

Se habían trasladado la tarde anterior hasta el lugar que habían escogido para celebrar su matrimonio: una finca a las afueras de Madrid, con un gran jardín y varios salones, así como habitaciones para que todos pudieran descansar ahí hasta el día siguiente si lo deseaban. Después de mucho pensarlo, ambos decidieron que deseaban una ceremonia íntima con sus familiares y amigos más cercanos que les permitiera disfrutar del día sin más preocupación que la de ser felices.

—¿Cómo te ves, Regina? —preguntó su peluquera, obligándola a abrir los ojos para verse al espejo.

Curvó sus labios apenas vio su reflejo en el espejo. Había decidido usar un tono dorado con brillos para la sombra de ojos y que hacía que resaltaran como ella quería. Sus pestañas se veían más largas y, a pesar de que en sus mejillas apenas habían puesto un poco de color, sus labios tenían un color rojo pasión que amó sin dudarlo.

—Es perfecto, gracias.

—¿Y el cabello? Dime cómo quieres la tiara.

Su emoción fue evidente al ver la tiara que iba a colocarle. Era sencilla y fina, pero con piedras que brillarían con el sol y harían de su recogido el ideal para ese día.

—Hermanita —susurró Alicia, viéndola por el espejo y trayendo a su sobrino con ella—, estás preciosa —la halagó con los ojos aguados y con una mano cubriendo sus labios.

—No se te ocurra llorar —la amenazó, poniéndose en pie para saludar a su sobrino que vestía un precioso traje negro a su medida—. ¿Cómo va todo abajo?

—Solo falta que llegue la novia —intervino su madre entrando en la habitación, cargando a su hijo.

No dudó en tomarlo y besar sus mejillas, comprobando que estaba tan guapo y elegante como ella esperaba. Le había mandado hacer un traje a su medida con chaqueta y pantalón negro, al igual que la pajarita y el fajín en su cintura, pero con la camisa blanca e impoluta.

—Mi Puntito está precioso. ¿Y dónde está mi hija? —Fue entonces que escuchó sus patas resonar contra la madera y pronto estaba correteando a sus pies y ladrando por su atención—. Mi bebé... Por Dios, estás divina.

Su madre volvió a cargar a su hijo y ella alzó a su bebé mayor. Iba vestida con un traje blanco hecho especialmente para ese día, con una pequeña cola con piedrecitas y muchos brillos en el resto de su atuendo.

—Cariño, debes vestirte ya. Tu futuro esposo está al borde del infarto —le recordó su madre.

Asintió sin decir nada más y fue su hermana quien salió con los tres bebés. Su madre se encargó de sacar el vestido de novia de su funda y lo miró maravillada. Siendo tan solo unos minutos los que necesitó para quedar completamente lista y perfecta para su gran día. 

El escote en V marcaba sus pechos y le daba el toque sexy al igual que su espalda que estaba descubierta casi al completo. Las mangas y el cuerpo de encaje se adaptaron perfectamente a su figura y la falda caía suelta hasta sus pies, los mismos que ya se encontraban acomodados en los altos zapatos de tacón. Finalmente, el velo que caía desde la tiara le daba el toque ideal. Sus ojos se aguaron al verse y aceptó el abrazo que su madre le ofrecía.

Pequeña Tentación #BilogíaTentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora