Los paramédicos la detuvieron cuando intentó ir tras la camilla que corría por el pasillo con Alonso desangrándose sobre ella completamente inconsciente. Las puertas se cerraron y quedó sola en ese hospital. Todavía podía escuchar las sirenas de la ambulancia y las patrullas acercándose a ellos, los gritos de Jaime al verlo herido pidiéndole que presionase con todas sus fuerzas el lugar por donde se había colado aquella maldita bala. Y cuando llegaron a atenderlo, ni siquiera lo pensó y subió en la ambulancia tras él sin saber nada más de lo que pasaría con ese hombre.
Sintió una mano posarse en su hombro y al alzar la vista pudo ver los ojos cansados y preocupados del mejor amigo de su prometido. Estalló en llanto y se refugió contra su pecho, sintiendo que sus brazos la rodeaban tratando de darle algo de consuelo por la angustia que sentía. Acariciaba su espalda intentando calmar su llanto, susurrándole que todo iba a estar bien y que Alonso se recuperaría dando por terminada su pesadilla.
—Estaba muy mal, Jaime —dijo entre sollozos, recordando la forma en que la sangre brotaba de su abdomen—. Había... Estaba...
—Sh, tranquila. Tranquila —Besó su coronilla y la apretó un poco más contra su pecho—. Alonso es fuerte y saldrá de esta, ya lo verás.
—Si algo le pasa, me muero —confesó viéndolo a los ojos, dándose cuenta que los de él también estaban rojos y aguados.
—No le va a pasar nada. Lo operarán y en unos días estará recuperado —aseguró.
En apenas minutos, los padres de Alonso llegaron en compañía de Fernanda. Todos la abrazaron y se alegraron de volver a verla, sobre todo Ana María. Fue ella quien soltó en llanto apenas la vio, pidiéndole disculpas por lo sucedido y obligándola a recordarle que nada de lo que pasó había sido su culpa y que era ella quien debía agradecerle el haber arriesgado su vida para intentar evitar que ese hombre se la llevara.
—Hija, estás llena de sangre. ¿Estás herida? —preguntó su suegra con preocupación.
Alzó sus manos y fue entonces que se dio cuenta que estaban empapadas por la sangre del rubio, al igual que su blusa y sus pantalones.
—No, no es mía, es... es de Alonso —Los ojos de su suegra se abrieron de inmediato—. Es... es él quien está herido —aclaró, dejando que fuese Jaime quien les explicara lo sucedido.
Escuchó los sollozos de Laura que se aferraba a su esposo, al igual que la abuela de su prometido. Ambas lloraban con desesperación y fue Fernanda quien se acercó para abrazarla con fuerza.
—¿Familiares de Alonso Dávila? —preguntó una mujer vestida con traje azul y un gorro en su cabeza.
—¡Yo! —gritaron al unísono tanto ella como Laura—. Soy su prometida. ¿Cómo está Alonso? —interrogó a la mujer sin perder tiempo.
—Bueno, no puedo mentirles. El estado del señor Dávila es muy delicado —Escuchar esas palabras fue como sentir un puñal clavándose en el pecho y pronto sintió los brazos de Fernanda rodear sus hombros—. La bala alcanzó el bazo y perdió mucha sangre. Debemos operarlo, pero necesita una transfusión con urgencia o no resistirá la cirugía. ¿Alguno de ustedes tiene el tipo de sangre cero negativo o a negativo?
—Yo. Yo soy cero negativo —respondió sin dudar su mejor amiga.
—Yo también puedo donar —se ofreció Pedro—. Soy a negativo.
—Perfecto. En ese caso, deben rellenar un cuestionario para estar seguros de que son aptos para la donación.
—Sí, por supuesto —accedió de inmediato Fernanda.
—Lo que sea, no hay problema —agregó su futuro suegro.
—De acuerdo. Entonces acompañen a la enfermera, por favor. Hay que realizar la transfusión lo antes posible.
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Pequeña Tentación #BilogíaTentación
RomanceTras unas merecidas vacaciones con su mejor amiga, Regina regresará a los escenarios sin imaginar lo que la vida le tenía preparado. Regalos y notas sin firma la obligaron a buscarlo... Él. Alonso Dávila, la cabeza de una de las mejores agencias de...