Aún seguía sintiéndose como en una nube después de presenciar el nacimiento de su hijo. Siempre supo que Regina era una mujer fuerte, pero, después de esa tarde, no dudaba que era la más fuerte que había conocido. Verla trayendo al mundo a su hijo fue la escena más hermosa y conmovedora que nunca imaginó vivir. Ahora, tenían con ellos a ese pequeño que era el fruto de su amor.
Era realmente increíble la forma en que se había repuesto en tan solo un par de horas. Apenas la trasladaron a su habitación, le pidió ayudar para maquillarse y ponerse ese pijama rosa de brillos que había comprado especialmente para su estancia en el hospital. Pero su arreglo se vio interrumpido por una enfermera que traía con ella a su pequeño Puntito. Su hijo ya reclamaba su alimento y siguiendo las indicaciones de la mujer no tardó en acomodarlo para complacerlo sin ningún tipo de dudas o quejas.
Por eso, mientras su hijo se alimentaba, él se encontraba en aquella situación: recibiendo sus quejas cuando, sin quererlo, le daba un pequeño tirón.
—Ay, Alonso —volvió a protestar, sin apartar la vista de su hijo—. Recuérdame que apunte que no eres para nada mañoso peinando.
—Lo siento, tesoro —se disculpó—. Nunca lo he hecho antes.
—¿Ni con tu hermana?
—Ella ni loca me dejaría peinarla —Soltó una sonora carcajada que alteró a su bebé, quien se calmó sin demasiado esfuerzo con unas cuantas palabras de la castaña—. Mi amor, yo creo que ya estás hermosa y perfecta —dijo, sentándose frente a ella en la cama.
—Pásame el espejo —ordenó, apresurándolo con una mano mientras que la otra estaba concentrada en no soltar a su Puntito —. ¡Ay, no! Alonso, estoy horrible.
—Claro que no —replicó divertido—. Yo nunca he visto una mamá más sexy que tú.
—¡Hey! —Chasqueó los dedos en su cara—Vista al frente, amorcito —ordenó señalando sus ojos y rió.
—Estoy mirando a nuestro hijo —se excusó.
—Perdóname que lo dude —Entrecerró los ojos y él solo se inclinó para besarla.
—Estás perfecta —sentenció y ella sonrió, halagada y complacida —. ¿Estás preparada para la avalancha que te espera ahora?
—Seguro quieren meterse todos, ¿verdad? —Asintió entre risas, viendo cómo colocaba a su hijo sobre su hombro y le daba pequeños golpecitos tal y como le había indicado la enfermera—. No me veas así porque más vale que aprendas a hacerlo también porque es tu hijo.
—¿Puedo dormirlo entonces? —preguntó entusiasmado, nervioso y con unas ganas infinitas de poder tomarlo entre sus brazos por fin.
—Anda, Puntito, ve con papá —accedió, entregándole a su hijo.
Sintió el calor de su pequeño cuerpecito contra su pecho y lo meció al sentir que comenzaba a inquietarse y a hacer pucheros con toda la intención de ponerse a llorar. Se puso en pie, acunándolo con cuidado de no moverlo en exceso y curvó sus labios al darse cuenta que funcionaba. Lo miraba y sentía que no podría despegar sus ojos de él, de lo hermoso que era y la cantidad de sentimientos que le provocaba.
Ilusión, miedo, emoción, amor... Tenerlo entre sus brazos era mucho mejor de lo que había soñado por tantos meses. La primera pregunta que pasó por su cabeza fue si lograría ser un buen padre y, aunque no tenía la respuesta, se juró a sí mismo hacer hasta lo imposible para conseguirlo.
Lo observó con más atención, detallando sus rasgos ahora que dormía tranquilo. Pudo ver sus ojos por un instante mientras se alimentaba y eran tan azules como los suyos; sus mejillas eran regordetas y su piel tenía un tono más claro que el de Regina, aunque era su cabello lo que más destacaba de su hijo y es que, aunque escaso, era tan rubio como el suyo.
ESTÁS LEYENDO
Pequeña Tentación #BilogíaTentación
RomanceTras unas merecidas vacaciones con su mejor amiga, Regina regresará a los escenarios sin imaginar lo que la vida le tenía preparado. Regalos y notas sin firma la obligaron a buscarlo... Él. Alonso Dávila, la cabeza de una de las mejores agencias de...