Capítulo 42: ¿Quién te protege a ti? ✅

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Continuaba temblando aún después de haber tomado la tila que el mismo Alonso acababa de prepararle. Sus nervios se habían disparado después de leer el mensaje y, a pesar de que el rubio le había asegurado que no tenía nada que temer, no podía dejar de pensar en aquellas palabras:

<<Aunque esté contigo, sigue siendo MÍA. Volverá a mis brazos y tú dejarás de ser un estorbo en nuestro camino.>>

—Ya Jaime viene para acá con varios de nuestros guardaespaldas —la informó regresando a la habitación—. ¿Te sientes mejor, tesoro? —preguntó sentándose junto a ella para que se acurrucase entre sus brazos.

—No, tengo mucho miedo —se sinceró con la voz temblorosa—. Te amenazó.

—No me hará nada, no puede —aseguró con demasiada convicción.

—Alonso, sabes que es capaz de cualquier cosa por llegar a mí —le recordó, colocando una mano en su vientre—. No quiero que te lastime, no soportaría...

—Sh —ordenó besando sus labios para callarla—, no me hará nada ni tampoco a vosotros —aseguró acariciando a su hijo—. Yo os voy a proteger.

—De eso no tengo duda, pero ¿quién te protege a ti? —lo cuestionó acariciando su mejilla, sintiendo un hueco en su pecho ante la sola idea de perderlo.

—No te preocupes por mí, mejor trata de descansar un poco —sugirió, aunque el sonido del timbre la hizo dar un respingo—. Tranquila, debe ser Jaime. Quédate aquí y descansa que yo me encargo de todo.

Asintió sin ganas de replicar a su sugerencia aceptando el beso que dejó en sus labios antes de que se recostase en la cama, cerrando los ojos cuando él salió aun estando segura de que no podría dormir en paz.


Cansada de dar vueltas en la cama, decidió darse una ducha para intentar relajarse. Podía escuchar las voces de Alonso y Jaime, junto con las de otros hombres, ir de un lado para otro en el salón. Lo más probable es que su prometido había tomado su sala de estar como sala de reunión ya que, con su foto colgada en la pared, no permitiría que ninguno de sus empleados entrara en su despacho.

Con algo un poco más cómodo y su cabello recogido quiso averiguar qué estaba pasando. Tal como imaginaba, cuando llegó al salón, había varios hombres que trabajaban con ordenadores mientras revisaban decenas de documentos.

—¿Sucede algo, amorcito? —preguntó al verlo concentrado con Jaime.

—Tesoro, ¿qué haces levantada? —la interrogó acortando la distancia entre los dos— ¿Te sientes mal?

—No podía dormir —aclaró—. ¿Qué hacen todas estas personas acá? Se supone que nuestra dirección es un secreto.

—Ellos son de confianza, mi amor, trabajan para mí en la agencia —explicó mientras ella los observaba con detenimiento—. Necesito encontrar algún rastro de ese mensaje y por ningún motivo pensaba dejarte sola en casa, por eso le pedí a Jaime que trajeran lo necesario para investigar desde aquí.

—¿Y encontraron algo? 

—No por el momento —respondió con enojo, podía sentirlo, lo conocía—, pero dime ¿necesitas algo?

—No, ya estoy mejor, es solo que no soporto estar en la cama.

—Regina —la llamó Jaime que regresaba de la cocina—, estás preciosa —la halagó al saludarla con dos besos.

—Muchas gracias —respondió con amabilidad.

—Me alegra verte tan hermosa —Le sonrió, consiguiendo que su mejor amigo lo mirase mal—y es que hay que reconocer que el embarazo te sienta de maravilla.

Pequeña Tentación #BilogíaTentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora