Capítulo 21: Eres como mi ángel guardián ✅

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"Soy fuerte, pero a veces también necesito que alguien me tome de la mano, me abrace y me diga que todo va a estar bien."


Nunca había subido las escaleras tan deprisa como en aquella ocasión mientras escuchaba los gritos de Fernanda del otro lado del móvil que sostenía entre sus manos. No podía perderlo, no podía soltarlo y eso era lo que más repetía en su cabeza: si perdía el teléfono estaba perdida. Llegó a su habitación y sin dudarlo la cerró, agradeciendo que todas las puertas de aquella tuviesen la capacidad de bloquearlas por dentro. Tiró el móvil sobre la cama y sin saber de dónde sacó las fuerzas, arrastró el mueble de su tocador para ponerlo delante de la puerta, bloqueando o, al menos, retrasando cualquier intento de ese tipo por entrar.

Tomó su móvil de nuevo y sin dudarlo se metió en el baño, bloqueando la puerta por dentro otra vez y dejándose caer en el suelo con las rodillas contra su pecho, dejando que las lágrimas humedeciesen su rostro.

—¡Regina! ¡Regina, contéstame por favor! —Escuchó los gritos de Fernanda y miró la pantalla del móvil. La llamada no se había colgado y lo puso sobre su oreja para escucharla—. ¡Regina!

—Estoy... Me encerré... Pero... Está aquí... —susurró con la voz entrecortada, sintiendo cómo el móvil temblaba entre sus dedos.

—Regina, voy para allá. Llama a Alonso y no salgas de ahí, amiga. No se te ocurra salir. Tranquila, ¿vale? 

—Sí... Sí... —respondió por inercia y pudo sentir el pitido que le anunciaba el fin de la llamada.

Temblando lo tomó entre sus manos y con dificultad, pues sus ojos estaban llenos de lágrimas que caían sin cesar, pulsó el nombre de Alonso en su agenda de contactos y lo pegó de nuevo a su oreja. Rogaba porque contestara, suplicaba para sí misma que Alonso tomara esa llamada cuanto antes. Podía escuchar sus pasos por las escaleras y eso la hacía temblar aún más, el miedo la estaba invadiendo y si él entraba ahí...

—¿Tesoro?

—Alon... Alonso... —lo llamó en un susurro suplicante, deseando que él se hubiese quedado a su lado.

—Regina, ¿qué pasa? —preguntó con rapidez al escucharla—. ¿Qué te pasa? 

—Está aquí. Él... Alonso, está aquí, en mi casa... —Apenas podía hablar y probablemente no se le entendía muy bien, pues hipaba por el llanto y el pánico que la estaban dominando—. Entró...

—¡¿Dónde estás?! ¡Dime dónde estás! —Lo escuchó desesperado y agitado—. Regina, ¡dime dónde estás!

—En... En el baño... Cerré la puerta, la bloqueé con un mueble —respondió, cerrando los ojos para evitar darse cuenta de que sus pasos se escuchaban cada vez más cerca.

—Escúchame bien, tesoro —advirtió, seguramente tratando de calmarse—. No salgas de ahí por ningún motivo, no digas una sola palabra ni te separes del teléfono. En este momento voy saliendo para tu casa con la policía.

—No... No tardes, por favor... Alonso, no tardes.

—No te muevas de ahí, te juro que no voy a tardar ni quince minutos, tesoro —Asintió y cortó la llamada.

Gritó al escuchar un golpe en la puerta de la habitación, la cual seguramente trataba de abrir. Tapó sus oídos temblando de miedo, llorando de desesperación y sintiendo que el pánico se apoderaba de ella casi dejándola sin respiración... Rogando en su cabeza que Alonso llegase antes de que él pudiese entrar a ese baño. 

***

Jamás en su vida pensó que conduciría así por las calles de Madrid, pero en ese momento lo que menos le importaba era que le pusieran una multa por exceso de velocidad. La ira corría por sus venas como si la sangre se hubiera convertido en ella, por su mente solo pasaba la idea de que ella estaba sola, encerrada y llorando mientras ese tipo trataba de entrar en el baño donde se encontraba escondida.

Pequeña Tentación #BilogíaTentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora