Una eternidad. Eso habían sido para él el tiempo que debió permanecer en el hospital hasta que el doctor decidió darle de alta. En esos días, Regina también se realizó análisis y diferentes pruebas que confirmaron que no había restos de arsénico en su organismo.
Fue inevitable que su familia supiese de aquella noticia, yendo todos de inmediato a visitarlo para comprobar con sus propios ojos que ambos estaban bien. Martina y su madre los cuidaron constantemente, impidiendo que su prometida durmiese en el hospital todas las noches aun cuando ella se negara.
Ya ambos se encontraban solos, en casa... Su madre y abuela se fueron pocos minutos antes y él lo agradecía porque, aunque amaba tener a su familia a su lado, necesitaba trabajar y descubrir quién era ese hombre que había tratado de envenenar a su mujer y a su hijo. Para su seguridad, había decidido aumentar la vigilancia en la casa y, aunque Regina aún no estuviese enterada, también tendría que salir con un par de guardaespaldas siempre que él no pudiese acompañarla.
—¿Es en serio que te pusiste a trabajar, Alonso? —reclamó, sobresaltándolo por su inesperada aparición—. No puedo creer que apenas saliste del hospital y ya estás con eso.
—Solo estoy poniéndome al día de los pendientes de la agencia —mintió—. Recuerda que Jaime tampoco estuvo activo estos días.
—Porque estuvo enfermo, muy enfermo, al igual que tú —le recordó cruzándose de brazos—. ¿Acaso no te das cuenta que pudiste haber muerto?
La sola idea de que eso sucediera le hacía temblar, a pesar de que no era un hombre que tuviera miedo. Su miedo era que ya no estaba solo, que Regina y su hijo dependían de él. La miró y pudo sentir el nudo que se había formado en su garganta al recordarle lo sucedido. De solo pensar que podía haber sido ella quien se hubiese comido esos bombones...
—Es mi trabajo —se excusó soltando un suspiro.
—Y yo creía que desde que Puntito existe en nuestras vidas eso había pasado a un segundo plano —le reclamó—. No quiero que sigas en eso. ¿No te das cuenta que ese hombre es peligroso?
—Ya te he dicho que no me hará nada, tesoro —Trató de calmarla, tomando su mano para que se acercara, cosa que evitó dando un paso atrás—. ¿Qué pasa?
—¡Que no puede ser contigo, Alonso! —Alzó la voz alterada—. Eso mismo me aseguraste hace unos días, el mismo día que terminaste en el hospital con una intoxicación por arsénico.
—Nos pilló desprevenidos —se excusó de nuevo—. Hacía mucho tiempo que no aparecía, había estado muy calmado y nunca imaginamos que podría hacer algo así.
—Pero tú mismo me lo has dicho en varias ocasiones —replicó—: no debemos confiarnos.
—Regina, lo voy a encontrar —aseguró—. Fue muy descuidado al mandarte esa caja de bombones.
—No me importa, no me interesa —rebatió con evidente enojo—. No quiero que te arriesgues. Por qué no entiendes, ¿eh? —Lo zarandeó al acercarse a ella—¿Por qué no entiendes que si a ti te pasa algo Puntito y yo nos quedamos solos? —reclamó con lágrimas en sus ojos, haciéndole sentir un hueco profundo y doloroso en su pecho.
—Mi amor, no pienso dejarte sola ni a ti ni a nuestro hijo —aseguró colocando una mano sobre su vientre—. Vosotros sois lo que más amo en la vida y lo sabes.
—Entonces demuéstralo —pidió con un hilo de voz—. Júrame que no te vas a obsesionar con esto, júrame que nunca más vas a salir solo a ningún lugar.
—Tesoro...
—¡Júralo, Alonso! —gritó alterada y empapada en lágrimas—¡Entiende que si te pasa algo yo me muero del dolor!
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Pequeña Tentación #BilogíaTentación
RomanceTras unas merecidas vacaciones con su mejor amiga, Regina regresará a los escenarios sin imaginar lo que la vida le tenía preparado. Regalos y notas sin firma la obligaron a buscarlo... Él. Alonso Dávila, la cabeza de una de las mejores agencias de...