Estar de nuevo en casa era realmente la mejor sensación que pudiera existir después de todo lo sucedido. Aun cuando todavía debían quedarse unos días más en la casa de la playa, él no terminaba de disfrutarlo por completo.
Casi todos sus familiares ya habían regresado a sus respectivas ciudades de vuelta a la rutina, pero ellos se habían obligado a prolongar las vacaciones unos días más por recomendación de su doctora. Sus abuelos, padres y hermana decidieron quedarse con ellos, al igual que Fernanda y Jaime, que también había hecho un viaje relámpago a Madrid para averiguar cómo iba el proceso contra ese hombre.
Una semana. Había permanecido por siete interminables días acostado en la cama sin que apenas le permitieran levantarse para ir al baño. Creyó que estando en casa eso cambiaría, pero ninguna de las mujeres que lo cuidaban le quitaban los ojos de encima y se habían tomado al pie de la letra su papel de enfermeras. Aprovechando su ausencia, decidió tratar de levantarse, aunque la herida que tenía en el abdomen continuaba molestándole con ciertos movimientos.
—Sh —le ordenó a Purpurina, que ladró al ver que se sentaba en el borde de la cama con el brazo sujetando su torso—. No hagas eso, Purpurina —la regañó, acariciándola con la única intención de llevarla a su terreno—. Mami no tiene que saber esto, ¿vale? Tú solo quédate calladita.
Acarició al pequeño animal cuando se acercó a él moviendo su colita con alegría. Sonrió complacido al ver que podría lograr su propósito, pero apenas se puso en pie ella comenzó a ladrar dando vueltas a su alrededor.
—¡Purpurina, no hagas eso! —le indicó que se callara poniendo un dedo sobre sus labios, pero fue inútil—. Purpurina, ven —Se sentó de nuevo y palmeó la cama a su lado, así que en menos de un segundo su hija estuvo sentada junto a él—. Me cuidas y yo te quiero por eso, cariño, pero ahora papá quiere caminar y si ladras mamá va a venir y tendré que seguir en la cama por quién sabe cuánto tiempo más.
Ella lo miró, sentada y moviendo su cola de nuevo. La acarició pensando que realmente aquel animal era demasiado inteligente porque estaba seguro que lo comprendía.
—Vamos a hacer una cosa —propuso, tomándola para recostarla sobre su regazo y hacerle caricias en su barriga—. Papá te comprará ese juguete que tanto querías la última vez que fuimos al veterinario si te conviertes en mi cómplice y no me delatas, ¿de acuerdo?
—Qué feo lo que haces, amorcito —Su voz lo hizo saltar del susto y apretó los ojos por un momento al sentir un tirón en su abdomen—. Vuelve a la cama —ordenó, obligándolo a obedecer—. No es tu estilo comprar a nuestra hija con juguetes, ¿sabías?
—Estoy harto de estar metido en la cama —se quejó, bufando con molestia cuando lo miró con los brazos en jarras—. Cuando termine esta tortura, odiaré tanto la cama que preferiré dormir de pie o en cualquier sofá.
—La doctora dijo que tenías que estar en reposo —le recordó—. ¿Por qué no entiendes que te dieron un balazo y casi mueres?
—¿Tú sabes a cuántos policías hieren al cabo del día? —replicó con otra pregunta, logrando únicamente que ella se cruzara de brazos y alzase una de sus perfectas cejas—Muchos.
—Tú eres investigador, no policía —aclaró, dejándolo sin argumentos—. Si tienes que estar acostado un mes completo, lo estarás.
—No puedes estar vigilándome las veinticuatro horas del día —Le sonrío con malicia—, tienes que atender a Puntito.
—Tienes razón, pero Purpurina tiene instrucciones precisas de estar pendiente de ti mientras nadie más pueda hacerlo —Fue ella quien ahora sonrío triunfante, orgullosa y altanera—. ¿Verdad, bebé?
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Pequeña Tentación #BilogíaTentación
RomanceTras unas merecidas vacaciones con su mejor amiga, Regina regresará a los escenarios sin imaginar lo que la vida le tenía preparado. Regalos y notas sin firma la obligaron a buscarlo... Él. Alonso Dávila, la cabeza de una de las mejores agencias de...