Abrazada a su vientre, miraba las gotas de lluvia correr por los ventanales. La tormenta parecía haberse detenido y para ella también todo el mundo a su alrededor. Podía sentir sus mejillas húmedas, su corazón que latía desenfrenado y los movimientos nerviosos de su pequeño dentro de ella. Escuchaba los pasos de Jaime de un lado a otro mientras conversaba por teléfono, pero sin conocer ni darse cuenta para qué o con quién. La mano de Martina sostenía con fuerza la suya y no la había soltado. Ella se mantenía inmóvil, repitiendo en su cabeza cada sonido y cada una de sus palabras. Las de Jaime confirmándole que aquel GPS había desaparecido y con él también Alonso.
—Regina. Amiga, toma esto —Levantó la vista, encontrándose con la taza que le ofrecía llena de un líquido ambarino que desprendía un olor que en aquel momento le provocaba náuseas.
Fue incapaz de emitir palabra alguna, miró la bebida y con extrema lentitud pudo levantar un poco más la mirada para ver a los ojos a su mejor amiga. Negó muy despacio y volvió a concentrar la vista en los ventanales.
—Por favor, Regis. Esto te hará bien. Es solo un té para los nervios —insistió, pero ella ya ni siquiera quiso responder porque en aquel momento nada podría bajar por su garganta.
—Dámelo, es mejor que no la obliguemos —intervino su cuñada y dejó la taza sobre la mesa—. Regina, vamos a la habitación, es mejor que te acuestes un rato en lo que Jaime soluciona todo.
—No —Logró hablar en un leve susurro—, quiero quedarme aquí.
Las dos callaron, sin volver a insistir en ello, conscientes de que no había nada que pudieran hacer para poder moverla de ahí.
—Sí... Está bien. Exacto, ese es. Ahora mismo voy para allá —La voz de Jaime captó su atención y pudo sentir que había algo en sus palabras, en esa llamada que acababa de colgar cuando se acercó a ella—. Regina.
—¿Está bien? Dime que sabes dónde está, por favor.
—La policía me avisó y en este momento voy al lugar del accidente. Apenas sepa algo más, te...
—No —lo interrumpió con rotundidad, poniéndose en pie—, yo voy contigo.
—Regina, por favor —pidió su mejor amiga.
—En tu estado no es lo recomendable, yo te avisaré en cuanto tenga noticias.
—Dije que voy contigo —repitió—. ¿Acaso tienes problemas de audición?
—Claro que no, pero...
—Pero nada. Dije que iré, así que pueden perder tiempo tratando de que cambie de opinión o pueden llevarme a ese lugar de una vez.
Lo que fueron minutos, se le hicieron horas. Parecía que aquel auto no avanzaba lo suficiente, que no llegaba a su destino. El sonido de las sirenas la alertó y supo entonces que ese era el lugar. No esperó a nadie más, bajó del auto y se paralizó al ver que se encontraban en un puente. Miró a su derecha y un temblor hizo que sus piernas flaquearan cuando vio que el río que pasaba bajo sus pies estaba al máximo de su capacidad y una gran grúa sacaba un auto de él.
Su corazón dio un vuelco y la mano del mejor amigo de su prometido fue lo que la ayudó a sostenerse. Lo reconoció, no tenía dudas. Ese era el auto de Alonso. Respiró profundo y cuando los peores pensamientos pasaban por su cabeza pudo distinguir una camilla que se dirigía a la ambulancia estacionada a unos metros de ellos.
—¡Alonso! —gritó y sin pensarlo corrió hacia él. Estaba con vida y las lágrimas que salían de sus ojos eran de felicidad, de felicidad al saberlo vivo—. Amorcito... —susurró con un nudo en la garganta al ver su estado.
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Pequeña Tentación #BilogíaTentación
RomanceTras unas merecidas vacaciones con su mejor amiga, Regina regresará a los escenarios sin imaginar lo que la vida le tenía preparado. Regalos y notas sin firma la obligaron a buscarlo... Él. Alonso Dávila, la cabeza de una de las mejores agencias de...