Capítulo uno

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CAPÍTULO I

Dorian Wolfe Gray

Era jueves y, como de costumbre, no me hallaba de buen genio. Conversaba con Tatiana y todo simulaba ir igual que siempre. Sin embargo, Susana irrumpió en mi respiro mental y se esmeró en hacerme la vida imposible otro día más... o eso profesaba yo.
Cuando me interceptó y me introdujo en aquel cuarto que yo llamo "El Salón de los Interrogatorios", debido a su gran parecido con una sala de interrogatorios de una estación policial, supe que mi día no sería tan desafortunado después de todo.

Ahí estaba de nuevo.

Cuando menos lo esperaba y donde menos lo esperaba, la miré. Fui testigo de la, seguramente, escena más vergonzosa que esa chica haya sufrido. No se parecía en absoluto a la chica que devoré con la mirada esta mañana. Ahora parecía un conejillo de indias sometido a un experimento científico.
Estaba temblando. Sus maravillosas piernas al descubierto se tambaleaban. Su cuerpo curvilíneo y su pollera roja sensual resaltaban aún más sus piernas ¿Cómo pudo venir vestida de esa forma?
Mis ojos no se despegaban de su cuerpo. Sus atractivas mejillas se veían sofocadas y el color que se congregaba en ese punto era sublime. La forma en que cruzaba sus piernas para controlar sus nervios me hipnotizaba. Me saboreaba los labios al imaginar succionar los de ella. Su escote se encontraba en el punto perfecto para dejarle marcas y así manifestar que era mía.

Sin embargo, solo la conjeturo desertando de mí. Me pregunto si ya sabe quién soy ciertamente, qué es lo que hago en este lugar y solo de pensar en su reacción, por alguna razón totalmente irracional, se me eriza la piel.
Ella no había dirigido sus ojos hacia mí, ni siquiera sabía que la estaba observando a través de la ventanilla camuflada por un espejo. No obstante, era interesante la forma en que se incomodaba y se revolvía en su propio eje, como si de alguna manera sintiera mis ojos sobre su fogoso cuerpo.

Deseaba que me viera.
"Aunque no se pierde de nada. ¿Quién en su sano juicio desea ver a un monstruo?"
Sé que mi descomposición psicológica es la culpable del ardiente sentimiento que se está apoderando de mí. En el núcleo de mis pensamientos más enfermizos se encuentra el siguiente enigma: ¿Podría ella aceptarme tal como soy?

En respuesta a mis patéticas interrogantes, mis labios se curvaron levemente hacia arriba. A pesar de que estoy más que consciente de quién soy, hay un rayo de esperanza que se empieza a formar. Mis venas arden y los dedos de mis pies se encogen absurdamente, la forma en que corre mi sangre empieza a ser inquietante. Estoy enfermamente obsesionado, lo sé, pero esta vez empiezo a alarmarme.



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Ruina Mental: Dorian Gray ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora