Capítulo cincuenta y siete|Ruina Mental

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Capítulo 57

Dorian

La cabeza me dolía. El corazón me palpitaba con tanta fuerza que empezaba a temer por mi vida. Me sentía terriblemente mal. Era como si alguien me hubiese golpeado en la cabeza y después de aquello me hubiese proporcionado guantazos por todo mi cuerpo.

—No entiendo por qué nuestra historia es tan difícil.

Mi corazón saltó y esta vez no porque estuviese nervioso, sino porque escuché la voz de una mujer que logró mover mi corazón. Sabía que aquella voz era importante pues solamente alguien que mueva de aquella forma mi corazón podía lograr algo así. Entonces, lo siguiente que hice fue todo lo posible por abrir mis ojos e incorporarme de aquella silla para ver los ojos de esa mujer, pero me fue imposible y, por lo tanto, lo único que hice fue decir:

—Ana...

¿Ana?

No podía creer lo lastimada que sonaba mi voz y lo agonizante que estaba. De verdad me encontraba en un estado crítico; ni siquiera podía hablar de forma apropiada.

—¡¿Sigues con eso?! ¡¿Qué acaso no aprendes?! ¡¿Cuántas veces tengo que hacerte daño para que te olvides de ella?! ¡¿Cuál es tu maldito problema?!

Aunque no recordaba nada de lo que había pasado con anterioridad mi subconsciente me hizo sonreír.

—No hay nada que logre hacer que me olvide de Ana —dije con el poco aliento que me quedaba. Mis costillas dolían y el pecho se me oprimía cada vez que pronunciaba una palabra —. Quizá puedas lastimar mi memoria, tal vez puedas intentar hacer la cosa más sucia que existan, pero de mi corazón no puedes sacar ese nombre.

¿Quién es Ana? —me pregunté.

No lo sé —contesté —, pero seguramente es alguien a quien realmente amo...

—¡¿Por qué?! ¡¿Qué demonios está pasando?! —Lloriqueaba aquella mujer que estaba frente a mí — ¡¿Por qué no la olvidas?!

—Porque la amo —contesté sin fuerzas y sin pensarlo —, porque yo amo a Ana... Anabeth.

Anabeth.

Aunque mi subconsciente era la que contestaba por sí sola y me hacía decir aquellas palabras mi cerebro no recordaba nada que tuviera que ver con aquel nombre.

Mi subconsciente también me hizo entender que la mujer que se encontraba frente a mí, en realidad era peligrosa y lo que fuera que estuviera haciéndome estaba mal.

—¿Quién eres? —Dije acompañado de una alocada tos —La vi a los ojos e intenté reconocerla o pensar en algún recuerdo que me conectase con ella.

Entonces, después de un fuerte chillido la miré coger una palanca que me empezaba a someter a una camilla que empezaba a adentrarse en un pequeño tubo.

Mierda.

Necesitaba salir de aquel lugar sin dudad alguna.

Sin embargo, a pesar de la fuerza que hacía para conseguir salir de aquel sometimiento no lograba siquiera mover un musculo. Y fue entonces cuando un sonido se escuchó a lo lejos, un sonido que al parecer sorprendió a la mujer que tenía frente a mí pues ella detuvo la maquina y miró hacia un punto fijo, intenté ver hacia el mismo sitio, pero no lo logré, mi cuello dolía igual que todos mis músculos.

La mujer palidecía mientras se acercaba hacia una puerta. Mientras ella hacía aquello, yo intentaba zafarme de la camilla... Pero me dolía pensar que era imposible.

Sí, era imposible —me dije.

Inténtalo una vez más —contesté.

Al parecer alguien forzó la puerta desde afuera pues de repente descubrió a una mujer de color que apenas y se asomaba gracias a la otra mujer rubia que intentaba volver a cerrar la puerta de metal.

Era mi momento.

—¡Ayu...! —intenté decir, pero mi lengua se desvaneció...

Tienes que pedir ayuda —me dije.

—¡Ayuda! —volví a gritar con dolor e inconscientemente dos gotas salieron de mis ojos.

Lagrimas —me afirmé —, las lagrimas se producen cuando algo en serio te duele.

—¡Ayuda! —Volví a gritar.

Entonces la mujer de piel oscura logró abrir la puerta y cuando lo hizo se encontró frente a frente con la rubia. Ambas se miraron con rabia, pero la morena logró ser más rápida y la sometió empujándola hacia una pared.

—¡Ayuda! —Dijo la morena mientras intentaba mantener controlada a la rubia.

Por alguna razón supe que la morena sería mi salvación.

—¡Guardias! ¡Necesito ayu...! —Pero antes que ella terminara aquella frase la rubia le otorgó un porrazo en la cabeza que logró hacerla caer.

Mierda.

—¡Ayuda! —Volví a gritar cuando me di cuenta que quizá mi única esperanza ahora estaba muerta.

—Esto es todo —rezongó la rubia —, mira lo que has hecho. Todo es tu culpa —me miró a los ojos y yo tragué saliva —, tienes que pagar, Wolfe.

¿Wolfe? ¿Acaso ese es mi nombre?

¿Quién era y por qué me estaban haciendo aquello?

¿Quién era Anabeth...?

¿Por qué demonios no recordaba nada de mi pasado?

Ruina Mental: Dorian Gray ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora