CAPÍTULO 34
Anabeth
Selena decidió pasar por alto lo ocurrido y yo también. Dorian y yo no nos hemos visto como más que amigos que sienten algo, o eso es de lo que intento convencerme cada vez que pienso en él. No he hablado mucho con Eric, por esa razón no he podido decirle lo que está pasando con Dorian y supongo que el día ya llegará, aunque no quiero imaginarme lo que pueda llegar a ocurrir ese día.
Cojo la caja que envolví en un papel de regalo con bordes que yo misma diseñé, se supone que son balones de básquetbol. Le preparé un regalo a Dorian, Selena me dijo que era mala idea, pero yo me convencí de que sería algo lindo, supuse que nadie le ha regalado nada en su cumpleaños y yo no podía ser como el montón. Salgo del pequeño espacio que supuestamente es mi oficina —aunque a mí no me gusta llamarle así— con el regalo en manos y me encamino a la cabaña de Dorian.
«Pobre, Dorian», me digo mientras camino. Está lloviendo y nada se ve alegre hoy, seguro está solo tomando una soda mientras ve televisión. Si los días de mi cumpleaños fuesen así seguro ya me hubiera lanzado en un acantilado pues hubiese pillado una horrible depresión. Menuda tristeza.
Puedo respirar con total libertad, Eric no está pues ha pasado con su padre desde su llegada y bueno..., no tengo que preocuparme por mentirle en la cara, aunque obviamente ya le hubiera dicho o al menos ya lo hubiera intentado.
Llego a la cabaña de Dorian y no hay nada ni nadie, me esperaba a sus amigos bebiendo con él, pero no, todo está completamente desolado. Qué horror. Me dispongo a tocar el timbre con la mano que tengo libre, espero que esté aquí. Espero, espero y espero, pero no recibo señales de vida dentro de la casa. Toco el timbre varias veces y no responde nadie. Tras otros intentos me doy por vencida y cuando ya estoy bajando las escaleras escucho el crujido de la puerta abriéndose detrás de mí. Me tenso y de inmediato me vuelvo a la puerta. Esbozo una gran sonrisa cuando lo veo. Está sin camisa y parece haber estado haciendo ejercicio, puesto que se ve algo sudado y cansado. Sus vaqueros amenazan con caérsele en cualquier momento. Con las manos apoyadas en el marco de la puerta repasa en mí con algo de perplejidad.
—Sorpresa —dije acercándome —, te he preparado algo.
Sin embargo, lo único que recibo de su parte es el amague de apartarme con su brazo.
Frunzo el ceño al igual que él lo está haciendo ahora.
— ¿Dorian?
—Vete, Anabeth —gruñe sin mirarme a los ojos.
Vale, ahora qué bicho le ha picado.
«Es bipolar, Ana». Me recuerdo.
Pero, ¿el día de su cumpleaños? Necesito hacer algo.
—Dorian... solo te traje un regalo.
—En serio —lo escucho suspirar, parece estar luchando internamente —, hoy quiero estar solo.
Me acerco más a él y le sonrío con tristeza.
—Creí que te gustaba que estuviera contigo.
— ¡Sí, pero no hoy! ¡Por el amor a Dios!
—Al menos recibe mi regalo.
—Haz lo que te pido por primera vez.
—No quiero irme —debato —, en serio, no pienso dejarte solo el día de tu cumpleaños.
Sí, bien, estoy siendo la persona más pesada en este instante, solo quiero que se sienta bien.
De pronto lo escucho rugir y a continuación la puerta se cierra de un tiro. Doy un respingo cuando posteriormente, viéndome completamente sola y algo humillada un deslumbre seguido de un estruendo se escucha en la soledad del campus. No puedo evitar chillar como una cría. No había notado que camino a este sitio pasé por un lugar completamente expuesta a un rayo. ¡Qué locura! ¡Y qué miedo! Pero supe que no había otra opción, Dorian no me abriría la puerta otra vez, parece estar demasiado enfadado como para soportarme y yo demasiado resentida como para poder verle otra vez. Respiro profundo y doy un paso para retirarme, no obstante, otro deslumbre me deja gélida y posteriormente el gran estruendo. «Vale, parece que me quedaré aquí». Me siento en el suelo y espero que la lluvia disminuya, pero no, no da señales de desaparecer.
***
Abro mis ojos y me revuelvo en la cama.
«Mmm... es muy cómoda y tiene un aroma que me recuerda a... ¡¿Dónde estoy?!».
Me incorporo de un tiro y visualizo el espacio, intento cerciorarme y mi mente no logra recapacitar. Me senté en el borde de la cama que no lograba reconocer y cuando coloqué mis pies en la baldosa sentí la cerámica completamente congelada, un escalofrío me recorrió entera. Me estremezco al ver una ventana del cuarto desconocido y escuchar la torrencial lluvia que está cayendo. «Lluvia».
La lluvia me recuerda a mi última imagen despierta, estaba en el cobertizo de Dorian esperando que los rayos pasaran. ¿Estoy en su cuarto? No, no puede ser su cuarto, así no se ve..., éste está arreglado y huele bien. Cojo el grueso edredón con el que antes estaba cubierta y me abrigo todo el cuerpo con él, después busco la salida del lugar. Bajo unas escaleras que parecen conducir al vestíbulo del lugar, recorro con la vista el sitio y es... es muy cómodo, me encantaría quedarme aquí. Doy vueltas sobre mi eje mientras me delito con lo acogedor que es el lugar...
— ¿Perdida?
No puedo evitar sobresaltarme al escuchar la voz de Trevor hablar. Me aseguro de que el edredón me esté cubriendo a la perfección y me estremezco cuando intercambiamos miradas. Mis ojos seguramente parecen dos bolas saltarinas, por otro lado, él parece estar divirtiéndose con mi reacción.
—Lo siento, no quise asustarte, doc.
— ¿Por qué estoy aquí? —Es lo único que consigo decir, mi voz suena débil y descompensada y con obvia razón.
—Estabas en la puerta de la casa de Wolf completamente dormida, no pude dejarte ahí tirada. Maldito monstruo, ¿cómo se atrevió a dejarte ahí?
—Pues...
La verdad es que estoy dolida, sabía que Dorian estaba enfadado, pero, ¿en serio? ¿Ni siquiera tuvo la cortesía de dejarme pasar? ¿Simplemente me dejó tirada ahí?
—Gracias —continúe —. Gracias por tener la amabilidad de no dejarme ahí, como otras personas.
Trevor se ríe unos segundos.
—A Wolf no le gusta su cumpleaños, no sé por qué, a él simplemente no le gusta y lo mejor es no meterse en su vida.
—A Dorian no le gusta nada.
—Solo tú.
Ahora la que se ríe soy yo.
— ¿Yo? ¿Acaso no has visto cómo me dejó plantada en la puerta de su casa?
Trevor se encoge de hombros y empieza a recoger unos platos, parece haber acabado de comer.
Estoy devastada, o más o menos así me siento, pensé que Dorian no podía llegar a ser tan cruel.
—Debo irme —le aviso dejando el edredón y haciendo el ademán de doblarlo.
Él me lo impide de inmediato.
—Tranquila, yo lo hago —dice quitándomelo —. ¿En serio te irás? ¿Así? ¿Con esta lluvia?
Aspiro profundo.
—Solo quiero volver a mi casa y olvidar esto de una vez.
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Ruina Mental: Dorian Gray ©
Fiksi UmumTras ser diagnosticado de estrés postraumático; Dorian Wolfe Gray es trasladado al famoso centro de rehabilitación HELPWOOD en Washington, donde conoce a Anabeth Michaels, una pasante en el centro. Ambos se sumergen en un mundo lleno de peligros, i...