Ruina Mental: Dorian Gray ©

Capítulo cuarenta y cinco|

CAPÍTULO 45

Dorian

—Wolf —volvió a resonar Susana en mi mente —, por favor, escúchame, sabes que lo hacemos por tu bien, debes de tomar tus píldoras.

Me sentía devastado. Me encontraba devastado. Era un desastre total.

Los nudillos me sangraban y los dedos me temblaban, sentía la sangre subir por todo mi cuerpo. Necesitaba descargar mi furia con alguien, necesitaba deshacerme de este sentimiento, necesitaba deshacerme de mí.

Había pasado dos días en mi cuarto y pensaba seguir así. Sin abrirle a nadie, sin hablar con nadie. No necesitaba a nadie..., solo la necesitaba a ella. Tres semanas sin Anabeth. Tres semanas sin ella, ni siquiera sabía lo que sentía, pero la quería cerca. La necesitaba, anhelaba sus caricias y anhelaba sus palabras de aliento.

Sin embargo, ella se fue. Ella fue egoísta y lo único que le importó fue ella misma. Simplemente se fue, se marchó de mi vida y decidió hacer la suya. Sabía que no debía hacerme muchas ilusiones con una chica como ella, era lógico que ella terminaría buscando a un mejor hombre y una mejor vida, una vida que yo nunca hubiera podido otorgarle... una vida que ella sí se merece tener.

¿A quién intentaba engañar? ¿Intentaba engañarme a mí mismo? Ella era una chica con el delirio de algún día encontrar a el amor de su vida y yo era un monstruo que en cualquier momento podía hacerle daño.

Me hundí en la cama y con las extremidades en el aire empecé a observar el techado. Tenía las manos en mi pecho y, por lo tanto, sentí mi corazón palpitando con desesperación... no entendía cómo era posible que mi corazón tuviera tanta energía si ni siquiera había comido nada nutritivo. Lo único que me había acompañado era mi saco de boxeo, dos botellas de alcohol y dos hamburguesas. Nunca, jamás me había sentido tan solo.

Odiaba a Anabeth, odiaba a Anabeth por aparecer en mi vida y provocar todas estas sensaciones dentro de mí.