Capítulo cincuenta y cinco|Descubriendo secretos

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Capítulo 55

Washington.

Para Anabeth del pasado Washington significaba el estado de sus sueños, el único sitio al que ella pertenecía..., ahora simplemente es un lugar más en el que no me gusta estar.

No entendía cómo era posible que el universo se esmerase tanto en intentar separarme de Dorian. Aquel chocante amor no había alcanzado siquiera respirado con independencia, no habíamos gozado uno del otro, no habíamos descansado sobre nuestras pieles como ambos ameritábamos hacerlo.

Quizá todos y todo me indique que Dorian no debería estar conmigo, pero el solo hecho de pensar en que ya no podré ver sus ojos, que ya no podré tocar su blanca, suave y maravillosa piel se me empieza a salir el alma del cuerpo. Es como si cada centímetro de él me haya dominado. Simplemente adormeció mi cerebro y se apoderó de mí... de mis deseos y de mi corazón.

Estoy perdida.

Estoy mentalmente perdida.

Por primera vez no sabía qué hacer. Era de suma importancia que en aquel preciso instante decidiera si seguir con mi vida, o si seguir sufriendo y agonizando día a día solo para llegar a alcanzar el placer que solamente esa persona podía proporcionarme.

Como psicóloga una vez tuve a un paciente al que le ayudé salir del sentimiento de obsesión por una persona, fue todo un éxito. Tengo entendido que aquella mujer está casada con un mejor hombre y tiene dos maravillosos hijos. ¿Eso es lo que debería hacer yo?

Dije que lucharía, pero justo ahora simplemente quiero hincarme sobre mis rodillas y darme por vencida. Demasiados obstáculos, demasiados peros demasiados miedos...

Y todo eso lo he superado... todo eso lo he superado junto a Dorian.

El amor que siento por Dorian es mucho más fuerte que cualquier barrera que esté colocándome justo ahora y ni siquiera yo puedo decirle a mi corazón que no luche por él.

Y todo un embrollo de bipolaridad mental me llevó a llamar al señor Wood:

—Muy buenas tardes habla Leslie Gutiérrez, la secretaria del doctor Wood, por ahora él no podrá atenderle, pero puede dejar su recado conmigo.

—Hola, soy Anabeth Michaels, dígale al doctor Wood que necesito comunicarme con él. Él ya me conoce.

—Lo siento señorita, pero el doctor Wood no puede contestar llamadas por ahora.

Estaba desesperada. Nunca me había sentido tan impotente en todo el transcurso de mi vida. Necesitaba contactarme con el padre de Eric, si no arreglaba las cosas con él mi viaje sería en vano.

Piensa Ana" Me dije.

Como si de un candil se encendiese sobre mi cabeza recibí inmediatamente una idea maravillosa.

***

Me encontraba frente a la casa de los padres de Dorian, toqué dos veces el timbre esperando su respuesta, con poca fe y ya convencida de que ellos quizás no me recibirían alguien abrió la puerta. La persona menos esperada en aquel momento estaba frente a mí... No se trataba de la madre de Dorian o de su padre, se trataba nada más y nada menos que de la chica rubia... No recordaba su nombre cuando la vi y me di cuenta que de cerca realmente era muy hermosa.

Su pálido rostro se tornó en un pedazo de papel cuando me vio frente a ella. Parecía que acababa de ver a un espanto.

—Hola —fue lo único que se me ocurrió decir entonces —, esto... ¿los padres de Dorian...?

—¿Qué haces aquí?

Aquella pregunta me pilló por sorpresa, no me esperaba siquiera que ella me dirigiera la palabra después de lo ocurrido. Supongo que ella quiere a Dorian y, aunque sea y suene cruel, una pequeña sonrisa se dibujaba en mi boca cuando la vi...

—Necesito hablar con los padres de Dorian.

No entendía por qué ella estaba en la casa de Dorian, pero tampoco se lo preguntaría.

—Pregunté, ¿qué haces aquí? —replicó.

—Estoy aquí porque a Dorian se lo han llevado al centro sin su consentimiento.

Ella parpadeó seguidamente tras escuchar mis palabras.

—¿Cómo...? ¿Él ha salido del centro?

Asentí.

—¿Desde cuándo?

Decidí pasar por alto sus preguntas e ir al grano:

—Escucha, Susana se ha llevado a Dorian sin su consentimiento, él tiene derechos que han sido violados y necesito hablar con sus padres para arreglar esto...

—¿Susana Darcy?

El rostro de la chica que tenía frente a mí ahora se había oscurecido. Pude descubrir un atisbo de nerviosismo en su rostro.

—¿Qué sabes de ella?

—Ella... —la chica me miró a los ojos con suma preocupación —, ¿qué te dijo de mí?

Yo fruncí el ceño y empecé a cansarme de sus preguntas y de permanecer en el umbral de aquella mansión.

—No me ha dicho nada —respondí fugazmente —, ¿por qué lo haría? Escucha, no tengo nada de tiempo y...

—No puedo creer que ella siga con esto... —dijo la rubia balbuceando, aparentemente, para ella misma —, está loca.

Aquellas palabras llamaron mi atención y no pude evitar preguntar:

—¿Qué estás diciendo?

Ella volvió sus ojos hacia los míos y con ansiedad me dijo:

—Molly.

Ruina Mental: Dorian Gray ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora