Capítulo cuarenta y siete|Comienzos de Gray

176 26 1
                                    

CAPÍTULO 47

Dorian

Doce de la mañana.

El reloj de mi habitación no dejaba de marcar la hora mientras la noche no hacía más que mantenerse en silencio. Trevor había dejado ese reloj y desde entonces mi habitación no había dejado de parecer una iglesia. Era increíblemente fuerte y solía despertarme, pero hoy no lo hizo. Estuve esperando ese sonido durante toda la noche. No hice más que sentarme en el borde de mi cama y ver cómo se movía la aguja.

Ya había pensado con hacer esto antes, pero nunca encontraba un motivo para huir de Helpwood. Siempre pensé que si me iba dejaría parte de mi vida en este lugar. Sin embargo, la única vida que conocí ya no está aquí y sin ella mis días no tendrán más sentido.

Cogí mi mochila negra y una vez con ella en mi dorso me dispuse a salir por el tragaluz. Si salía por la puerta principal las cámaras de vigilancia me pillarían, así que este era el único modo. A pesar del estrecho tamaño de la ventanilla logré desplazarme por ella y una vez listo, salté. Al saltar mis piernas fueron invadidas por un horrible aguijoneo que consiguió sacarme gruñido que esperé que nadie hubiera escuchado. Garanticé mi soledad y me dispuse a correr por el campo de HighWood.

¿Por qué lo hacía? Por ella.

¿A dónde iría? A por ella.

Ananeth no podía desparecer de mi vida así por así. Necesitaba sentirla otra vez, necesitaba besarla y decirle que lo sentía.

Me enfrentaba a millones de cosas. La primera era que se enteraran de mi ausencia y enviaran a oficiales a buscarme, la segunda era no encontrar a Anabeth y la tercera era la peor... la que quizá acabaría con mi vida: Que Anabeth no me corresponda.

No estaba seguro del paradero de Ana, pero haría todo lo posible por saberlo. Según los cotilleos de Tatiana y Selena ella volvería con sus padres y eso fue lo único que necesité saber para partir.

Cuando me encontré en el enrejado que separaba HelpWood con un hospital no lo pensé dos veces cuando empecé a treparlo. Miré las cámaras de vigilancia apuntando hacia otro lugar y ese fue el momento exacto en el que salté hacia el otro punto. La altura provocó que cayera sobre mis rodillas, pero a penas y me lastimé.

Me incorporé y empecé a correr hacia la salida. Al fin... podía ver la salida frente a mí.

— ¡Oiga!

Aquella voz ni siquiera me inmutó. Lo único que importaba en aquél instante era la salida y yo... después de eso no había nada. Cuando crucé la compuerta y pisé por primera vez la calle lo primero que hice fue respirar profundo. Estaba lloviznando y las pequeñas gotas de agua caían en mi frente dándome paz interior. ¿Así se sentía la libertad? ¿Así de bien?

Al fin era libre...

Ruina Mental: Dorian Gray ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora