Capítulo treinta y uno|Estamos mal

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CAPÍTULO 31

Anabeth

Abro la puerta que conduce al cuarto negro, o más o menos así es como he escuchado que le dicen a este sitio. Veo a varias enfermeras conversando con personas que lloran o parecen tener ataques de pánico, no pongo mucha atención y sigo con mi recorrido. También escuché diferentes voces preguntarme que quién era o que, si tenía identificación, pero yo no me detuve y seguí corriendo. Debo estar muy loca como para hacer esto.

Al cabo de unos cuantos segundos llegué al lugar donde los gritos de Dorian acaban y abro la puerta de un cuarto algo tenebroso, diría yo. La carencia de luz en este lugar puede aterrorizar a cualquiera.

Entro en un espacio donde se encuentra una ventanilla que me permite ver al otro lado —o sea el sitio donde se encuentra Dorian—. Agradezco que él no pueda verme a través de esta ventanilla por el otro lado.

Susana Darcy está al lado de Dorian y parecía estar intentando hacerle recapacitar.

—Wolf, por favor, sabes que si no te colocamos esto no mejorarás —le decía ella.

—Pequeñas bolas de mentirosos —bufa, Dorian y solo de escuchar su voz me estremezco —. Malditos mentirosos.

— ¿Esto se debe a una chica? —Pregunta Susana y yo no dudo en acercarme a la ventanilla que nos separa.

Él bufa y coloca sus codos sobre sus rodillas cubriendo su rostro.

—No.

—Sabes que soy tu confidente, Wolf...

— ¡No! ¡Solo eres la puta doctora a la que mis jodidos padres le pagan!

—Wolf...

— ¡Sí! ¡Joder, ya! ¡Qué fastidio! Por Dios —refunfuña y deseo estar ahí con él

Un revoltijo de sensación se apodera de mis tripas.

Susana se echó hacia atrás gracias a la brusca reacción de Dorian al responder

—Ya veo —dijo ella colocando su mano en la espalda de Dorian — ¿Por qué ella? ¿Qué tiene ella de especial? Y.., ¿quién es?

Me tensé cuando ella preguntó aquello. Sabía que perdería mi trabajo si Dorian le decía quién era.

—Ella me está volviendo más loco de lo que estoy —susurró Dorian.

Me mordí el carrillo inferior.

—Tú no estás loco, Wolf. Nunca lo has estado.

— ¡Ese no es el punto! Te estoy hablando de ella...

— ¿Crees que es como Daisy?

Mi cerebro es sumiso de todas las palabras que ambos dicen.

—No..., joder, no.

— ¿Entonces?

—Pues..., es que... creo que me gusta. En serio. No había sentido esto en años..., ella me hace sentir como si realmente yo tuviera una cura mental. Susana... —la miró fijamente —, creo que por primera vez en la vida estoy empezando a querer a alguien.

— ¿Quién es?

—Es... —él despeinó su cabello y al cabo de unos segundos dejó la silla —necesito ir con ella —él empezó a caminar o quizá a correr hasta la puerta.

Estaba tan desorientada que no hui. Simplemente me mantuve estática y cuando él abrió la puerta y descubrió mi posición no hice más que mirarle de la misma forma en la que él me miró; desconcertado.

—Anabeth —suspiró con los ojos completamente perdidos.

Sin embargo, no me importó nada más, lo único que me importó en ese instante era Dorian, realmente a estas alturas ya veo que lo único que me importa es Dorian. Desde que lo conocí. Y, lo que a continuación hice, en otros tiempos hubiese dicho que fue un suicidio laboral... o incluso o suicidio mental.

Corrí hasta él y a pesar de que me veía con terror y desconcierto me lancé hasta él y le abracé. Lo acurruqué con mis brazos los más fuerte que pude y sentí lo tenso que se encontraba él, pero de pronto, accedió al abrazo. Parecía igual de conmovido que yo, aparentaba estar igual de necesitado que yo. Aparentaba quererme igual que yo.

—Lo siento —digo con dolor, pero él evita que siga hablando ahogándome con un beso.

—Ana... Mientras estés conmigo me parece que seré el único en pedirte disculpas —me susurra tras despegarse de mí y así nos abrazamos, así como si el mundo se fuese a acabar. Apenas nos conocemos, apenas nos hemos abrazados, apenas nos besamos y yo estoy sintiendo algo por él, algo que, aunque sea un pecado se siente bien —. Perdóname.

Siento que Dorian busca mi boca y yo le facilito su búsqueda dejándola a su disposición. Sonríe y me besa, como lo última vez. Se siente demasiado bien y si así se siente el infierno, pues no dudaré en bajar hasta él.

Cuando nos separamos entro en pánico al ver su ceño fruncido, yo le imito pues no sé qué más hacer. Tras unos segundos de completa confusión él se echa a reír.

— ¿En serio? —Me preguntó riendo.

Yo arrugué mi rostro.

—Sí.

— ¿ qué? —debatió él.

Yo me echo a reír y siento como abraza mi cintura con sus brazos.

—Sí. Voy a seguir tras de ti. Quiero seguir tras de ti las veces que sean necesarias, Dorian —me reí. No sé si estoy concientizando mis palabras, pero simplemente fluyen.

— ¿Quieres? —Ahora se ríe él.

Asiento.

—Tienes que estar loca —satirizó.

— ¿Acaso ambos no estamos locos?

—Esto queda confidencial —sentencia Dorian con firmeza —, ¿eh?

—Tranquilo. Confía en mí, Wolf.

Dorian giró sus ojos y volviéndose a mí me sonrió.

—¿Wolf?

—Dorian —me reí y él hizo lo mismo.

—Necesito unos segundos, Ana. Me desharé de Susana y vendré a por ti.

Entiendo que debe terminar con su consulta, así que asiento y salgo del lugar. Cierro la puerta y me reclino sobre ella suspirando. ¿Qué ha pasado? ¿En qué lío me he metido?

—Pero, ¿qué ha sido todo eso?

Doy un respingo y cuando levanto mi mentón me encuentro con Selena.

Ruina Mental: Dorian Gray ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora