Capítulo cincuenta y dos|Consecuencias

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Capítulo 52

Anabeth

—¿Qué haces aquí? —fue lo primero que se me ocurrió preguntarle a Eric. Era al único que conocía entre todos los hombres que se encontraban frente a mí y era al único que podía hablarle sin quebrarme en ese instante.

—Estaba tan preocupado. Vine hasta Los Ángeles en busca del idiota de Dorian y esta mañana he recibido una llamada de tu madre diciéndome que él estaba contigo... —Eric se acercó con rapidez hasta mi posición — Por el amor a Dios —me abrazó — ¿Estás bien? ¿Te ha hecho algo? —Él me cogió del mentón y me obligó a verle a los ojos, yo, por otro lado, tensé mi mandíbula y le empujé.

—Estoy bien. Por favor, tienes que irte...

El sonido de la ducha se cerró y yo empecé a morderme el carillo con desesperación. Estaba segura de que Dorian ya los había escuchado y que saldría en cualquier instante.

Cuando Eric escuchó la llave cerrándose me miró con un ceño complemente fruncido.

—¿Acaso él está aquí?

—¿Cómo me has encontrado? —mustié.

No sabía cómo, ni siquiera mi madre sabía a dónde iría con Dorian.

—El coche... el coche que Wolf rentó tenía GPS, fue fácil encontrarlo, es un idiota... Pero, aun sigo preguntándome ¿por qué estás con él? ¿Acaso ahora eres su consejera privada? —Se mofó — ¿Ahora él te paga para...?

Eric se vio interrumpido por el sonido tenue de la puerta del baño que se abrió. Me tensé y de inmediato giré mi cabeza. Era Dorian saliendo del baño con una toalla en su cintura, pude ver su cambio drástico en sus facciones al ver a Eric frente a mí. Por lo visto no había escuchado nada de lo que estaba sucediendo.

—Pero ¿qué mierda es esta? —Bramó Eric.

—¿Qué coño...? —Exclamó Dorian.

Mi corazón amenazaba con ser victima de un paro cardíaco. La habitación empezaba a hacerse mucho más pequeña y la respiración me estaba fallando. Estaba nerviosa y no solo porque Eric y Dorian se habían encontrado, sino porque no sabía qué pasaría en ese instante. ¿Qué pasaba si se llevaban a Dorian? ¿Qué pasaba si una vez más lo alejaban de mí?

—¡¿Pero qué mierda está pasando?! 

No estaba con fuerza como para responderle aquella gansada a Eric y reprenderle, así que simplemente cerré mis ojos y empecé a desear que aquello fuese una pesadilla.

Dorian lo miró con rabia, rabia que después fue remplazada con una sonrisa inexplicable que me pilló por sorpresa.

—Mira nada más —dijo Dorian y los pelos se me pusieron de punta.

¿En serio Dorian seguía queriéndose vengarse de Eric? ¿En serio él seguía con los mismos planes del principio? Quizás simplemente quería cabrear a Eric y la verdad, en ese momento me importaba poco.

—¡Hijo de puta...! —Eric se lanzó hasta Dorian, pero el otro fue más rápido y le empujó provocando que Eric cayese al suelo.

—Ella no es tu novia —se mofó Dorian una vez que Eric se encontraba en el suelo.

—¡Llevádselo! —Voceó Eric de pronto.

Entonces vi cómo los hombres vestidos de blanco se acercaban a Dorian y lo cogían de las manos. Él intentó luchar, pero le fue imposible; eran demasiados y eran mucho más fuertes que él.

—Basta Eric, por favor, haz que se detengan —le rogué.

Sin embargo, Eric estaba lo suficientemente frenético como para escucharme.

Una vez que aprehendieron a Dorian yo intenté interponerme, pero uno de los hombres, aparentemente enfermeros, simplemente me empujó provocando que cayera sobre la cama.

—¡No la toques! —Increpó Dorian con rabia — ¡Te juro que si la tocas te arranco las pelotas!

—No lo harás, Dorian —interrumpió Eric —. Eres un enfermo mental al que podemos someter con una simple jeringa y encerrarte en el centro cuando se nos venga en gana.

—¿Todo está listo?

La voz de una mujer retumbó en la habitación. Se trataba de nada más y nada menos que de Susana Darcy. Me estremecí al dame cuenta de su presencia, ¿en serio todos ellos están presentes? ¿Por qué?

—Sí —respondió Eric.

—Vámonos —Susana me miró de pies a cabezas mientras decía esas palabras, era como si me tuviese asco —. Doctora Michaels, usted tiene prohibida la entrada al centro, ni siquiera se le ocurra seguirnos.

No contesté. Simplemente veía cómo pasaba todo en cámara lenta. Miré a Darcy con horror, como si estuviese diciéndome la peor noticia del mundo —y para mí, lo era —.

—¡No podéis apresarme sin mi consentimiento! ¡Hijos de puta! —Gritaba Dorian.

—Colocadle el calmante.

—¡No! —Grité junto a Dorian.

Uno de los hombres cogió una jeringa y se la ensartó en el cuello a Dorian. Me dolió tanto que ahogué un chillido.

—Ana... —fue lo último que dijo antes de desvanecerse y ser sometido por los hombres.

Se lo estaban llevando frente a mis ojos y yo no hacía nada al respecto. No podía dejar que aquello pasara.

—No puede hacerme esto yo... Llamaré a la policía —. Corrí hasta mi móvil y marqué al 911, pero cuando ya había cliqueado el botón Susana me arrebató el móvil de las manos y lo lanzó al suelo, destrozándolo por completo.

No podía creerlo. Estaba complemente helada, sin palabras y completamente asustada.

—Basta, Anabeth —voceó Susana como si me conociera de toda la vida —. No permitiré que te sigas acercando a Wolf, eres un peligro para él.

Ella cogió un papel que aparentemente traía en su bléiser y me lo entregó.

—Si yo no puedo alejarte de él, entonces la ley lo hará. Si llegas a asomar tu nariz por el centro te juro que te encerraré como la desquiciada que eres.

Susana me lanzó su ultima mirada asesina antes dar la vuelta e irse por la misma puerta en la que se habían llevado a Dorian.

La única persona que quedó en el cuarto fue Eric.

—Así que... ¿todo este tiempo te estuviste acostando con Wolf? Vaya —se rio —, no me lo esperaba de ti, Anabeth.

—Jódete, Eric.

—Vale. De todas formas, yo no me he quedado atrás ¿no? Ahora veo por qué nunca me reclamaste. Parece que no fui el único sucio e infiel en esta historia —chasqueó su lengua —Me alegra mucho que ahora seas testigo de cómo tu amante se pudre en el centro.

Ruina Mental: Dorian Gray ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora