Capítulo diecisiete|Algo nuevo

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CAPÍTULO 17

Dorian

Este momento me recuerda a la perfección el domingo por la noche cuando Daisy estaba frente a mí y me dijo que estaba dispuesta a arriesgarlo todo, todo por mí. Era una noche preciosa, la luna y el universo se había puesto de acuerdo esa noche..., esa misma noche en la que dormimos juntos y nos juramos lealtad... No obstante, la lealtad no significó nada para ella.

—No necesito hacerlo. Ya lo he visto todo.

Me burlo de ella al escuchar semejante estupidez, ¿en serio? ¿Lo ha visto todo?

—Estás confundiendo las cosas —disparo.

Hace un mohín y después gruñe entre dientes. Se ve muy dulce cuando se cabrea. Es como si un conejillo de indias intentara morder a un tigre.

Dejamos el tema de lado y nos dedicamos a ver la lluvia o el posible diluvio que está atormentando el día de hoy. La veo por el rabillo del ojo (como ya empezaba a acostumbrar) y he tenido el impulso de rodearla con mi brazo, pero no he sido capaz de hacerlo.

— ¿Sabes? —Acabé con el silencio llamando sus cansados ojos hasta mi cuerpo. Dios. Son tan grandes y hermosos, cualquiera podría perder el habla solo de verle. Me relamí los labios para gastar tiempo y concentrarme — De niño amaba la lluvia.

Detesto hablar de mi niñez, y hago un gigantesco hincapié en la palabra «detesto», pero no se me ha ocurrido algo mejor que decir en este instante.

— ¿Ya no? —dijo.

Negué sin verla a los ojos.

— ¿Por qué?

—Porque no puedo ducharme en ella como lo hacía antes.

Ambos reímos. Como por reflejo coloqué mis manos en mi mentón para ver la forma en la que sonría. Era maravillosa.

— ¿Solías ducharte en la lluvia? —Preguntó apretando los labios.

Asentí sonriendo de lado.

— ¿Qué te impide hacerlo ahora?

La miré con obviedad.

— ¿Porque soy adulto? —Ironicé.

—Vamos a ver —. De pronto ella se levantó de la silla y colocándose frente a mí, me extendió su mano —, ¿la edad te ha impedido hacer algo que amabas hacer?

Le estudio unos segundos tratando de entender a qué viene esto.

—Sí.

— ¡Qué pérdida de tiempo! —aulló dramática — ¡¿A qué le temes?! —Chilló sobrepasando el sonido de la lluvia.

A las personas y sus etiquetas. A todo lo que te pueda juzgar; algo normal dentro de mi vida.

—A que mis amigos me pillen y después digan que estoy loco —reí.

— ¿Y no lo estamos? —Objetó ella, y cogió mi mano sin mi consentimiento — Venga Dorian, ¡es hora de un chapuzón!

—Ni de coña... —no termino la frase cuando ella me está arrastrando por el pasillo.

Hago todo lo posible por evadir su agarre, pero ella es más fuerte de lo que creí y me lleva hasta el campus de fútbol. Empapado y tiritando de frío me doy por vencido. Qué mujer.

Llegamos al campus y ella parece una cría riéndose como si nunca en su puta vida hubiese reído.

De pronto la vi mientras abría sus brazos en forma de cruz y miraba hacia el cielo mientras abría la boca. Las gotas de lluvia caen por todo su rostro empapando cada centímetro de él y su cuerpo. Yo quedo rígido con los brazos cruzados intentado evadir el frío.

Ruina Mental: Dorian Gray ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora