Capítulo doce|

223 32 0
                                    

CAPÍTULO 12

RECUERDOS DE DORIAN

Molly llevó a papá a un hospital.

Ambos aguardábamos en la sala de espera, yo golpeaba con mis puños mis rodillas y me maldecía mentalmente ¿Cómo fue que no conseguí controlarme? Me arrepentía de corazón, yo jamás hubiese querido lastimar a mi padre de esa manera. Yo no era como él.

Pero entonces, ya no me arrepentí más. Mi madre había aparecido esa noche en aquel hospital.

Recuerdo haber llorado como el niño que era. Ella me abrazó y me dijo que nunca volvería a marcharse.

Sin embargo, yo no le creí. En algún lugar, en alguna serie o en algún libro había aprendido algo: Las personas siempre se marchan.

Le comenté a Molly sobre eso y cuando lo hice ella me sentó sobre sus rodillas y me besó la coronilla, ella me prometió que jamás se iría, ella me prometió que jamás dejaría de amarme.

Y esa fue la primera vez que sentí mariposas en mi estómago.

Con apenas doce años, una chica de dieciséis años me había dicho que me amaba.

Anabeth

Veo a Eric frente a mí tecleando en su celular y repasé en el último momento lleno de felicidad con él. Fue hace tiempo, subimos a una montaña rusa y fue muy divertido, pero no tanto como la locura que hice hoy en la biblioteca. Pensar en que me divertí más con otro hombre me duele, me siento sucia tratando de comparar a mi novio con otra persona.

— ¿Qué piensa acerca de Dorian? —Le pregunté haciendo eco en el silencioso apartamento.

Eric me invitó a comer en su apartamento y ambos sabemos que no solo comeremos comida. Pero su ausencia al estar tan intrigado en ese celular me incómoda.

— ¿Dorian Wolfe?

Asentí apretando mis labios.

—Pues —colocó el celular y me relajé al ver que respondería con cuidado— ¿Qué puedo decir? Es uno de los chicos que más tiempo ha llevado en el centro.

— ¿Te cae bien?

— ¿Por qué no me caería bien? —Cuestionó, llevándose un trozo de carne a la boca — Nunca me hizo algo malo —finalizó riendo.

—Pues parece que no te cae muy bien.

—Que no me guste hablar con esos chavales es otra cosa —espetó tajante.

—Pero, ¿por qué?

Él se encogió de hombros.

—Dejemos el tema, ¿quieres?

—Él sí te hizo algo, ¿cierto? —Inquirí curiosa.

Giró sus ojos y suspiró.

—Nunca me ha gustado la idea de que mi padre le dé posada a esos vagos.

— ¿Vagos? —Esta vez sí me molesté —Ellos están enfermos, Eric.

—No todos —giró sus ojos —, hablemos de la banda de Trevor. Ellos fueron expulsados de sus casas por las fechorías que hacían en las calles y supuestamente sus traumas eran tan fuertes que mi padre les ayudó.

Recordé al chico de esta mañana, Trevor...

— ¿Trevor no está enfermo?

—No todos en el centro están enfermos, algunos solo necesitan posada. Ellos, por ejemplo.

—Pero Dorian sí está enfermo.

—Wolfe o... Dorian, es otro caso, pero es igual a todos esos vándalos.

Me recliné en la silla.

—Creo que estás siendo prejuicioso.

—Ya. Deja este tema.

— ¿Qué te hizo Trevor? Y ¿por qué combinan a los sanos con los que necesitan ayuda?

—Escucha, esa es cosa de psicólogos. La misión del centro o de mi padre es rehabilitar, o sea que le ayudamos a los enfermos a no sentirse inferiores o diferentes a los demás. No los seleccionamos como la oveja buena y la oveja mala. Y sobre Trevor, eso es otro asunto.

—Trevor no parece buen chico.

Él me ve con curiosidad.

— ¿Te has encontrado con él?

—Sí. Pero no me ha hecho nada malo.

—Ya. Más le vale.

Iba a seguir insistiendo en el tema, pero la música del móvil de Eric nos interrumpió.

— ¿Hola? —Le habló él a su teléfono y yo terminé con mi comida — ¿En serio? Vale, entonces acudid a los tranquilizantes.

Dicho esto, colgó la llama y siguió con su comida.

— ¿Ocurrió algo?

—No —dijo con pesadez —, es solo que unos chicos han recaído.

Me pongo con los nervios de punta, ¿qué tal si se trata de Dorian?

—Ah —consigo decir, porque la verdad me he puesto nerviosa. No quiero preguntarle si se trata de Dorian porque Eric puede malinterpretar mi preocupación —. ¿Sabes quién era?

—No. Pero ya les pasará —él se levantó y se deshizo del traje que llevaba desde el trabajo. Estiró su cuerpo y luego se abalanzó sobre mí. Empezó a besarme con mucho antojo, supongo que quiere estimularme y ya lo ha conseguido —. Vamos a la cama, preciosa.

Me incorporé y él me cogió de la cintura para seguir besándome. Me llevó hasta su cama y no me da tiempo ni para asearme un poco simplemente queremos hacer el amor y deshacernos de este estrés. 

Ruina Mental: Dorian Gray ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora