Capítulo treinta y cinco|Florecer

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CAPÍTULO 35

Dorian

Dibujar un ojo es una de las cosas más difíciles que existen, tienes que tener mucha precisión para que ningún rasgo característico se pierda de él.

Reclino mi cabeza en el respaldón de la silla y observo mi obra de arte en el caballete, se encuentra ya casi terminada y me enorgullece decir que es un buen dibujo. Dibujar me hace sentir bien, así se esfuma mi ira y justo por eso es que no lo práctico..., pues me gusta sentirme enfadado, así siento que descargo más rápido mi negatividad. Irónico, ¿no?

Me incorporé y fui en busca de una soda más, creo que ya llevo diez rondas.

La lluvia no ha disminuido y recuerdo a Anabeth en mi puerta con un regalo en manos...

«Joder» «Duele tanto» «Y no entiendo por qué»

Si tan solo ella supiera que odio los regalos. Si tan solo supiera que detesto este día y... todos los días en particular.

«Fui un maldito hijo de perra». «Lo sé». Le hubiese explicado por qué no quería compañía... lo hubiese hecho.

Pero...

¿Para qué? De todas formas, el día que ella no lo entendería... Nadie lo entiende.

Completamente cansado y con los ojos casi muertos a causa de tanto ver el lienzo decidí ir a tomar algo de aire fuera de la cabaña. Salí al cobertizo con la soda en manos... «Joder» Hacía un frío del demonio y solo a mí se me ocurría beberme una soda helada a mitad de una lluvia torrencial.

«Dorian, Dorian... Eres demasiado estúpido».

«Lo sé, madre..., lo sé».

Todo parecía ir de lo más normal aquella tarde: El cielo nublado, la lluvia incesante, los estruendos imponentes y... Ana.

Anabeth.

La chica a la que le había cerrado la puerta en la cara hace unos instantes estaba a pocos metros de mí..., sin embargo, solamente yo la veía o eso creía yo hasta que miré a Trevor a su lado.

«Vale» «Quizás estoy alucinando». No.

Sabía que lo que estaba pasando frente a mis ojos no era una alucinación de mierda.

Desde la primera vez que miré a Trevor cerca de Ana supe que quería algo, que buscaba algo y era más que obvio..., Trevor también la anheló cuando cruzó miradas con ellas, pero, por Dios, él nunca va a sentir lo que yo siento.

«¿Lo que yo siento?» «¿Qué es exactamente lo que siento?».

Mi cabeza estaba maquinando en tantas cosas que no me percataba de que ya estaba caminando hacia Anabeth. Me percaté de ello hasta que mi vi completamente empapado, literalmente toda la lluvia me estaba cayendo encima, pero en aquel instante en lo único que pensaba era en Ana y Trevor, ¿por qué está con él? Puedo soportarlo de Eric, pero con Trevor...

«¿Qué me pasa?».

Fruncí el ceño y me detuve en seco... «¿En serio haré un escándalo?» Ella no es nada mío y me importa un pepino lo que ella haga con él..., pero... no puedo detenerme, no podía soportar siquiera ese arrebatamiento lleno de furia del que estaba siendo atrapado con cada paso que daba.

Solo era mi puño sobre la cara de Trevor... exacto, aunque él fuese mi amigo, sería capaz de matarlo si tan solo fuese posible.

Todos mis demonios simplemente debieron de haberse apoderado de mí en ese momento... Iba a hacerlo..., hasta que...

Ruina Mental: Dorian Gray ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora