CAPÍTULO 26
Dorian
Tras bailar la canción más horripilante del mundo le digo a Anabeth que debería de acompañarme a darle la bienvenida a Spencer a lo cual accedió.
Le comento lo importante que ha sido para mi vida el señor Wood, el hombre más majo que he conocido. Ella no lo sabe, pero Spencer es como mi padre, claro que después del problema que ocurrió con su hijo cambió un poco, sin embargo, sigue siendo el mismo hombre de buen corazón.
Cuando entré en el campus visual de Spencer su rostro se iluminó y al mismo esbozó una gran sonrisa en mi dirección. Estoy a punto de dedicarle la misma felicidad de verlo cuando me detuve en seco al ver que sus ojos se desplazan hasta Anabeth y su sonrisa se apaga al ver cómo entrelazamos nuestras manos. Ella parece percibir el cambio drástico puesto que de inmediato se deshizo de mi mano.
—Wolf, hijo —escuché un atisbo de recelo en su voz, cosa que me incomodó —. Cómo has crecido.
—Un año —me reí —, como no.
—Eres todo un hombre —. Ahora le devuelve la mirada a Ana y no me gusta para nada la forma en la que desconfía de mí. Sé que se debe al último problema, pero, ¿en serio? El hombre que me crío como su hijo ahora me ve con malos ojos.
Esa mierda duele.
—Ella es mi consejera, Anabeth —le comuniqué tratando de esfumar sus especulaciones —. Es una gran amiga. Quizá ya la conozca, es novia...
—Sí —él se ríe con algo de nerviosismo —, la preciosa Ana.
Anabeth asiente y espero que no la esté pasando tan mal como yo.
Tras unos minutos de preguntas triviales hago todo lo posible para conseguir que Ana no se vaya y una vez que me escapo de los testamentos de Spencer empezamos a encaminarnos en el solitario pasillo que conduce hacia la biblioteca.
La noto algo cansada, así que no sé si realmente quiera hacer lo que hicimos la última vez.
— ¿Cansada, querida amiga? —Pregunté con un toque de burla.
Me la he pasado diciéndole amiga para que disfrute de los pequeños momentos en los que la llamaré así, porque para mí ella no es nada de eso, ella es mi futuro desayuno, almuerzo y cena por un día entero. Joder. No se puede discutir con nadie lo buena que está.
— ¿Quién dice que estoy cansada...? —Un bostezo la interrumpió — Quizá algo.
— ¿Te apetece una soda?
— Por supuesto..., pero tú no deberías de beber.
—Tranquila. Solo para ti.
Sé que yo no debo beber nada de bebidas energizantes, las tengo rotundamente prohibidas.
—Pasaremos por una soda en el bar antes de ir a la biblioteca.
La veo asentir y en un extraño impulso repaso mi mirada en su mano y lo bonita que se ve me tienta a cogerla; y lo hice. Al principio a ella parece incomodarle, pero con el tiempo se adapta y accede.
Caminamos hasta el bar con las manos entrelazadas y..., Jesús, se siente muy bien, tan bien como se sintió sus labios sobre los míos.
En el bar no hay nadie, salvo por Frida —quien siempre está ahí—. Tamborileo en la encimera que nos separa y al ver que Frida no escucha me dispongo a hablarle sobre lo que está mirando en el pequeño televisor que tiene frente.
—Messi haciendo milagros, ¿eh? —Le pillo desprevenida puesto que da un respingo de lo grande.
Se volvió hacia mí y con el rostro completamente pálido trató de componer su postura.
—Pensé que todos estaban con el señor Wood —finge toser mirándome con los ojos muy abiertos.
—Sí, estuve... —carraspeé —. ¿Me das una soda?
—Es para mí —aclaró Ana quien estaba a mi lado —, soy su consejera.
Frida asiente y tras analizarnos unos segundos se incorpora y va en busca de lo pedido.
Posteriormente vamos a la biblioteca, pero esta vez tomamos la entrada más civilizada. Aprovechando que no hay nadie.
Anabeth y yo nos dedicamos a escoger un nuevo libro, yo le recomiendo los mejores que he leído y ella los acepta con una gran sonrisa en el rostro. La elección de libros nos activó a ambos así que seguimos encaminándonos por los pasillos hasta llegar a la salida del Centro.
No había nadie en aquel sitio, todos se encontraban en la bienvenida del señor Wood y eso nos dejaba con libre albedrío.
— ¿Por qué no vamos a dar una vuelta por ahí? —Sugerí.
Ella está leyendo las sinopsis de los libros con suma curiosidad y eso me acelera el corazón de una forma... jodidamente extraña.
— ¿Adónde? —Quitó la vista de los libros y me miró con los ojos muy abiertos — ¿Hablas de...?
—Salir, sí —terminé por ella —. No es algo que no haya hecho con anterioridad.
He salido de este lugar muchas veces, claro está que siempre me las ingenio para asegurarme de que nadie se entere de mis pequeñas fugas. Lo he hecho cada vez que no encuentro libros en la biblioteca.
—No —responde con firmeza —. No podemos salir...
—Ya. No te comportes como mi guardaespaldas, ¿qué podría pasar? Solo saldremos y nos divertiremos unos segundos. Esta fiesta tardará más de cuatro horas, tenemos tiempo suficiente de ir al menos a por un helado.
Quiero salir con ella, en serio quiero hacerlo.
—Pero...
—Eres la única amiga que tengo —confesé —, nunca he salido con alguien y ahora que tú estás aquí..., bueno, quería saber si...
—Lo haré —dijo de pronto con rapidez y consigue sorprenderme —. Nadie se enterará.
— ¿En serio? —Inquiero, pues su decisión logró descompensarme.
—Sí. Dorian, salgamos juntos.
— ¿Será una cita? —Pregunto reprimiendo una sonrisa.
Veo cómo se ruboriza y eso logra sacarme una sonrisa de lo grande.
—No. Solo una salida.
—Una escapadita, querrás decir.
—No hagas que me arrepienta —me reprende y yo me echo a reír.
ESTÁS LEYENDO
Ruina Mental: Dorian Gray ©
General FictionTras ser diagnosticado de estrés postraumático; Dorian Wolfe Gray es trasladado al famoso centro de rehabilitación HELPWOOD en Washington, donde conoce a Anabeth Michaels, una pasante en el centro. Ambos se sumergen en un mundo lleno de peligros, i...