Capítulo sesenta| Estando lejos

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Capítulo 60

Dorian

Detestaba a los doctores, me hacían sentir inservible cuando me tocaban. Sentía como si fuese un insignificante experimento para ellos, pero al parecer necesitaba que ellos se augurasen de que estuviese bien y para colmo, posteriormente debían llevarme a supuestas evaluaciones en el hospital.

Por ahora estaba sentado en la parte trasera de una ambulancia mientras algunas enfermeras curaban heridas superficiales de mis brazos y manos. Mientras ellas trabajaban yo miraba a la chica que me había dicho te amo en aquel horrible lugar. La chica que me había salvado...
Anabeth.
Sentía cierto dolor al verla pues me apenaba no recordarle, quizá ella y yo tuvimos algo y eso me partía el corazón. Sin embargo, no lo entendía..., ¿cómo era posible que yo hubiese remplazado a el amor de mi vida? No entendía cómo había sido capaz de reemplazar a Daisy.

La chica charlaba con algunos médicos y oficiales al mismo tiempo que lloraba y se cubría la cara. Solo esperaba que no estuviese llorando por mí pues eso me haría sentir mucho peor.

Era frustrante no recordar nada... El último recuerdo que tenía era de Daisy y yo mirando las luces del 4 de Julio..., lo demás eran recuerdos banales que apenas y lograba entender. Después de todos esos pequeños flashbacks sin sentido se encontraba el nombre de esa chica grabado en mi mente...

Anabeth.

¿Por qué el nombre de ella se encontraba tan arraigado a mi memoria y si ella es tan importante para mi vida entonces por qué no encuentro ningún recuerdo en mi memoria?

Mi consciencia me decía que no debía de olvidarla, que no debía dejarla ir, pero... ¿Por qué haría eso? No sentía nada por aquella chica, para mí era un desconocido y nada más.

—Mierda —gruñí cuando una de las enfermeras pasó un algodón lleno de alcohol por una de mis heridas.

—Lo siento —se disculpó ella. 

Devolví mi mirada a la chica. Ahora se encontraba de pie, abrazando a otro hombre que tampoco reconocía.

Quizás debas de ir a decirle "Lo siento" tú también— Me dijo mi consciencia, no tenía opción, obedecer a mi consciencia era lo único que me quedaba pues yo era inservible. Así que, una vez decidido caminé hasta la chica que tenía varias cortaduras en su rostro... su bonito rostro...

Las enfermeras dijeron algo que pasé por alto cuando conecté mis ojos con los grandes e imponentes ojos verdes de esa chica. Una maldición se me escapó cuando me miró tan fijamente... Joder.

Sus ojos son un rompecabezas total.

Anabeth se separó rápidamente del hombre tatuado que la abrazaba. El hombre se volvió hacia mí y cuando me miró yo asentí con la cabeza para saludar.

—Lamento... —intenté decir.

—Dorian —saltó ella acercándose hasta mi lugar —, ¿cómo estás? —suspiró.

Por más que lo intentaba no podía dejar de ver sus ojos...

 ¿Qué color son?

En el momento en el que hice aquella pregunta un fragmento de un recuerdo divagó por mi cabeza y como un relámpago se coló en mi memoria:

—Lo digo en serio, ¿qué color son? ¿Verdes? ¿Azules? No logro descifrarlo.

Ella arregló su cabello pasando suavemente sus dedos por cada una de sus maravillosas y delicadas hebras color marrón.

—Son verdes —farfulló con la voz completamente quebrada.

Me recosté en el respaldo satisfecho por su respuesta y agregué:

—Me gustan.

...

—¿Dorian? —Volvió ella.

Sacudí mi cabeza y me maldije por no recordar más... Aquel recuerdo con esa chica había sido tenso... y caliente como el maldito infierno.

—Yo... —la voz se me cortó, así que carraspeé —, lo siento. Quería disculparme por no recordar...

—No tienes por qué —dijo ella de inmediato, pero pude ver el dolor en sus ojos —, ahora te llevarán al hospital para asegurarse de que todo esté bien, no te preocupes.

—Vaya —susurró el hombre al que abrazaba Anabeth con anterioridad —, ¿en serio no recuerdas nada?

Me sentí terriblemente mal... ¿Qué tan malo era eso? ¿De qué me había perdido? Esperaba que de nada interesante.

Anabeth le lanzó una mirada asesina al chico, así que este destensó sus hombros y me extendió su mano.

—Entonces es la oportunidad perfecta para empezar de nuevo... Soy Trevor..., éramos buenos amigos.

Por alguna razón sabía que aquel tío no era sincero.

—Wolfe...

—Dorian Wolfe Gray —interrumpió Anabeth mirándome a los ojos —, ese es tu nombre.

Arrugué el ceño. Mi nombre es horrible.

—Vaya nombre —reproché casi haciendo un chiste.

Anabeth me miró con tristeza y yo a ella. Me hubiese encantado recordar algo más...

—Señor Gray —interrumpió una voz masculina —, acompáñenos.

Se trataba de un doctor y lo supe gracias a la bata blanca que portaba. Volví a fruncir el ceño e intenté hacer una pequeña broma:

—Odio a los doctores —me reí —, y odio a los hospitales.

Anabeth se encogió de hombros y se acercó más hacia mi posición.

—No te preocupes, yo estaré cerca.

Asentí y le sonreí.

Esa morena era increíblemente bonita y me cagaba en mis putos recuerdos... Me sentía increíblemente patético.

Necesitaba encontrar el porqué de todo aquello y lo encontraría sí o sí. Si ella había sido tan importante para mi vida entonces volvería a ella.

Ruina Mental: Dorian Gray ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora