Capítulo cincuenta y uno|Tiempo de luchar

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CAPÍTULO 51

Anabeth

Hay momentos en la vida que una sola palabra marca un antes y un después. Justo este era el instante que yo estaba viviendo con Dorian: Marqué un antes y un después al decirle que quería ser suya. Literalmente no quería retractarme. Ahora mismo iba en su coche alquilado pensando en el millón de cosas que podía hacer ahora que mi vida solo se trataba de mí y de Dorian.

Poco después habíamos llegado a un apartamento que se situaba a menos cien kilómetros de mi casa. Era tarde y yo ameritaba una ducha, un cambio de vestuario y un descanso. Cuando llegamos al motel un hombre con barba y tatuajes nos recibió. No era el mejor lugar para descansar, pero al menos esperaba que hubiera una cama para cerrar los ojos y quitarme todo el estrés que había acarreado durante todo el día.

El hombre con barba nos analizó desplazando sus ojos de arriba abajo para después hablar:

—Bienvenidos... No me digan, ¿vienen de Las Vegas?

Me quedé callada, ni siquiera sonreí. Estaba demasiado cansada como para responder a su intento de broma. Dorian, al parecer pensó igual pues se quedó igual de callado y se limitó a acercarse al recibidor y darle tres billetes, no logré ver el número pues el de la barra lo cogió de inmediato. Tras coger el dinero el hombre repasó en ellos y los olfateó como un sabueso.

— ¿En serio? —Dijo el barbón, mirando a Dorian con recelo —Toma —el hombre le devolvió uno de los billetes a Dorian —, estos cuartos no son habitaciones cinco estrellas. Si mi jefe descubre esta cantidad de dinero pensará que asalté a alguien.

Me dio curiosidad, así que puse mis ojos en el billete y me di cuenta que se trataba de cien dólares. Parpadeé seguidamente y miré a Dorian con suma confusión... ¿De dónde había sacado aquel dinero?

—Puedo darles la habitación tamaño familiar, es lo más lujoso que hay.

—Solo dame las malditas llaves —graznó Dorian. Podía ver el cansancio en su cuerpo y en su rostro, empezando por las ojeras que se encontraban en sus ojos.

—Claro —. A el hombre no pareció gustarle Dorian... ¿A quién le gusta Dorian con su carácter tan evasivo y maleducado? Exacto, a mí.

Después de recibir las llaves subimos hasta el tercer piso y entramos a la habitación 23, se suponía que era la nuestra. Una vez dentro ojeé el lugar y de inmediato arrugué a frente. Dorian había pagado una cantidad ridícula de dinero por este sitio. Al parecer yo tenía que controlar la forma en la que él gastaba su dinero pues era consciente de que quizá Dorian nunca había pagado por algo en su vida.

Al ver el lugar agradecí de la presencia de dos camas, un baño y una gran ventana... eso era lo único que pedía.

Antes de entrar en el baño me senté en el borde de una de las camas y respiré profundo. Observé a Dorian mientras se quitaba la camiseta y se empezaba a deshacerse de sus botas color negro.

— ¿De dónde has sacado ese dinero?

La pregunta ya me estaba calando la cabeza. El coche casi de lujo, los trecientos dólares... ¿De dónde consiguió ese dinero si él nunca había tenido un trabajo antes?

No recibí una respuesta de su parte. Estaba serio y su rostro frío empezaba a preocuparme. Seguía en lo suyo: Deshaciéndose de las agujetas de sus botas.

Me incorporé y me senté a su lado. Acaricié su mejilla y después deposité un beso en ella. Él me devolvió la mirada: Furibunda y perdida, sí que estaba cansado.

—Te había hablado de mis viñedos.

—Pensé que era de tus padres.

—Tengo mis propiedades —se encogió de hombros y siguió en los suyo —, en cuanto salí reclamé lo que era mío.

Me quedé gélida por un instante. Dorian ahora tenía mucho dinero en manos y lo que más me preocupaba era que él no lo supiera usar.

—Debes de ser muy cuidadoso mientras llevas dinero en mano.

De pronto Dorian se empezó a reír. Echó su cabeza hacia atrás y después se tumbó en la cama... ¿Tanto le hizo gracia mi comentario?

—Me estás tratando como a un crío... Venga, Ana, yo no soy tu sobrino pequeño, sé cómo manejar el dinero. En serio. ¿Crees que traigo conmigo una semental pieza de dinero? Soy bipolar, nena, no idiota.

Respiré profundo.

—Ahora...Voy a ducharme, mi amor —agregó — ¿Me acompañas? —. Se incorporó y me susurró al oído —¿Qué puede ser más sensual que nuestra primera vez en un motel y una ducha vieja?

Carraspeé y casi me asfixio con mi propia saliva.

—No —me reí y le aparté —, por supuesto que eso no es sensual.

—Yo puedo hacer que sea sensual diciéndote algunas guarradas, hermosa.

Me importaba un comino que nuestra primera vez fuera en la ducha de un motel, pero sabía que Dorian estaba cansado.

—Dorian Gray, no quiero.

—¿Por qué noooo?

Volví a reírme al escuchar su puchero.

—Porque no quiero que te desmayes mientras intentas hacerme el amor.

— ¿De qué hablas? ¡Me pondré más que despierto! ¡Lo juro! —Me tendió su dedo meñique — ¡Lo juroooooooooooooooo!

Negué en risas.

—Quiero que estés más que despierto el día o la noche en la que suceda eso, Dorian.

Él vagó su mirada por el pasillo.

—Tienes razón. Ese día estaré más activo que nunca —respondió casi de inmediato —, te amo —me besó en la mejilla y corrió hasta el baño.

Me acosté en la cama y empecé a vagar mis ojos en el techado y al cerrar mis ojos supe que todo estaría bien. Dorian y yo estaríamos juntos por el resto de nuestras vidas... nos amábamos y a pesar de las adversidades seguiríamos juntos... por siempre.

— ¡Abrid la puerta!

Aquella voz ronca me hizo sobresaltar. De pronto, estaba en el borde de la cama otra vez, con los ojos como platos, con la respiración entrecortada y el corazón en la boca. No entendía lo que pasaba, pero solo necesité el segundo en el que ellos entraron para saberlo.

— ¡¿Dorian Wolf Gray?!

Un hombre derribó la puerta tras gritar el nombre de Dorian. El hombre venía acompañado por cinco o seis hombres más. Unos vestidos de blanco y otros con uniforme de oficiales.

Policías —pensé. Y cuando miré la identificación de los hombres vestidos de blanco supe que se trataba de personas enviadas por HELPWOOD.

No sabía cómo nos habían encontrado...

¿La tarjeta de Dorian? Él pagó en efectivo.

—¿Dónde está Wolf Gray? —Repetían seguidamente aquellos hombres.

No respondí. Estaba completamente atascada, nunca había tenido tanto miedo en mi vida.

—¿Ana?

No podía ser cierto. Lo único que faltaba, la gota que colmó al vaso. De pronto, Eric salió de entre los hombres vestidos de blanco y cuando me miró suspiró con alivio.

No lo entendía. Ellos estaban aquí, intentando destrozar mi vida otra vez.

Ruina Mental: Dorian Gray ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora