Capítulo sesenta y dos|Dejándote ir

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Capítulo 62

Anabeth

—Lo siento —me dijo el doctor.

Firmaba mi abandono en aquel hospital. Al parecer tenía que dejar en claro que he decidido dejar a Dorian conscientemente y que nadie me ha obligado.

—Yo también —le devolví el plumón.

Había tomado una decisión y quizás había sido la mejor decisión que había tomado en todo el lapso de la relación que tuve con Dorian. 

—Si le hace sentir mejor Dorian no tendrá recaídas tan seguidas..., después de todo.

Giré sobre mis talones y levanté mi mentón. No me permitiría llorar frente a aquel doctor.

Mientras caminaba con mis sucios zapatos de tela en aquella reluciente baldosa blanca y me alejaba de mi posible única felicidad empecé a sentir dolor en mi corazón. Cada vez que escuchaba de aquel dolor pensaba que era líneas metafóricas, sin embargo, esa tarde pude corroborar que realmente había un vacío en mi corazón que lo único que había dejado era un profundo dolor.

Así que me senté en una de las sillas del hospital y apoyé mi cabeza en la viga de aquella silla.

«Dolor» «Otra vez».

—Escucha —él cogió mi muñeca y abrió mi mano para colocar mi palma en su pecho. A pesar que sus manos estaban heladas su pecho estaba muy cálido —, cada vez que diga algo hiriente toca mi corazón.

Lo primero que sentí fue su corazón.

—¿Escuchas eso?

Empecé a sentir la forma en la que se movía y era muy intensa. Su corazón era palpable, y hasta parecía salir de tu pecho.

—Sí —resoplé sin despegar mis ojos de su pecho.

—Eso significa lo que siento cuando estoy contigo. Mi corazón no miente —me miró — y lo digo en serio. Es imposible que no grité cuando está cerca de ti. Quizás mi boca no diga lo mucho que te amo, pero mi corazón sí lo dice.

***

No podía controlar las lagrimas que corrían por mis mejillas, era inútil, no podía dejar de recordarle... no podía simplemente olvidar cada palabra, cada roce, cada toque... cada beso. Quizá yo también merecía ser sometida a una maquina que me haría olvidar todo.

—¿Anabeth?

Pasé mis dedos por mis mejillas limpiando las lágrimas rápidamente. Levanté mi cabeza y con la primera persona con la que me encontré fue con el impecable rostro de Daisy.

—Por Dios..., ¿estás bien? —Ella se sentó a mi lado con suma preocupación y posteriormente sacó un pañuelo de su bolso para secar mis lagrimas —¿Qué ha pasado?

Su preocupación era sincera y eso me obligó a contestarle. Aspiré por la nariz antes de hablar:

—He dejado a Dorian...

—Dios... ¿Qué dices? ¿Por qué? —Su voz quebrada me decía que realmente estaba sorprendida.

—Porque es la única manera de que él sea feliz —apreté mis labios —, Dorian no merece una vida llena de traumas paternales o llena de decepciones amorosas...

—Y, ¿tú sí mereces esa vida? ¿Tú sí mereces sufrir el resto de tu vida?

Miraba mis zapatos y me limité a contestar:

—No lo sé —farfullé.

—Por supuesto que no, Ana. Dorian tampoco merece vivir su vida sin ti... Él..., —ahora era ella que miraba hacia un punto fijo —, ¿no sabes lo que él me dijo de ti cuando yo intenté separarlos?

Ruina Mental: Dorian Gray ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora