Valerie.
Mi cabeza dolía a martirios y todo mi cuerpo estaba hecho un desastre absoluto y tortuoso. Mis brazos estaban caídos por tanto cansancio y el aliento, ¡Dios! Era terriblemente apestoso.
Eran las 12:47 y el sol estaba deslumbrante y brillaba mucho, cosa que odiaba porque hacía que me duela la cabeza aún más.Me levanté de la cama, pero me costó mucho ya que sentía mi cuerpo pesado, como si por mis venas estuviese corriendo cemento en vez de sangre.
Me dolían los dedos más que nada (para ser específica, los dedos índices, anular y las uñas), sentía como si hubiese salido de una pelea o algo así, ¿Será que bebí demasiado para llegar a esos límites?
No lo sabía, y no me importaba tanto. ¿O sí?
Busqué en mi cocina alguna especie de comida que pueda ayudarme a sentir mejor, ya que mi estómago rugía mucho más fuerte que un león.
Sólo encontré una que otra botella.
Pero me sentí estúpida. Estaba demasiado distraída que me fijé en donde estaba buscando realmente: estaba buscando en la alacena de bebidas.—¿Enserio, Valerie? —me pregunté a mí misma en voz alta con cierto tono de estupidez.
Mis párpados eran como bolsas de arena de un globo aerostático: igual de pesados.
Me dirigí hacia la otra alacena donde sí estaba la comida.
Igual no vi mucha...Vi pan, mucho pan —ya que me encanta el pan—, también vi una que otra lata, no sé de qué, y un envase de helado. Abrí el refrigerador y encontré más que todo verduras que me trajo antes de ayer mi hermana —ella sabe que estoy mal, y por eso cuida de mí—. También vi algunas carnes congeladas y una papaya.
Volví a mi cuarto para entrar al baño, ya que había olvidado mi aliento de vaca.
Casi me duermo nuevamente, me sentía como la bella Durmiente —pero no la princesa de Disney, sino la de Shrek—. Me miré al espejo y estaba hecha un desastre: no me quité el maquillaje para dormir lo que convirtió mis ojos en los de un mapache. Mi cabello parecía nido de pájaro. Mi labial se corrió hasta mi mejilla.
Dios, parecía un payaso callejero.Me lavé de inmediato la cara, no quería continuar viendo aquella atrocidad que llevaba por cara.
Mientras sentía como el agua lavaba mi horrible rostro, escuché al timbre de mi apartamento resonar. En cuanto el agua comenzó a limpiar la inmundicia, logré ver que una mancha morada de mi mejilla no salía, ni con jabón. Cuando froté con más fuerza comencé a sentir un dolor que traspasó desde mi ojo hasta mi cuello.Tenía un golpe.
Escuché el «¡ding, dong!» tal cual como una campana gigante que su sonido era tan sonoro que rompieron mis tímpanos.
En lo que estaba yendo volvieron a tocar el timbre.—¡Ya voy! —le grité a lo lejos a quién quiera que haya sido—. Esta gente de mierda que no saben tener paciencia— murmuré para mí misma.
Cuando abrí la puerta, logré divisar a una mujer corpulenta pero bastante sofisticada. Tal vez tendría 40 ó 50 años máximo.
Era esa clase de mujer que come en exceso pero con la servilleta en sus faldas. Esa clase de mujer que cuida bastante su aspecto pero no es un aspecto atractivo. Era esa clase de mujer que le importaba todo y a la vez nada.
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Psicodelia: Dueños Del Delirio. #PGP2024
Romance«Avan no podrá ver los demonios que creó en la cabeza de Valerie». Ella es una alcohólica. Él es un adicto. Valerie y Avan. Dos almas tormentosas, llenas de fastidios y rencores creados por ellos mismos y sus adicciones. Pero, gracias a s...