Capítulo 38: Emisora Del Caos. Parte I.

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Valerie.

    Cada noche, salía en la madrugada a la terraza de mi edificio para explorar y profundizar en los pensamientos desconocidos de mi cabeza. Ese ambiente, a más de 40 metros de altura, resultó ser hecho para mí. La sensación del viento fresco y gélido golpeando directamente el rostro; los escalofríos que recorrían por toda mi espalda como escarabajo, que me obligaba a dar una leve sacudida para liberarme del cosquilleo. Todo eso, mezclado con la eterna vista desde la punta del edificio, era una de las sensaciones más reconfortantes que había sentido en meses. Estando allí arriba, visualicé en mi mente un puñado de pensamientos que había olvidado: ¿Qué será de mi hermana? ¿Cómo estará la responsable Libby, la que jamás se equivoca y la que hace todo de forma tan correcta? ¿De su boda, con el muchacho ese que, prácticamente, jamás tuve interés hacia él? Su cumpleaños se acercaba. No lograba recordar la fecha pero sí sabía que cada vez estaba más cerca. Era en los últimos meses del año. ¿Diciembre o Enero? Realmente no lo recuerdo.                                                                                                                                  Mi mente distorsionada de imágenes que, realmente, no estaba segura cuáles eran reales y cuáles no. Estaba avezada a que realmente no me importase una mierda el resto de las cosas que no formaban parte de mi indulgente manera de vivir. Y por los últimos meses, mi hermana formaba parte de la basura que dejó de tener interés dentro de mis pensamientos —al igual que Ally, que ella quedó fuera de mi ciclo de forma permanente—. Sin embargo, la preocupación repentina comenzó a crecer pensando en ella, en mi hermana. Mi corazón estaba ceñido por su voz, susurrándome en la oreja izquierda; alertándome del futuro, predicándome sus palabras llenas de preocupación e histeria.

    Ignoré cada advertencia. Cada pensamiento infestado de veneno, que podría matarme con solo pensarlo o imaginarlo.
    Mi tormento con Avan enrarecido pasó de ser mi prioridad a pasar a un segundo plano que ignoré casi todo el día. Él estaba saliendo a la tienda de discos debido a que el dueño del establecimiento le pidió cubrirlo por unos días en las ventas y hacerse cargo del lugar a cambio de una doble paga.

    Por mi parte, le pedí a Al unos días libres debido al trauma que estaba atravesando. El señor comprendió mi inestabilidad al instante sin siquiera haberle contado lo que realmente me había sucedido. En un inicio pensaba decirle una mentira o cualquier otra excusa, como la muerte de un familiar o una crisis familiar. Cualquier otra cosa que sea fidedigna al momento de escucharla y que represente con perfección la muerte de mi cordura.
    Me levanté de la cama. El cuarto estaba iluminado e colores azules tenues llenos de tristeza. El lugar parecía más oscuro de lo habitual. Sin ninguna luz encendida, yacía con solamente la luz de la luna naciente que salía detrás de su siesta tras las montañas.
    Ya era hora de la cena, y después de bastante tiempo, me encontraba hambrienta.
    Había perdido un montón de peso. Normalmente sabía que mi cuerpo nunca fue el mejor, mucho menos llamativo para algunos hombres que pasaban por mi lado y ni siquiera me silbaban ni decían halagos extraños e inapropiados. Una inseguridad reemplazada por otra.
    En la mesa, con las sobras de la cena de la noche anterior yaciendo frente a mí, observándome con cautela y en silencio. El vino reposando en el vaso de cristal con la botella en el suelo, al lado izquierdo de mi silla para que pueda alcanzar a esta con mayor facilidad.
    Avan estaba en el dormitorio de visitas. Cada vez nuestra relación estaba enrarecida. Cada vez perdía valor y peso en nuestras vidas. Él andaba metido en la tienda de vinilo con sus propios colores y yo en los míos, que estaban tenues y oscuros.
    Comenzaba a desayunar sola, a almorzar sola, a estar completamente sola, sin calor ni unos brazos fuertes de pilares en mi corazón. Nuestras horas parecían estar desajustadas, sin sincronía existente, totalmente desaparecidas y convertidas en polvo del fuego que había.
    Yo lo amo, y mucho. Sin embargo, nuestra relación traspasaba por superficies rocosas y rugosas. Pero, yo sabía que nuestra relación caótica iba a dejar de ser así. Solo estábamos pasando por algunos pequeños problemas. El hueco yaciente en mi existencia estaba afectando a la única persona de mi entorno.
    En medio del silencio, en el pasillo, los pasos acelerados de Avan comenzaron a brotar del pasillo blanquecino.
    Se acercó a mi persona, me dio un fugaz beso en la frente y me dijo, con el tono apurado:

Psicodelia: Dueños Del Delirio. #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora